Amor de Invierno

Capítulo 4

𝐒𝐚𝐦

 


Sábado

Fin de semana, al fin. No veía la hora de que la semana se acabara. Los entrenamientos se volvieron más pesados de lo normal, mi entrenadora ha estado más pesada de lo normal, los profesores han estado más exigentes que en todo el año con todo el tema de cierre de curso y mis exámenes finales inician la próxima semana, genial.

Y, sobre todo, para cerrar con broche de oro la maravillosa semana, a la profesora se le ocurre corregir a los compañeros más inútiles que he tenido en toda mi vida, durante su presentación de hoy, haciendo que todos escucháramos su preciosa voz mientras repetía una y otra vez los errores de ellos, obligándonos a que ninguno saliera de la clase hasta que ellos acabaran de exponer (y ella de criticar su exposición).

Y por todo ese espectáculo de clase, ya se me está haciendo tarde para la fiesta. Riley va a matarme y eso que solo voy treinta minutos tarde.

Me termino de maquillar rápidamente en lo que leo un mensaje de mi amiga: «¿Te falta mucho? Son las 7:30, Sam»

Treinta minutos, treinta minutos en los que he pasado corriendo de un lado a otro en mi habitación cambiándome de ropa más que en mis veintiún años de vida. A eso hay que sumarle el maquillaje, el pelo, los zapatos, y a mi profesora, quien es la culpable de que la ropa no se me vea linda hoy.

Termino de retocarme el labial mientras me miro al espejo. Llevo un vestido corto de tirantes de color negro con brillos, ajustado al cuerpo, con unos zapatos de tacón alto del mismo color, un maquillaje bastante elaborado con sombras negras y grises brillantes y el cabello suelto y lacio.

Adoro arreglarme (cuando no hay profesoras de por medio que me alteren los planes) ya que son momentos de tranquilidad en los que me siento bonita, aunque sé que para finales de la noche este maquillaje estará arruinado si continúo con mi plan de beber hasta perder la cordura... De todos modos, sé que Riley no es de beber mucho y estará al pendiente de todo lo que haga. Las pocas veces que hemos salido de fiesta juntas, es ella quien ha terminado cuidando de mí, por decisión mutua claro, jamás la obligaría a hacer algo que no quisiera hacer.

Bajo las escaleras y camino hacia el salón donde está papá viendo la televisión con Molly en su regazo.

-¿Ya te vas? –pregunta.

-Sí, el taxi está afuera esperando.

-Cuídate mucho, si necesitas algo, me llamas.

-Sí señor –respondo y le doy un beso en la mejilla.

Salgo de casa y entro al taxi. Le doy la ubicación de la casa de Riley que está a unas cuantas cuadras de mi casa. Al cabo de unos minutos estamos frente a su puerta.

-Al fin, me iba a congelar en este frío con tanta espera -dice en lo que sube a mi lado.

-A mí también me alegra verte -respondo irónicamente.

Le doy la ubicación al chofer del lugar de la fiesta y este empieza a avanzar.

-¿Por qué tardaste tanto? Quedamos que a las siete pasabas, ¿recuerdas?

-Salí tarde de la facultad y solo fueron treinta minutos, Riley.

-Pues por eso, esos treinta minutos casi me cobran la vida allá afuera.

-Pudiste volver a entrar a la casa.

-¿Y soportarme a mis hermanos de nuevo? No, gracias.

Se me escapa una sonrisa mientras la miro. Riley es la hermana menor de tres hermanos, los dos mayores son hombres, Jack, de veinticinco años, un tipo agradable y risueño, y Taylor, que tiene veintisiete años, este es todo lo contrario a Riley. Le gusta hablar hasta dormido, es bastante extrovertido, como yo, solo que él es el doble, siempre demuestra mucho entusiasmo por todo, es bastante sociable y muy divertido, por eso él y mi amiga no se llevan muy bien, porque es un pesado y cuando se juntan los dos hermanos, es como si desataran un demonio, parecen críos de quince años.

Después de unos veinte minutos estamos afuera del edificio donde se llevará a cabo la fiesta. Riley y yo bajamos del taxi y empezamos a caminar hacia el edificio. Le enseñamos nuestras entradas al portero y este nos deja pasar con una sonrisa. Entramos al ascensor y subimos hasta la azotea. Las puertas se abren y el ruido de la fuerte música nos golpea. Ingresamos al piso en lo que recorro la enorme sala con la mirada. Está lleno de personas, a mi derecha está una barra y el pasillo a los baños, a la izquierda hay algunos sillones con parejas bastantes subidas de tono, más al fondo a la izquierda hay una pista de baile con algunas chicas en bikinis bailando, los chicos del equipo se la están pasando en grande mientras bailan con algunas de ellas y lanzan cerveza por todos lados.

Hago un gesto de desaprobación. Espero que ninguno de ellos tenga pareja o si no un montón de relaciones terminarán esta noche.

Continúo mirando la sala y al frente de mí, al fondo, hay un enorme balcón con una preciosa vista a la ciudad de Londres, donde en él hay varias parejas hablando tranquilamente.

-¿Pido algo para las dos? –me pregunta Riley.

-Por favor, necesito empezar a calentarme o me dará una hipotermia con este vestido.

-Te lo dije, por eso yo le soy fiel a los pantalones -dice orgullosa.

Camina hacia la barra y yo me adentro más apreciando el lugar. Detallo las hermosas decoraciones que inundan el local con los colores anaranjados y negro, que son los mismo que portan los uniformes de equipo de hockey. Hay montones de globos esparcidos por todos lados y luces de todos los colores que no dejan de girar.

En una de las grandes paredes hay algunas fotografías de los chicos. En ellas se muestran imágenes que fueron tomadas por profesionales en medio del partido y otras mal tomadas por ellos, en el camerino del instituto, mientras se rociaban con champán tal y como vinieron al mundo, tapándose las partes íntimas algunos con las manos y otros con una gorra con el logo del equipo.

Sigo recorriendo el lugar buscando algún rostro conocido en lo que esquivo a la gente que ya está demasiado borracha. Al fondo a la izquierda están algunos chicos del equipo que conozco, demasiado ocupados como para saludarlos. También hay algunas chicas que patinan en el mismo instituto, sentadas en los sillones del fondo. Pienso que podríamos integrarnos a ellas y...




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