Amor a prueba de adversidades

Capítulo 37: Un nuevo comienzo.

Dedicado a: Carmen Carraquilla Camargo.

 

Isabelle

Aún no puedo creer que ya han pasado seis meses desde el trasplante, y unos cuatro meses y contando de que hirieron a Aless, estuvo una semana en observación en la clínica, y aunque no le gustó nada la idea se resignó y termino haciendo lo que el doctor dijo, su herida costo unos dos meses en cicatrizar por completo.

Yo por mi parte, tuve dos recaídas de las cuales creí no me recuperaría, además de que me bajaron las defensas también el autoestima, pero gracias al apoyo de mi familia logro superarlo. Ayer fue mi última revisión, todo ha salido muy bien y por lo mismo recibí mi alta, esto no quiere decir ni por cerca que todo vuelve a la realidad, debo seguir con controles de rutinas cada seis meses. Pero al menos, puedo decir que puedo disfrutar de mi vida y de mi familia, y no estar temiendo por lo que sucederá en un futuro.

Después de que le dieron el alta a mi esposo, él alquilo otra casa, ya que la anterior no deseábamos conservarla después de lo sucedido, así que por lo mismo decidimos venderla.

Por otro lado, nuestro matrimonio está en su mejor momento, y ni hablar de nuestra relación con nuestros soles.

Aless, aunque trabaja mucho siempre está al pendiente y hace un espacio para nosotros, ya sea para desayunar, almorzar o cenar, o incluso para viajar a lugares cercanos, no me puedo quejar de mi esposo, es un gran hombre que supo arreglar sus errores, mejor dicho, supimos ya que yo tampoco quedo ilesa. Mis padres tuvieron que regresar a Italia, y mi hermano decidió acompañarlos, de igual manera lo hicieron mi cuñada y su novio. Así que, de tener casa llena solo hemos quedado nosotros cuatro, y debo reconocer que los extraño a todos, no veo la hora de reencontrarnos.

   Por lo mismo, y después de hablar varias veces con mi esposo, llegamos a la conclusión, que lo mejor será regresar a Italia, ya que además de que Francia no nos trae nada bueno, no podemos estar lejos de nuestros seres queridos.

   Así que ahora mismo, nos encontramos en el avión para regresar a nuestro hogar, mis hijos están en el regazo de su padre que está en uno de los asientos que se encuentran enfrente de mí.

—¿Qué tanto piensas, amore? —escucho la voz de mi esposo captando mi atención.

—En todo lo que paso estos meses, y en como al fin somos felices —digo con una sonrisa, la cual es habitual desde hace meses, y es que mi esposo e hijos me hacen completamente feliz.

—¿Te arrepientes de haber pasado por todo eso? —pregunta refiriéndose a lo que pasamos desde que estamos juntos.

—Tal vez, hace meses te hubiese dicho que sí, pero ahora soy consciente de que fueron pruebas que nos puso la vida para fortalecer nuestra relación, que a pesar de las dificultades nuestro amor fue más fuerte —digo segura de mis palabras provocando una sonrisa de su parte —¿No te cansan? —cuestiono observando los cómodos que duermen en sus brazos, el baja su mirada para observarlos e inmediatamente niega sonriendo.

—Son nuestros ángeles, nuestras razones —dice a lo que asiento de acuerdo.

—Lo son, ellos son lo mejor que hemos hecho —aseguro.

—Podríamos darles un hermanito —dice con picardía haciendo que lo mire como si se hubiese vuelto ¿Sería capaz de pasar por ese proceso de nuevo? Pues sí, pero no aún, quiero esperar al menos unos meses.

—Yo… ¿Tú quieres tener más hijos? —pregunto un poco nerviosa.

—Yo tendría muchos hijos contigo, pero la pregunta es ¿Tú quieres? —hablo en voz baja porque si los mellizos se despiertan armarán un escándalo.

—También quiero tener uno más, pero todavía no —explico y asiente tranquilo.

—Entonces esperaremos, esto es una decisión de ambos —asegura —. Duerme un poco, amore —susurra.

—Lo haré, estoy agotada —digo acomodándome en el asiento, cierro mis ojos y me pierdo en el sueño.

                                             ***

—Mmm… —susurro entre sueños cuando siento que alguien me alza.

—Duerme hermosa —escucho su voz provocando que abra mis ojos buscando a mis hijos, al parecer ya hemos aterrizado, y me doy cuenta que mi esposo me está sacando del avión.

—¿Nuestros hijos? —pregunto ansiosa, y es que después de que casi lo pierdo me he vuelto una paranoica de primera.

—Ya están en el auto amor, yo mismo me encargue de acomodarlos, nuestros soles están profundamente dormidos —dice al tiempo que se dirige hasta el auto que reconozco como suyo, así que me acurruco en su pecho para reanudar mi siesta.

En cuanto abre la puerta, me deja con suavidad en el asiento del acompañante para seguidamente dejar un beso en mí frente al mismo tiempo que me pone el cinturón de seguridad. Al finalizar, se dirige a su lugar y antes de comenzar a manejar da una rápida ojeada a los asientos traseros, inspeccionando que nuestros pequeños estén bien, y lo están, ni, aunque pasará un relámpago por su lado despertarían.

—Duerme un rato —su voz hace que deje de mirar a mis duendes y le preste atención —. Tardaremos media hora en llegar —explica.

—¿Por qué no dejaste que maneje uno de tus choferes? —pregunto, ya que debe estar agotado.

—Sabes que no confío en nadie, quién mejor que yo para llevarlos, me gusta encargarme personalmente de lo que se refiere a ustedes —explica, y logro entenderlo.

—Te amo —susurro mirándolo fijamente mientras maneja.

—Yo también te amo —dice mirándome de reojo —. ¿Qué te preocupa, amore? —pregunta y sé que se debe que ahora no pierdo ni un momento para decirle cuanto lo amo.

—Estoy de maravilla —respondo sonriéndole, a lo que suspira aliviado.

                                                  ***

 —Ya dime Alessandro Lombardi —pido haciéndole ojitos, pero como mi esposo es malvado solo sonríe divertido.




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