Amor ciego, sordo y mudo

Capítulo 24

Estaba apoyado contra la barandilla de piedra, Pato permanecía sentado a mi lado sin muchas preocupaciones en su cabeza, (algo normal en él) yo por otro lado, dudaba de todo, de mi pasado, de mi presente, de mi futuro…  todo pensamiento que se asomara en mi cabeza era motivo para que yo dudara de él. Así y todo, había una cosa de la que me era imposible dudar: mis sentimientos por ella.

Lo que sentía por Beatriz Liz eran unos sentimientos mágicos, esperanzadores y llenos de colores. O al menos, esa era la conclusión a la que había llegado en la hora y media que llevaba allí, escuchando tanto los sonidos a mi alrededor, como los de mi interior.

—Ahh, ¿cómo puedo hacerlo? —me pregunté en voz alta sin esperar una respuesta.

—Por favor dime que no intentas saltar de nuevo —comentó la voz de Jim acercándose a mí.

—No, con una vez es suficiente —respondí en tono bromista.

—Ustedes dos son incorregibles. Mira que bromear con eso… —nos regaño la voz de “mamá” Lucía. Que se acercaba también.

—La risa es la mejor medicina… O al menos eso dijo mi psicólogo —respondí yo a la joven que se había acomodado al otro lado mío, al igual que Jim —¿Qué hacen aquí?

—Lu me dijo lo que hablaron ayer.

—Yo quería pedirte disculpas…

—Déjalo, lo entiendo perfectamente —contesté con una sonrisa sincera.

—Hablé con Bea sobre lo que sentía, dijo que era una tonta por no decírselo y que seguiríamos siendo mejores amigas incluso si un erizo descendiera de la luna, signifique lo que signifique.

—Pues me alegro.

—¿Y tú qué harás? —retomó Jim.

—¿Sobre qué?

—¿Sientes dudas sobre tus sentimientos por Bea? —preguntó Lu, pero esta vez no había ninguna confusión o mala intención en su voz. «Ese tono te queda mejor» pensé.

—No, ninguna duda… pero no sé cómo expresarlos correctamente.

—Pero quieres expresarlos ¿verdad?

—Por supuesto.

—Ya veo —dijo ella. Por su tono parecía un poco aliviada de mi respuesta, cosa que me alegro bastante, no soportaba la idea de que estuviéramos en malos términos.

Todos permanecimos en silencio mientras pensábamos alguna forma en la que pudiera demostrar que mis sentimientos por Bea eran tan reales como intensos, pero con el paso de los minutos, no podía encontrar alguna forma que lograra expresar cómo me sentía.

¿Cómo le dices a esa persona especial, que te salvó la vida y te mostró la luz, que te enseñó el valor de lo que tenías y de lo que puedes conseguir, que le da más sentido a tu vida de lo que jamás hubieras imaginado? ¿Cómo le dices que la amas?

El silencio a mi alrededor duró varios minutos, hasta que Jim fue el primero en romperlo.

—Podrías tirarte de cabeza…

—Jim si vuelves a hacer otra broma relacionada con ese tema… —empezó Lu.

—No me refiero a eso, —se apresuró a decir el joven —digo que debería ir y decirlos tal cual, sin pensarlo mucho.

—Pues es una buena idea viniendo de ti, aunque esté terriblemente expresada.

—Ay cállate —le respondió y se dirigió hacia mí —¿Tú qué dices Alex?

Pensé en las palabras de mis amigos, y una voz en mi mente me susurró unas palabras «nada es más puro que la verdad, aunque sea simple y sin explicación». Las palabras de mi madre resonaron en mi cabeza. No recordaba cuando exactamente me las había dicho, pero para esa ocasión le venían como anillo al dedo. Ese último pensamiento me avergonzó bastante, pensar en la posibilidad de casarme con Bea. «No recuerdo la última vez que pensé en ese tipo de cosas»

—¿Estás bien, tu cara está roja?

—Sí, es solo que ya lo decidí.

—Genial.

—Pero necesito su ayuda.

—Cuenta conmigo.

—Cuenta conmigo.

Ambos jóvenes hablaron al mismo tiempo, y mientras estaban por iniciar una de sus ya habituales discusiones, en mi mente sólo pude pensar entre risas «Ya deberían empezar a salir ustedes dos»

***

—Bien, con eso bastará —confirmó Lu. —¿Ya llegamos?

—Ya casi —respondió Jim desde el asiento delantero.

—Por cierto ¿de dónde sacaste este auto? —pregunté curioso.

—De mi papá, no creo que se moleste, pero asegúrate de que Pato no deje pelo en los asientos.

—Por favor dime que tienes licencia de conducir… —quiso preguntar Lu.

—Ya llegamos —exclamó el joven haciendo caso omiso a nuestras dudas.

Jim estacionó el vehículo y Lu nos condujo hacia la clase de lengua de señas. Entramos al aula con cautela y en silencio, Jim y Lu buscaron a Bea en el lugar y cuando la encontraron me informaron.

—Bien, la clase acabó y Bea está borrando el pizarrón, es ahora o nunca.

—Muy bien, iré y lo diré.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.