Amor ciego, sordo y mudo

Capítulo 17

Me senté en una banca cercana y le hice señas a Vanessa para que hiciera lo mismo, ella caminó en mi dirección e, instintivamente, se sentó muy cerca de mí. No pude evitar sobresaltarme un poco al sentir el repentino roce de nuestros cuerpos, y a ella pareció ocurrirle lo mismo, pues con voz apenada dijo.

—Perdón —dijo deslizándose en la banca quedando un poco más lejos de mí.

Esa actitud no era típica de ella, pocas veces recordaba haberla visto avergonzada o apenada de algo, y ciertamente me resultaba muy extraño viniendo de ella.

—¿Desde cuándo eres tan cohibida? —pregunté con extrañeza intentando desviar el tema principal.

—Hay mucho de mí que no conoces —dijo un poco ofendida.

—Evidentemente —agregué con sequedad.

La joven suspiró con mucho cansancio y se dirigió nuevamente hacia mí, esta vez con un evidente tono de molestia en su voz, que me resultó mucho más conocido y familiar, incluso hasta nostálgico.

—¿Podrías dejar de tratarme así? —la joven respiró hondo y tratando de disminuir un poco su tono severo agregó —Escucha, sé que te hice daño y sé que no manejé muy bien nuestra ruptura, pero eso no significa que hayas dejado de importarme. Lo que hiciste me afectó bastante y estoy preocupada por ti. ¿No crees que sería buena idea intentar dejar de hacernos daño el uno al otro?

Suspiré. Ella tenía razón. Hasta ahora había dejado que mi ira y resentimiento hacia ella me dominaran, pero no estaba siendo justo del todo con Vanessa. En el pasado no era muy diferente a ella, solía ser muy superficial y un tanto arrogante, y si las situaciones hubieran sido al revés… En realidad, no sabía si hubiera hecho las cosas diferente a ella, por lo que no tenía derecho a juzgarla y tratarla de tal manera.

—Ahh, de acuerdo. Tienes razón, yo también lamento haberla tomado contra ti de esa manera.

—Descuida, te comprendo, sucedieron muchas cosas.

—Sí, es cierto…

La conversación se detuvo, ninguno de nosotros sabía qué decir o que preguntar. Todas las veces que nos habíamos encontrado siempre había cierto resentimiento o tensión entre ellos, y ahora que por fin intentaba no seguir aferrado a esos sentimientos, no sabía de qué hablar con ella.

Por un par de segundos traté de buscar algún tema para dar conversación, pero a medida que el tiempo pasaba, menor era la cantidad de opciones que tenía. «Si no consigo algún tema seguro me preguntará sobre “eso”» pensé con preocupación, entonces lo recordé.

—A todo esto, ¿por qué estás en este pueblo? no me digas que vives aquí… —pregunté con curiosidad.

—Y hasta ahora lo preguntas —dijo entre risas.

—Deja de reír y dime.

—De acuerdo, este año empezamos a hacer prácticas en la universidad y cuando trataba de decidir qué hospital elegir, un chico de otra carrera me recomendó este hospital.

—¿En serio?

—Sí, creo que estudiaba psicología, pero como era conocido de una amiga le tomé la palabra… El punto es que recordé cuando dijiste que tu madre había nacido en este pueblo y no sé por qué simplemente lo elegí.

—Ya veo —comenté pensativo.

Sabía por la voz de Vane que decía la verdad, además, en varias ocasiones había escuchado hablar del hospital del pueblo, que era bastante grande y moderno en comparación con el resto del lugar. Aunque hasta ahora no me había dado cuenta.

—Ah, pero yo no sabía que estabas aquí —se apresuró a decir.

—Lo sé —dije recordando la vez que nos encontramos al chocarnos en la vereda.

—Justo iba hacia mi departamento, cuando nos topamos en la calle. Me llevé un buen susto al verte chocar contra mí.

—Querrás decir cuando tú me chocaste a mí.

—Creo recordar  las cosas algo diferente —dijo incapaz de aceptar parte de su culpa.

—Como tu digas… ¿y cómo te está yendo? recuerdo que no sacabas del todo buenas calificaciones y necesitabas mi ayuda.

—Cállate, me las he podido arreglar bastante bien sin ti.

—Sí claro ¿cuál es tu promedio?

—Eso no es de tu incumbencia.

Ambos reímos un poco, no recordaba la última vez que me había divertido con ella. Incluso desde antes de mi accidente, habíamos estado pasando por momentos difíciles en nuestra relación, y eran escasos los momentos en que podíamos permitirnos reír y disfrutar nuestra compañía mutua. Me invadió un sentimiento de nostalgia.

—Aunque, si llego a tener problemas siempre puedo recurrir a ti ¿verdad?

—¿Qué te hace decir eso?

—Vi hace tiempo que dabas clases particulares, pero no sabía si contactarte.

—Hiciste bien, probablemente hubiera hecho “la vista gorda”.

La charla volvió a detenerse por unos segundos, por un momento pensé que mi chiste fuera un poco duro e incómodo, por lo que intenté rectificar. Pero antes de que pudiera decir algo, Vanessa se me adelantó.

—¿Por qué lo hiciste?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.