Amor ciego, sordo y mudo

Capítulo 22

—Muy bien, inténtalo otra vez.

—¿Así?

—Mmm… No, según esto debe ser de esta forma.

Jim acomodó mis manos para que pudiera hacer la seña de forma correcta, pero al parecer volví a hacerla de modo incorrecto, pues su reacción me dio a entender que confundí la última seña con algo no muy cortés.

—Argh, no tiene caso ¿cómo es que esto es tan difícil? —dije frustrado.

—Bueno, si no puedes ver lo que estás haciendo es entendible que…

—Jim, era una pregunta retórica.

—Ah… De cualquier forma ¿por qué el repentino interés en aprender lengua de señas?, ¿no sería mejor esperar a que haya algún avance con tu tratamiento?

—¿Avance?, no puedo esperar tanto. Según el doctor Marcus el tratamiento podría tomar más de un año para notar cambios, y ni siquiera sé si todo saldrá bien.

—Amigo… aunque aprendas lengua de señas ahora, igualmente tendrás que esperar un año para hablar con ella cara a cara. Relájate, además todo saldrá bien, si lo haces por ella…

—¿A qué te refieres? Yo no estoy haciendo esto por Bea ni…

—Acabas de delatarte, y de cualquier forma, Beatriz es la única de nuestro grupo con la que serviría comunicarte con señas.

Apoyé mi cabeza en el gran escritorio de la biblioteca al comprender que mis motivos eran demasiado evidentes. En realidad, no era como si quisiera ocultarlos de los demás, pero tampoco me gustaba que las otras personas supieran todo lo que hacía y porqué lo hacía.

—Cuando me pediste ayuda con esto, realmente no esperaba que te tomaras tantas molestias para poder hablar con la chica que te gusta… Aunque debo decir que estás progresando en esto de abrirte a las personas.

—¿Chica que me gusta?

—Hablo de Beatriz.

—No me gusta Beatriz, es solo que… 

—Alex…

—¡Bah! a quien engaño, me gusta, y mucho —admití completamente avergonzado. 

—¡Sí!, sabía que acabarías admitiéndolo tarde o temprano —Jim se oía confiado, solo la severa reprimenda de la bibliotecaria fue capaz de callar sus festejos honestos y ruidosos.

—Gracias por hacer que todos en el lugar lo sepan.

—De nada.

«¿En serio nadie del pueblo conoce el sarcasmo?» me dije cubriéndome la cara con mis manos. «Por suerte aún no llega» pensé más aliviado. Según me había comentado, Bea empezaba su turno por la tarde, después del mediodía, y todavía faltaba un poco para ese momento.

—Bueno volviendo con… —un sonido interrumpió a Jim.

—Es mi celular, debo contestar —dije sacando el dispositivo del bolsillo

Llamada entrante de “Número desconocido”

Me dirigí hacia la bibliotecaria, que en ese momento había vuelto para reprimirnos por el alboroto y le pregunté para saber hacia dónde quedaba el patio. La mujer me tomó del brazo y procedió a guiarme al patio trasero del lugar. 

La biblioteca del pueblo era bastante grande y contaba con un patio trasero cubierto de césped y árboles donde las personas podían leer al aire libre. O al menos es lo que me había dicho Bea en una ocasión, y lo que había podido identificar las pocas veces que estuve allí. «Quizás algún día pueda verlo con mis propios ojos» pensé al llegar y sentir la brisa del exterior.

—¿Hola?

Alex, ¿cómo estás?

—¿Vanessa?, ¿qué sucede ahora? —dije con cierto desgano en mi voz —¿Y cómo conseguiste mi nuevo número?

Eso no importa ahora.

No, de hecho, sí quiero saber…

—Antes de que digas algo más… te llamo por trabajo.

—De acuerdo te escucho.

Necesito que me ayudes con algunas cosas de la universidad.

—¿Por qué yo?

Porque vi el anuncio de las clases particulares, y porque me conoces tanto a mí como a la carrera. Y sí, estoy un poco desesperada por aprobar estas prácticas.

«¡Lo sabía!» me dije a mí mismo, no había forma que Vanessa pudiera sobrevivir tanto sin mis explicaciones, de hecho, me parecía bastante sorprendente que hubiera durado tanto sin mi ayuda.

¿Alex?

—Ahh, dime donde y cuando…

¿Te parece en la biblioteca del pueblo en 5 minutos?

La propuesta de Vane me resultaba extrañamente conveniente y muy poco sutil, hacía menos de una hora que había entrado a la biblioteca junto con Jim, y ahora recibía una repentina llamada de ella pidiendo que estudiemos juntos aquí. Definitivamente había gato encerrado.

—Déjame adivinar… ya estás en la biblioteca y sabes que estoy aquí.

De acuerdo, casualmente vi cuando tú y tu amigo entraron y se me ocurrió la idea. ¿Estás contento? ¿Vas a ayudarme o no?

«Ja, sigues siendo terrible mintiéndome» me dije a mí mismo con cierta satisfacción, mientras hacía esperar a la joven en la llamada (intencionalmente por supuesto).




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.