Amor de Lobos

Capítulo cinco. Amenaza

Esa era la segunda mañana que soñaba con aquella voz.

Valeria despierta.

No tenía ánimos de despertar, siendo sincera lo único que quería era permanecer en ese relajante estado por muchas horas más.

Sé qué tuviste una noche pesada pero si no te apresuras te volverás a quedar fuera.

Posiblemente me estaba volviendo loca, y en mis delirios me ponía a recrear un ser, o más bien una voz, para así tener algo y no sentirme tan sola.

Pero a diferencia de la vez anterior que había despertado con aquel sonido colándose por mis oídos, algo más acompañó las palabras. No era algo que se escuchase muy a menudo, y dudaba haberlo escuchado antes con tanta cercanía.

No fue una palabra.

Fue un gruñido.

Abrí los ojos de golpe, y por un breve segundo vi una ráfaga oscura desplazarse muy cerca de la ventana, aunque posiblemente era algún tipo de fragmento del sueño, puesto que al girar la cabeza hacia la ventana, allí no había más que los rayos del sol.

Aunque una cosa sí podía resultarme extraña.

La ventana abierta.

¿Pero es que acaso la había cerrado? La verdad es que no podía recordarlo, el cansancio físico —proveniente de un motivo desconocido— tampoco me permitía analizarlo a fondo. Al final de cuentas ¿Qué caso tenía?

Rememoré aquella voz.

«Te volverás a quedar fuera».

Cómo si alguien supiese lo acontecido del día anterior y llegaba a

advertirme de los actos que no debía repetir. Sonreí tontamente por lo absurdo que aquello podía llegar a ser.

Pero la sonrisa se me esfumó de los labios al ver los restos del despertador sobre la mesita de noche. Los recuerdos de la noche anterior golpearon mi mente, trayendo el recuerdo de su presencia al pie de mi cama, aunque sabía que había sido causa al sueño, una parte de mí no podía evitar esa sensación sofocante que me invadía cada que pensaba en él más de lo que debía.

Cerré los ojos en busca de tranquilidad. Allá afuera el viento soplaba atrayendo consigo la música de la mañana. Sí, podía vivir con ello mucho tiempo más, pero si tenía la oportunidad de ir más allá, lo haría sin pensarlo.

Me levanté de la cama al percatarme que no tenía nada que me despertara a la hora indicada —y necesaria— para llegar al instituto.

Temerosa me enderecé en la cama y busqué entre la mochila, la cuál se encontraba sobre la cama a mis pies, viese por dónde se viese no era muy organizada.

6:08

Abrí los ojos sorprendida por lo temprano que era, no recordaba la última vez que había estado despierta a esa hora, y considerando de que aún faltaba para ir al instituto, pude haberme quedado en la cama un poco más de tiempo, a pesar de ello no tenía muchas ganas de quedarme ahí sin hacer nada.

Me dispuse a levantarme de la cama y organizar un poco el desorden que tenía en mi entorno pero, antes de eso me tomé un instante para observar más allá de la ventana, hacia aquella habitación del otro lado de la calle. Su cabello brillante y pálido se visualizaba sobre las almohadas, y segundos más tarde me di cuenta de su mirada puesta en mí. Aparté la vista de inmediato, sintiendo los golpes frenéticos entre mis costillas a causa de la vergüenza.

Hice cuánto pude hacer en el tiempo disponible que tenía, cuando terminé de ordenar los platos que utilicé para mí nutritivo desayuno me dirigí de vuelta a la habitación aún con el vaso de leche en mi mano.

Con cuidado alisé las sábanas para que quedarán lo mejor posible, comencé desde las almohadas hasta el pie de la cama y cuando llegué a una de las esquinas mi mano tembló. La humedad se pegó en mis dedos y me recorrió como una descarga eléctrica.

Estaban mojadas, las sábanas estaban mojadas.

Sufrí nuevamente un fragmento retrospectivo de la noche anterior y el sueño del chico sentado sobre mi cama. Debía ser una casualidad de mal gusto, aun así, no dejaba de ser perturbadora.

Llevé la mirada hacia la ventana y analicé las posibilidades de que la lluvia se hubiese colado por ahí, sin embargo, eso no sonaba como lo más exacto que pudo haber pasado. Si hubiese sido ese el motivo, la cama tendría que haber estado mojada completamente.

Pero solo lo estaba la esquina, y nada más que la esquina.

Aun así, tampoco podía considerar que lo de la noche anterior realmente había sucedido. Es decir, el hecho de que tu vecino se cuele durante la noche en medio de una tempestad y, que este mismo se desaparezca en los ocho segundos que te toma encontrar el interruptor es… más estúpido que cualquier otro motivo.

¿No?

Sea lo que sea que había pasado, tenía que tener una explicación, y yo no sabía si quería encontrarla o si prefería mantenerme ajena a cualquier asunto que pudiese resultar anormal.

Pero quizá mi vida estaba predestinada a envolverse entre las situaciones anormales.

***

Esa mañana pude llegar al instituto sin parecer una demente que corría hacia todas partes.

Además de eso, a mí alrededor nadie hacia comentarios ofensivos hacia mi persona, todo lo contrario, parecían estar siendo simpáticos conmigo. Me sonreían y saludaban, mi nombre ya no parecía ser desagradable y muchos inclusive me elogiaban diciéndome que me veía bien, yo siempre me había visto bien, pero nadie parecía notarlo.

Hasta que él lo notó.

Bryan había logrado que las burlas acabasen solo con llevarme en su auto y mostrarme un poco de amabilidad. Era tan influyente en el resto que no necesitaba siquiera esforzarse para conseguir algo.

En parte eso me molestaba. Aunque también debía de aceptar que me alegraba, y demasiado.

La única que parecía no estar de acuerdo y, que parecía dispuesta a desafiar los gustos de Toni era Ashley. Cada vez que nuestros ojos se encontraban se aseguraba de reflejar todo el disgusto que mi presencia le provocaba, y dicha situación podía resultar un tanto patética, puesto que yo no había realizado en ningún momento un acto lo suficientemente válido para recibir tales vibras de su parte.




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