Amor ciego, sordo y mudo

Capítulo 8

Llegamos a los departamentos justo a tiempo para la cena, durante el trayecto de vuelta Bea caminó delante de mí y me ofreció su hombro como guía, parecía estar de muy buen humor, pues cada cierto tiempo escuchaba la voz de su celular hablándome. En general eran comentarios de cómo se encontraba la noche, la luna, si había muchas personas a nuestro alrededor. Siendo sincero, la imagen que tenía del pueblo estaba mejorando cada vez más.

Al llegar fuimos recibidos por la señora Liz, esta se sorprendió bastante de vernos llegar juntos. Bea pareció decirle algo con sus manos, pues noté como su hombro se movía bastante. «De hecho, ¿por cuánto tiempo planeo tener mi mano en su hombro?» me reprendí en mi cabeza, yo mejor que nadie sabía lo difícil que podía ser mantener contacto físico con un extraño (aunque en teoría eramos amigos), y aunque a mí no me molestaba, a ella sí podía hacerlo.

—Bueno señora Liz, voy un momento a mi cuarto y bajo enseguida —le dije a la mujer mientras caminaba con cuidado hacia mi departamento.

—Pero apúrate que ya casi está lista la cena —agregó desde la distancia.

Una vez llegué a mi cuarto busqué alguna ropa que me quedara bien. Tantee las etiquetas de mis camisas buscando la blanca con rayas azul oscuro.

—Creo que es esta… —dije al sacarla de mi armario.

Una tarde Jim había venido a mi casa con una buena idea, con el objetivo de hacer mi vida diaria más fácil, ambos nos decidimos a aprender braille. El objetivo era que pudiera saber qué prendas de vestir estaba viendo en todo momento, de esa forma marcamos toda mi ropa con pequeños agujeros en las etiquetas, así podía saber cuál era cuál.

Me cambié y bajé al departamento de la señora Liz, con mi bastón di pequeños golpes a la pared de ladrillo para saber dónde estaba la puerta de la habitación. Entre los numerosos golpecitos uno de ellos impactó con una textura diferente, no era la puerta, era un poco más blando y estaba alejado de la pared.

Una risa diminuta apareció cuando volví a repetir el pequeño golpe, era una persona, había tocado a una persona. De inmediato me disculpé, pero cuando escuché la voz robótica del asistente de Bea me relajé.

—¿Vienes a escoltarme? —pregunté en tono bromista.

Así es, mamá está adentro, pasa.

La joven tomó mi mano y por un segundo creí que haría nuestro saludo especial de los dos golpecitos, pero no fue así, ella posó mi mano en su hombro y me guió hacia el departamento. Todo parecía normal, excepto por el pequeño detalle de que pude sentir el hombro desnudo de Bea con mi mano. «¿Está usando un vestido?, ¿se cambió para la cena?, ¿por qué lo haría si no puedo verla? espera, de todas formas, por qué me pone nervioso esto, ¡compórtate Alex!» me regañé en mi interior.

No acostumbraba a sentir vergüenza, sobre todo con estos clichés adolescentes, que ya había vivido en el pasado, pero por alguna razón lo sentía en ese momento. «Mi ceguera y mi encuentro con Vanessa debieron alterarme mucho… sí, eso debe ser» pensé, aunque no podía dejar de creer que se trataba de una simple excusa de mi cerebro.

—Vaya, al fin llegas —dijo la señora Liz desde el interior del departamento.

Bea posó mi mano sobre el respaldo de una silla y procedí a sentarme en ella, al lado mío escuché como alguien arrastraba otra y se sentaba justo a mi lado.

—Vaya, que raro que te sientes ahí hija, por lo general te sientas en un extremo —comentó la mujer dejando en claro que Bea estaba a mi lado.

Noté un sonido como el de alguien que regaña a otra persona, probablemente fuera Bea, pues reconocía ese sonido cuando lo usaba con Lu.

—No te enojes cariño, y trata de no usar señas hoy. Recuerda que Alex nos acompaña.

Cierto, perdón Alex.

—Descuida, pero ¿qué es eso de señas de las que hablan?

—Yo te contesto —dijo la señora Liz sentándose en una silla —. Lengua de señas es lo que las personas con dificultades auditivas usan para comunicarse, tal vez hayas oído hablar de ello en la ciudad.

—Creo que sí.

—Bueno, Bea y yo nos comunicamos con señas por lo general, pero contigo creo que sería mejor que ella use su teléfono. 

—Lo lamento —dije sintiéndome un poco mal por los esfuerzos que estaban haciendo por mí.

—No te preocupes por eso, gracias a ti no tengo que estar moviendo mis manos toda la noche. Ahh los años me han estado pasando factura.

Traducción está vieja.

—Beatriz Liz, cuida tus palabras.

Yo no he dicho nada, fue mi teléfono.

La pequeña riña de ellas me hizo sacar una sonrisa, hacía tiempo que no me sentía tan feliz y relajado con otras personas.

Seguro que Alex está de acuerdo conmigo, ¿verdad?

—Lo siento, pero yo “no lo veo claro” —bromeé.

Pude sentir una leve risa proveniente de la señora Liz y luego escuché un sonido proveniente de mi costado, sonaba como un gesto de regaño, Bea parecía estar haciéndolo.

No te rías de eso mamá. Y tú Alex, no hagas ese tipo de bromas.




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