Amor ciego, sordo y mudo

Capítulo 19

Estábamos reunidos en un restaurante, entre bebidas, postres y cuadernos, yo evaluaba opciones de posibles trabajos, pero la mayoría eran descartadas casi al instante. Jim y Bea se esforzaban bastante tratando de buscar una opción que me convenciera, en cambio, Lu ya estaba por perder la paciencia.

—¡Argh! me rindo, no se te puede contentar con nada —gruñó la joven con mucha frustración por mis constantes negativas.

—Oye, nadie dijo que iba a ser fácil —la tranquilizó Jim.

—Sí, ya sé que encontrar trabajo en mi situación es algo difícil, por eso necesito de su ayuda chicos.

—¿Por qué no sigues con las clases particulares?, con un poco de esfuerzo y difusión seguro consigues más clientes.

Yo opino lo mismo, enseñar se te da bien.

—Ahh, creo que no tengo más alternativas.

—Sí —festejó Lu.

—¿No será que solo quieres que Alex te siga dando clases Lu? —intuyó el joven moreno por el evidente festejo de su amiga.

—Noo… Bueno sí, pero en serio creo que es lo mejor que puede hacer en este momento —se justificó —. Espera, ¿desde cuándo me llamas Lu?

—Oh, siempre lo hago con los otros, solo que como te enojas cuando lo digo en voz alta…

—Porque solo mis amigos más cercanos pueden llamarme así, como Bea.

—Ay, ¿cuándo admitirás que te traigo loca?

—James te estas ganando una patada en…

Mientras la pareja discutía como siempre hacían, pude sentir que Bea tiraba de mi manga y con la voz de su celular me comentó.

Creo que hacen una linda pareja ¿no?

—Sí, deberían salir de una vez —traté de decirle en señas, pero ella pareció reírse y con sus manos me corrigió una seña que al parecer había hecho mal.

Prueba de nuevo.

Obedecí sus indicaciones y copié los movimientos nuevamente como ella me había indicado, esta vez lo pude hacer a la perfección y una sonrisa se dibujó en mi rostro.

—Lengua de señas es difícil —dije con expresión cansada.

Te falta práctica. Y recuerda que las expresiones dicen mucho.

Aprovechando el momento, Bea me enseñó un par de palabras en señas, a pesar de que no podía verla, me la imaginaba con una sonrisa enseñándome cómo decir las cosas más básicas. El deseo de volver a ver que tenía guardado en lo más profundo de mi ser se hizo más fuerte. Deseaba con todas mis ganas comparar el rostro que creaba en mi mente con el que ella tenía en realidad «cómo serán sus ojos, cómo será su sonrisa, cómo serán sus labios…» Con este último pensamiento me sonrojé levemente, por suerte Bea pareció no darse cuenta, pues seguía con las indicaciones.

Perfecto —dijo luego de que repitiera un par de palabras como me había enseñado.

Suspiré de alivio y me eché contra el respaldo de la silla sonriendo satisfactoriamente, pero de pronto me di cuenta que había demasiado silencio al otro lado de la mesa, solo podía escuchar un débil y sutil intento de risa que probablemente provenía de Lu y de Jim, los cuales habían dejado de discutir y nos estaban viendo en ese momento con caras de satisfacción o curiosidad.

—¿Qué están viendo ustedes dos? —solté sin pensar y confiando en mi instinto.

—¡No puede ser!, ¿cómo supiste que los estábamos viendo? ¡Se supone que eres ciego!

—Acabas de delatarte Lucía —le aclaró Jim.

—Gracias por recordármelo Lu. Con esas habilidades de deducción creo que ya no necesitarás mis clases particulares.

—No por favor, no quiero reprobar profesor Alex —dijo completamente arrepentida.

—¿Por qué él sí puede decirte Lu y yo no?

—Porque Alex se porta bien conmigo y me ayuda en los estudios, tú solo me distraes todo el tiempo con tus fotos y mensajes.

—Que cruel… y yo que me esforcé tanto tomándolas para ti…

No podía aguantar la risa por la conversación de mis amigos, como me había dicho Bea, eran tal para cual y con ellos siempre me divertía. Viendo que los jóvenes se dirigían a otra discusión sin sentido decidí cambiar el tema.

—Por cierto, Jim, ¿habías dicho que te contrataron como fotógrafo de bodas?

¿En serio? —dijo Bea con la voz de su celular.

—Oh, pues en realidad contrataron a mi profesor, pero él dijo que me llevaría como ayudante. Creo que es la boda de una enfermera del hospital, aunque no me sé su nombre.

Que tierno, tienes que mostrárnoslas después.  

—Pues a mí tendrás que describírmelas —dije en tono de broma, pero no oí ninguna risa —¿chicos?

De pronto escuché como todos se levantaban de sus asientos de forma repentina y un poco brusca, sentí las figuras de ellos acercándose a mí y alguien me quitó los lentes de sol que llevaba puestos en ese momento.

—Quédate quieto —dijo Lu y con sus manos sujetando mi cabeza comenzó a examinarlo con cuidado.




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