—¿A dónde vamos?— pregunté pero no parecía escucharme o más bien estaba ignorandome — ¿Al menos puedes soltar mi mano?, Ya estamos dentro del auto, no creo que sea necesario, no me voy a perder — dije entre dientes y al fin logré que me mirará. Literal llevamos casi media hora aquí dentro y solo se dedica a jugar con mis dactilares como un niño pequeño, Min ¿Acaso estás falta de amor, cariño y protección?.
— No— me respondió devolviendo su vista al frente.
— ¿No que?— inquirí ya fastidiada.
— No te voy a soltar— entrelazó sus dedos con los míos con fuerza y sentí mi mano doler, sabia que ya estaba sudando pero este sujeto insiste en sostenerla.
— ¿Sabes lo que es el espacio personal?.
— Creo saber una definición de eso pero no estoy seguro— su cinismo es tan descartable — ¿Puedes explicarme?— hace una media sonrisa y me mira directo a los ojos haciéndome ojitos.
Lo observo por un momento, parece que jamás podremos hablar de manera civilizada, sin que deje de ser un cabeza dura, cree que puede hacer lo quiera conmigo, está muy equivocado.
— Olvídalo— parece que mi momento de valentía ha bajado.
Afloja el agarre sin embargo no me suelta, acaricia mis nudillos con sus dedos y parece entretenerse. Su tacto no es áspero y eso me agrada, su dedos son largos y finos.
—¿Para que son las flores? O para quien— eran una bellas margaritas naturales, recuerdo que cuando era pequeña me producían alergias, era una verdadera lastima pues la única vez que pude sentir su aroma mi cara se puso roja y el moquillo era abundante.
— Ten, llévalas tu— me las ofreció y como mi peor miedo me ache hacia atrás — ¿Pasa algo?.
— Pasan muchas cosas y una de ellas es que soy alérgica a las margaritas— cierro mis ojos y arrugó mi nariz evitando el menor contacto.
— Me lo hubieras dicho antes— aleja el ramo de flores de mi vista que a mí manera es un arma letal y chasquea la lengua, baja la ventanilla y hace el intento de tirarlas pero lo detengo.
—¡¿Que vas a hacer?!— Me coloco de rodillas sobre el asiento y agarró su hombro.
— No quiero verte estornudando y tampoco llevarte a un hospital por unas simples flores, le llevaré otras a mi padre, estoy seguro que él entenderá— entonces las flores son para su padre, con más razón voy a evitar que las bote.
— No es necesario que las tires, no tienes que ser tan radical— doy un suspiro— solo alejarlas de mi — Y como obra de algún poder divino cede.
— Alérgica a las margaritas...— se ríe— eso es ridículo.
— Ridiculo sería echar a la basura una flores tan hermosas— me acomodo cuando veo que vuelve a cerrar la ventanilla.
— Incluso si algo es demasiado bello no tienes porque soportar que te haga daño— dice dislocandome completamente.
— Dijiste que eran para tu padre, eso es algo importante.
— En realidad eran las flores favoritas de mi madre, quería visitar la tumba de mi papá, hace mucho no lo hago y...— dice como si las palabras hubieran salido solas, calla mordiendo su labio y da un suspiro pesado. No conozco a estre hombre, pero se que hay algo que tiene escondido, tal vez quiere verse fuerte ante los demás pero está claro que lo que halla o le este pasando le afecta, no sé, tampoco quiero hacer suposiciones, tal vez solo el recuerdo de sus padres le da nostalgia como a mi, soy una experta en ese tema.
No hago ningún comentario, no debo. Vuelvo mi vista al frente y con mi meñique busco su mano que me había abandonado, arrastró mis dedos poco a poco hasta llegar a mi objetivo, su mano que descansaba sobre el asiento, si ya veníamos así agarrados que más daba seguirlo.
— ¡Esto no quiere decir nada!— me justifico — es solo que hace frío... E...el clima — carraspeó mi garganta — ha estado horrible estos días.
Escuché una pequeña risilla de su parte y sonreí sin mirarlo — estamos a 35° C— susurra, me avergonzaba de mis propias acciones.
— Llegamos— dice el chófer de Min después de unos largos minutos de tensión entre YoonGi y yo. Es tan incómodo que no deje de mirarme y cuando le pillo solo aparta su mirada.
El lugar estaba repleto de un camino de árboles de copa alta y frondosa, la acera casi llena de pequeñas florecillas moradas y una reja negra en la entrada de lo supuse obviamente sería el panteón, está clase de lugares siempre me aterran y no porque crea que pueda aparecer un fantasma o un muerto levantarse de su tumba, nada de eso, tengo suficientes motivos motivos para odiar estos lugares.
— ¿Puedo preguntar algo?— digo al ver qué vamos en silencio -aun tomados de la mano-.
— Ya lo estás haciendo— lo dice tan serio que quiero volver a replantearme si sería correcta mi pregunta.
— ¿Cómo... Cómo murió tu padre?— me mantengo atenta a su respuesta y entonces se detiene.
— Enfermó— responde sin rodeos.
— Lo siento— hago una línea con mis labios, estoy siendo lo más franca posible.
Nos detenemos frente a la lápida y YoonGi se arrodilla acomodando las flores y quitando las que ya están marchitas. La tenue luz que se filtra por los árboles me da en el rostro, de pronto siento una opresión en el pecho, de una forma u otra se perfectamente que se siente que las personas que se supone estarían hay en tu proceso de cremiento, apoyándote ya no estén, no fue su culpa y eso lo sé pero no sé si este dolor que siento algún día se irá.
Limpio una lágrima traicionera con rapidez cuando veo que se pone de pie y da la vuelta. Levanto la mirada, la luz da con su piel blanca y el poco viento revolotea su cabello, por primera vez me atrevo a observar más a Min de cerca pero todo se interrumpe cuando posa si mano en mi mejilla con suavidad y me mantengo alerta.
— ¿Te pasa algo?— Lo dice en un tono leve de preocupación — ¿Acaso estás llorando?— Abro mi boca en intento de decir algo pero no me sale — creo que eres demasiado sentimental— esconde un fino mechón de cabello detrás de mi oreja y sonríe sin mostrar sus dientes. Cómo sea su sonrisa es inigualable.