Amor ciego, sordo y mudo

Capítulo 3

Era un día muy tranquilo, podía sentir la suavidad de mi colchón en mi piel y la brisa del ventilador en mi rostro, en otra ocasión hubiera sido un momento de relajación y tranquilidad que disfrutaría enormemente, pero no era así. Mis ojos estaban clavados en la pantalla de mi celular, rodaba mi cuerpo de lado a lado con cierta impaciencia mientras actualizaba la bandeja de mensajes. Nada.

«Tranquila Beatriz, es normal que tarde en responder. En su condición hasta usar su celular podría causarle dificultad» me tranquilicé, aunque en el fondo sabía que solo era una excusa. 

Ayer había conseguido por fin un celular nuevo, y no solo eso, sino que también pude conseguir el número de Alex (cortesía de mamá). Hoy por fin me decidí a mandarle un mensaje, pero todavía no me ha respondido.

«Espera, de todas formas, ¿por qué quiero que responda rápido?» me preguntó una vocecita en mi cabeza. Lo cierto es que hacía mucho que no me divertía tanto con una persona, específicamente desde la secundaria, pero cuando conocí a Alex y hablé con él, me divertí bastante.

Volví a ver el celular en mis manos «Idiota» pensé arrojando el dispositivo nuevo a los pies de mi cama. No tenía sentido seguir esperando, lo mejor que podía hacer era centrar mi atención en otra cosa, y sabía en qué.

Caminé hasta la gran estantería de mi cuarto, una enorme colección de libros me recibió con los brazos abiertos, estaban deseosos de ser leídos, y yo estaba dispuesta a complacerlos. «¿Qué será hoy?» pensé contemplando los muchos ejemplares ordenados desde las enormes ediciones especiales hasta las compactas y prácticas ediciones de bolsillo. «Fantasía, misterio, romance… Fantasía», me decidí.

El libro elegido resaltaba entre los otros por su tapa dura y su hermosa portada verde esmeralda. El título estaba escrito con una letra cursiva de un estilo muy fantástico y las palabras escritas en un brillante color madera poseían un relieve que resaltaba al tacto «Incluso él podría leer este título con las manos» pensé por unos instantes antes de sacudir mi cabeza alejándolo de mi mente.

Esta novela estaba en mi lista de lectura desde hacía ya varias semanas, pero entre los estudios y la mudanza, no había tenido tiempo de leerlo. Al menos hasta ahora.

Honestamente no se me ocurría una mejor forma de iniciar una nueva lectura que sentada en mi cómodo puf y con la luz del sol entrando por la ventana, suerte que este cuarto estaba disponible, tenía a mi madre en el piso de abajo y Alex estaba a solo dos cuartos de… «¡Argh, otra vez!»

Estaba empezando a cansarme de tenerlo en mi cabeza, «¿acaso no tengo otra cosa en que pensar que en él?». Con un suspiro me eché en mi puf y me puse a leer, tardé un poco, pero en cuestión de minutos acabé completamente inmersa en la historia, verdaderamente no importaba qué problema o pensamiento tuviera en mi cabeza en ese momento, en cuanto tomaba las páginas de una historia, siempre acababa inmersa en su historia.

Mi amor por los libros nació, si mal no lo recuerdo (que no lo hago), desde pequeña, cuando mi mamá me regaló uno para mi cumpleaños; desde entonces mi colección no había hecho más que crecer. Tenía todo tipo de libros en mi colección, desde recopilaciones de relatos, libros de cuentos, pequeñas historias que apenas superaban las 100 páginas, hasta novelas excesivamente grandes que, para los ojos de las demás personas, podían parecer interminables. Aunque yo he sido capaz de leerlos en pocos días.

Supongo que tuve mucha suerte al conseguir el puesto en la biblioteca, lo siento por papá, pero trabajar en la biblioteca de mi pueblo natal era una bonita forma de iniciar mi etapa como adulta. No es que odiara la ciudad, de hecho, tuve la posibilidad de conseguir una gran cantidad de libros allí, pero no había nada como la tranquilidad de La Colina.

Podría pasar horas inmersa en los diferentes mundos que mis novelas me mostraban, sin atender el más mínimo estímulo del mundo exterior, quizás por esa razón mi madre había puesto ese incandescente foco de color rojo en la entrada. El cual estaba titilando con mucha fuerza.

«¿Quién podrá ser ahora?» pensé en cuando la vi, podría haber estado titilando varios minutos o un par de segundos y yo nunca me hubiera dado cuenta. «Quizás si sea un mal hábito el desconectarme del mundo cuando leo… Na» pensé y volví a mi lectura.

La luz siguió alumbrando en la entrada, por la forma en que titilaba era seguro que no se trataba de mi madre, pues ella siempre dejaba el botón presionado para que fuera más visible. Aunque si no le abría la puerta ella entraba sin tocar.

Bajé el libro con cuidado y le di una buena vista a la entrada iluminada por el resplandor rojo, el cual ahora se había vuelto constante. «¿Y si era él?» pensé volviendo mi vista hacia el celular.

Me levanté de mi cómodo asiento y puse mi libro en la estantería. Un pequeño sentimiento de nervios apareció cuando me encontré frente a la puerta, nervios que desaparecieron en el instante en que vi a la bella chica de cabello negro y ojos café. Incluso con los años que habían pasado, no había forma que no pudiera reconocer a mi mejor amiga: Lucía.

 —¡Bea, tanto tiempo! —exclamó en lengua de señas, y de inmediato se abalanzó sobre mí con un fuerte abrazó.

Estaba confundida, Lucía estaba en mi puerta, sabía lengua de señas y me había abrazado tan de repente «¿qué le habrá sucedido estos años para demostrar tales dotes afectivos?». Definitivamente no era la persona que estaba esperando, pero la alegría que sentía al volver a verla era tan genuina como la suya por lo visto.




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