Te perturbaría si conocieras mi historia, no suelo compartirla solo en mis diarios, y en pequeños retazos de papel, empecé a leer filosofía a la edad de 15 años, me preguntaba que clase de silogismo y atadura era la que causaba tal agrado hacia ésta, no lograba comprender, era algo inhóspito a decir verdad; era atea, mis padres por su parte eran regidos hacia la religión católica, verdaderos idiotas, y no competían siquiera a las mas mínimas restricciones que ésta ponía. Sin embargo, de igual manera la pesadilla empezó al momento que les confesé la verdad.
Empecé un mundo algo arbitrario, me escabullía en la homosexualidad como punto de fuga hacia mi verdadero yo, mi cognoscente se emprendía en la búsqueda de una verdad y evidentemente de una idea por la cual las consecuencias no fueran tan duras, mi mejor amiga se llamaba Ashley y temo reconocer que empezó a gustarme como inmediato la sentía, ella era un chico, y puede que suene confuso, pero luego entenderán la trascendencia de lo que quiero expresar, algo sublime empezó, y no pude evitar besarla y sentirla como si fuera mía, pero me pasme, me pasme hacia la idea de que solo era yo, y no habría un nosotras jamás.
Debo admitir que me volví una acosadora casi invisible, evadiendo su mente y su alma, recortaba cada representación gráfica que me permitía sentir esto por ella, no entendía lo que me pasaba, y me sentía tan encerrada que apenas lograba visualizar el espacio en blanco que adornaba mi mente, verdaderamente extraño.
A la edad de 18 años, pasó lo inexplicable, ahora no era yo, sino un ellas, el cruce del tiempo, la muerte del presente.
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Editado: 09.01.2019