Amor de Lobos

Capítulo nueve. Vigilancia

Cuando entré a la ducha, la pintura estaba casi seca. Lo más difícil fue sacármela del pelo, no solo por su espesura y tamaño, sino por lo tieso que se había vuelto. Mi hermosa melena había quedado como brocha vieja.

Después de casi arrancarme la piel tras un baño de veinte minutos —como mínimo— me enfundé en la camiseta roja, la cual tenía en la parte trasera escrito con letras llamativas: Torres.

Me quedaba a medio muslo, algo que me hizo sentir como si no llevara más que piel encima. En mi vida había usado algo tan corto, pero en dicho momento no tenía muchas opciones a las cuáles acudir.

Agradecí que al menos mi ropa interior se hubiera salvado.

Todavía con el cabello húmedo salí de la ducha, siendo la única alma en varios metros a la redonda. Mi ropa, zapatos y mochila yacían dentro de una bolsa plástica al lado de la puerta, el solo verla me encolerizó lo suficiente para tomar el valor de dirigirme al salón de clase y demostrar a Ashley que me valía un comino sus bromas.

Aunque realmente me valía más.

Mientras terminaba de anudar mi cinturón improvisado —una cinta de zapato de Toni— quedé frente a la puerta del salón de clases, en el cuál ya se realizaba la segunda clase.

Golpeé con los nudillos la puerta, y me quedé balanceándome entre mis pies, los cuales estaban metidos en las zapatillas húmedas. No las había mojado, solo les había pasado mis propias medias para eliminar la pintura. Aunque no habían quedado para nada limpias.

La puerta se abrió, luego apareció el rostro de la profesora. Me miró de arriba abajo, incrédula por mi aspecto.

—Hola —saludé, brindando una sonrisa amable y apenada.

—¿Qué haces vestida así? —Su voz no ocultó su estupefacción.

Que las alumnas anduvieran recibiendo clases vistiendo solo una camiseta del equipo, no era para nada normal. Me pregunté si eso iba contra reglas, pero ya era demasiado tarde para echarse para atrás.

—Bueno, tuve un… —Vi como la mirada de Daniel estaba fija en mí, intenté descifrar su gesto, pero me fue imposible—. Inconveniente.

La profesora enarcó una ceja. Era claro que desde su perspectiva parecía tratarse más que un inconveniente.

—Date la vuelta —pidió. Le miré confundida—. Date la vuelta Valeria, quiero revisar algo.

Sin tener otra opción, le di la espalda. No solo a ella, sino a todos los que estaban cotilleando desde el interior. De pronto sentí que la camiseta me quedaba mucho más corta de lo que pensaba.

Cuando los dedos de la profesora me rozaron los omoplatos, me recorrió un escalofrío.

»Torres —murmuró. Fue entonces cuando comprendí lo que estaba revisando. La procedencia de la prenda—. ¿Algo que decir Bryan?

Me di la vuelta nuevamente para buscar a Toni, este me miraba boquiabierto de arriba abajo, bueno, más de abajo que de arriba. Crucé las piernas y oculté mi ruborizada cara entre mi cabello.

—Ashley le ha dejado caer un bote de pintura encima, por eso no estaban en clase. Valeria estaba duchándose para limpiarse, y Ashley ha sido expulsada por tres días.

Alcé las cejas ante lo último. ¿Ashley había sido expulsada? ¡¿Por tres días?! Eso debía de ser lo más viral del momento. Ella, la hija del alcalde, siendo expulsada del instituto debía de estar cerca de convertirse en la más grande historia del Estado.

Sin estar exagerando.

—¡Oh! —exclamó la profesora, tan anonada como yo—. Comprendo. Adelante Valeria, necesito continuar la clase.

Encontrándome en dicho momento, ya no tenía muchos motivos para entrar a clase. Ashley se había ido, lo cuál indicaba que no iba a verme fingir fortaleza.

Miré a Daniel, cómo si él iba responder a mis cuestionamientos internos. El chico se echó para atrás, apoyando la espalda en el espaldar del asiento.

«Adelante» me pareció leer en su gesto.

Y como no tenía nada mejor que hacer, le obedecí.

Los primeros pasos fueron más difíciles de lo que había esperado, sentía que los zapatos tenían goma de mascar, haciendo que las plantas se adhirieran al piso. Me sentía como mosca en miel. No sabía el motivo de mis enormes nervios, porque entre mis opciones habían dos más considerables. La primera era la falta de costumbre por andar con esas pintas. La segunda las miradas de todos puesta en mí, cómo si fueran faros iluminando un barco.

Cuando llegué a mi lugar, Toni se puso de pie y se deshizo de la chaqueta, la cual muy amablemente me extendió para que me abrigara. Enrojecí por segunda vez. Aquello era demasiada atención de su parte, y yo estaba tan poco acostumbrada que no sabía que actitud tomar.

La clase dio inicio, y durante todos los períodos hice mi mayor esfuerzo para mantener la concentración. Sin importar cuántos ojos estuvieran puestos en mí.

***

Días atrás me había dicho a mí misma que estar cerca de Daniel era una calamidad, sin embargo, ese día un pensamiento no dejó de rondar por mi cabeza. A pesar de que Toni fingía que había olvidado lo sucedido durante la mañana, yo sabía que no era así, y que en el interior de su cabeza debían de estar procesándose varias hipótesis al respecto.

Lo cuál significaba, que debía de hacer algo al respecto.

Después de realizar múltiples planes que me condujeran a la respuesta correcta sobre las veloces apariciones de Daniel, opté por la que me parecía más accesible. Y rápida.

Estaba tan segura de que funcionaría que todos los ánimos se me subieron. Esa tarde descifraría el misterio, se lo diría a Toni, y no estaría preocupada de qué él se dejase guiar por su curiosidad hacia un acantilado. Porque claro, el único motivo para mí investigación encubierta era la protección de Toni, y nada más que eso.

Después de haber tomado mi decisión, procuré en mantener los ojos fuera del contacto de Daniel por el resto del tiempo que me quedaba en clase. Hacía como si él no existiera. Como antes de su llegada.




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