El rumbo de mi vida había cambiado completamente, encontrándome en medio de vivencias normales para las chicas de mi edad. El cambio que tanto había esperado realmente se llevó a cabo, sin siquiera esforzarme por lograrlo.
Aquello era suficiente para que estuviese conforme con mi vida, o al menos eso creía, pero lo cierto es que no me sentía completamente satisfecha. Los días seguían avanzando sin darme crédito a analizar o procesar lo que estaba sucediendo en mi torno, el nuevo papel que cargaba sobre mis hombros estaba comenzando a resultarme demasiado pesado.
Ya no era la chica perdida del bosque, desde el momento en el que acepté el acercamiento de Toni había automáticamente aceptado ser: la nueva chica popular de todo el Estado.
Tal hecho incluía ser el centro de atención, el tema principal en los cotilleos, ser la protagonista de los comentarios; tanto malos como buenos. ¿Estaba bien? Bueno, era mejor que recibir burlas constantemente, sin embargo, aquello no era lo que yo hubiera escogido para mí.
Lo único bueno de todo, era Toni. El chico que parecía ser sacado de un cuento de hadas. Claro, omitiendo sus errores pasados. Él era, en resumen: el chico perfecto.
Atento, caballeroso, cariñoso y detallista.
A veces, pensaba que era demasiado para mí. Y para cualquier otra chica común y corriente como yo. Él sin embargo estaba completamente seguro que yo era lo mejor en el mundo entero, no lo decía en voz alta, pero cada que sus ojos me miraban reflejaban toda la dicha que sentía con tan solo tocarme la mano y el cabello, que era una de las cosas que le fascinaba hacer.
Desde que me percaté de ello, opté por cambiar mi peinado aburrido y fuera de moda, por dejarlo en su mayor parte suelto, cayendo libremente sobre mi espalda y hombros.
La mañana de un lunes estaba frente al espejo pensando detenidamente en como lucir mi larga cabellera, decidiendo después de largos minutos, trenzarlo solo por la parte de arriba. Tenerlo sobre la cara cada cinco segundos no terminaba de resultarme agradable.
Cuando estaba por dar por finalizado mi sencillo peinado el timbre de casa sonó. Fruncí el ceño y extendí la mano para ver la hora, comprobando que Toni había llegado media hora antes a recogerme.
Apresuré mis manos para terminar pronto, y con la liga entre mis dedos bajé para ir a abrir la puerta, comenzando a tener un mal presentimiento.
Forcé una sonrisa antes de abrir la puerta, pero al ver a la persona al otro lado mi gesto se congeló. Aquello era posiblemente lo más hermoso y cautivador que mis ojos hubieran visto hasta entonces, y eso era decir demasiado cuando vivía en Monterbik, el sitio más perfecto en todo el mundo. Pero claro, el chico que yacía al otro lado de la puerta no pertenecía a mi mundo. Todavía.
—Hola —saludó él, sonriendo ampliamente.
Debido a mí estupefacción, no fui capaz de percatarme de su mirada confundida mientras miraba mi cabellera, que todavía no terminaba de recuperar su color natural.
Parpadeé, recuperando la compostura.
—Ho… hola —vocalicé con voz temblorosa. Pasé saliva por la garganta y me toqueteé el puente de la nariz para recuperar el control de mi cerebro—. ¿Quién eres? ¿Se te ofrece algo?
El chico bajó su mirada a mis ojos.
—Soy Marcos —respondió a mi primer pregunta, pero no pude prestarle demasiada atención debido a sus ojos tan fijos en mí—. Y tú debes de ser Valeria ¿Verdad?
Aquello cortó cualquier pensamiento que pudo haber estado pasando en mi cabeza.
—¿Cómo? —pregunté sorprendida—. ¿Cómo sabes mi nombre?
—Mi tía me ha hablado mucho de ti.
Alcé las cejas impactada. Aquel sujeto tenía una tía que me conocía, y por si eso no fuera suficiente para confundirme, él se encontraba en mi casa con un fin desconocido para mí.
—¿Quién es tu tía?
El chico —Marcos— frunció el entrecejo y me miró de arriba abajo interesado.
—Perdona, pensé que tu padre te había informado de nuestra venida —dijo él, y lució enormemente apenado.
Mi padre…
Cerré los ojos y sentí la vergüenza caer sobre mí. El chico era Marcos, pero no cualquier Marcos, él era nada más y nada menos que el sobrino de Ana. Mi nuevo inquilino.
Había olvidado por completo el acontecimiento, con tanto revoloteo en los últimos días mi cerebro había pasado dicha información a segundo plano.
—¡Oh Dios! —solté bajito, todavía abochornada por lo sucedido. Mi primera impresión definitivamente no había sido de las mejores.
Marcos se mordisqueó el labio para contener la risa, mi olvido debía de resultarle demasiado gracioso.
—Te habías olvidado de nosotros ¿Eh?
Negué con la cabeza ocultando mis mejillas bajo mis palmas.
—Lo siento, en verdad lo siento. Lo había olvidado por completo.
Algo demasiado extraño después de pasar las últimas semanas ansiosa por su llegada.
—No te preocupes, esas cosas… pasan.
Nos quedamos observándonos, yo sin saber que decir y él a la espera de algo.
Marcos tenía una belleza perturbadora, verle era como ver a Toni y Daniel juntos. Con la inocencia de uno y los secretos del otro. Su cabello era intensamente negro, y sus ojos de un grisáceo como las nubes de Monterbik. En resumen: era endemoniadamente atractivo.
—Que descortés de mi parte, adelante, pasa —dije, volviéndome a sentir estúpida. Abrí la puerta y me quité de en medio, lo necesario para que su enorme cuerpo entrara al interior.
Marcos era 30 centímetros más alto que yo, como mínimo, y probablemente pesara el doble de mi masa muscular. Todo en él era músculo, como si fuese un atleta o un boxeador.
Para tener 19 años, se veía bastante mayor, pero ese era un detalle que no le diría directamente.
—Espera, iré por algunas cosas al auto, me gustaría terminar de instalarme hoy, ya sabes, para comenzar la universidad lo más pronto posible, me parece que ya me he retrasado lo suficiente.