Amor ciego, sordo y mudo

Capítulo 6

—¿No has sentido ningún dolor?, ¿algo fuera de lo normal?

Negué con la cabeza a las repetidas preguntas del doctor que, ante cada negativa, daba un pequeño suspiro, como si fuera algo esperado de mi parte, pero desanimador a la vez. «Supongo que aún conservaba esperanzas sobre mi condición. Por otro lado, yo…»

—Bueno, y en cuanto a lo emocional, ¿ha habido algún cambio o algo que quisieras decir? —preguntó con pocas esperanzas de una respuesta positiva.

—De hecho, hice un par de amigos y estoy haciendo asesorías, aunque por ahora solo tengo un estudiante…

—¡Eso es genial! —exclamó el doctor. El repentino exclamo del profesional me provocó un buen susto.

—No creo que sea para tanto —dije con voz neutra.

—Oh, Alex, no deberías subestimar el poder de la mente sobre el cuerpo —aseguró con confianza, para luego agregar —¡Ja! me siento optimista, déjame hacerte un par de estudios más y podrás irte.

Asentí y acompañé al doctor por el hospital. Por el camino decidí preguntarle su nombre, después de todo, siempre era él quien me atendía en cada ocasión y no saber su nombre era un poco grosero de su parte, o al menos así lo veía yo.

—¿Mi nombre?, te lo dije el primer día que viniste. Me llamo Marcus Grey.

—Ah, perdón. En aquella ocasión no estaba muy atento.

—Descuida, suele pasar… Oh, doblaremos a la derecha —me avisó.

El doctor Marcus me guió hasta el cuarto donde me hizo los exámenes, luego de eso se despidió de mí diciendo.

—De acuerdo, la semana que viene te daré los resultados.

Asentí y me fui camino a mi departamento. Por el trayecto, me detuve en el puente de piedra, pero esa vez sentí que algo era diferente. Tomé aire y me esforcé por recordar el momento en que Jim me había descrito el paisaje, solo me tomó unos segundos hacerme una idea mental de lo que tenía enfrente, pero el deseo de querer verlo con mis propios ojos se hizo más intenso. «me gustaría poder verlo por mí mismo» pensé mientras tomaba una gran bocanada de aire. Pasé mi mano por la valla de piedra y sentí la grieta en ella, todos mis pensamientos negativos resurgieron, como si pasaran a través de la hendidura y se alojaran en mi mente. Nuevamente tomé aire y recordé todo lo sucedido hasta ese día, mi mente se serenó de repente y las palabras aparecieron en mi boca.

—Supongo que puedo esperar un poco más, al menos hasta tener esos resultados que me  hice hoy.

Reanudé mi marcha por el sendero de tierra, mientras lo cruzaba se me ocurrió una idea. Me paré en seco y con el celular en mano llamé a mi amigo «no hay forma de que él se pierda esto»

—Hola Jim

Alex, ¿cómo te fue en el hospital? 

—Igual que siempre, sigo ciego —comenté con un extraño buen humor —¿qué te parece si salimos un rato?, ya sabes para despejarnos.

Creí que nunca me lo pedirías.

Minutos después puse rumbo a mi departamento, tenía la intención de prepararme antes de salir. «Quizás le pida a la señora Liz que me ayude a elegir un atuendo más moderno, aunque dudo que sepa de eso» pensé entre risas.

De pronto recordé que ese día había quedado para cenar con la señora Liz y con Bea. Un nerviosismo se apoderó de mí, hacía bastante tiempo que no comía con otras personas y me sentía un poco nervioso, pero a la vez emocionado.

A pesar de mi ceguera, ese día caminé con pasos más seguros de lo habitual, por alguna razón me sentía mucho mejor que los últimos días, quizás era por los recientes amigos que había hecho, o quizás por el hecho de estarme acostumbrando a mi falta de visión, sea como fuese las cosas empezaban a tomar un rumbo un poco mejor para mí. O eso creía.

Mientras caminaba por las calles del pueblo, sentí un fuerte golpe que me hizo tambalear un poco. Por suerte no me había caído al suelo, cosa que no podía decir de la otra persona, pues escuché como se quejaba desde el suelo. La voz aguda y malhumorada de una chica se quejó porque la habían chocado, aunque en realidad ella me había chocado a mí, pero por su forma de hablar parecía la típica ricachona que no aceptaba una equivocación suya. «Aquí vamos…» pensé cuando la mujer se dirigió a mí.

—¡Auch! Oye fíjate por donde vas, ¿acaso estás ciego?

—De hecho, lo estoy. Gracias por recordármelo señorita —comenté en tono sarcástico, pero la mujer no respondió.

—Oye, ¿estás bien? —pregunté preocupado de que pudiera haberse lastimado, pero nuevamente no hubo respuesta. Pude escuchar su respiración exaltada e intranquila, parecía asustada y nerviosa, y balbuceaba algo en voz baja que no alcanzaba a entender, decidí confirmar si se encontraba bien —. Em, si necesitas ayuda puedo…

—¿Alex?

Me paralicé al escuchar mi nombre saliendo de su boca, la persona frente mía me conocía, pero yo no atinaba a saber de dónde lo hacía. Debía ser una persona que conocí antes del accidente, pues su voz me sonaba familiar, pero no lograba reconocerla, y ya me había acostumbrado a las voces de las personas que había conocido allí.

La joven volvió a hablar, esta vez parecía estar más cerca de mí, pues su voz era mucho más clara y una fragancia la envolvía, fragancia que también me parecía familiar, pero con la diferencia de que esta me evocaba mucho rechazo. No escuché lo que dijo, pero no fue necesario, pues ella lo volvió a repetir.




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