Amor de Lobos

Capítulo diecisiete. Una relación real.

Terminamos la tarea más rápido de lo que hubiésemos imaginado, así que decidimos ver una película para pasar un poco más de tiempo juntos.
Como era de terror, me pasé agazapada al lado de Toni. Aunque realmente, no me daba miedo, pero era enormemente cómodo y agradable apoyarme en él y aspirar su delicioso aroma.
Aquel, era uno de mis mejores momentos, de aquellos que quieres conservar para todo el resto de tu vida, resguardado con candados para que nada ni nadie lo perturbe.
En aquel momento, no podía sentirme más a gusto y tranquila. Estaba justo en el lugar que me hacía sentir: querida, protegida y comprendida.
No quería que la película terminara, pero, como es de suponer: lo hizo. Cuando comenzaron a aparecer los nombres de actores y encargados de la película, Toni se volvió hacia mí, jugueteó un poco con mi cabello y me dio un tierno beso en la frente.
Luego de unos segundos, fui consciente de mis lágrimas. Me limpie las mejillas y me miré los dedos confundida, sin saber el porqué estaba llorando.
Miré a Toni, avergonzada y temerosa. Pensé que preguntaría el motivo de mi llanto, pero él se limitó a sonreírme y limpiarme las mejillas con el dorso de su mano. Me hubiera gustado que preguntara, a pesar de que no conocía la respuesta, sentía que necesitaba aquella interrogante.
Toni volvió a besarme, pero esta vez en mi húmeda mejilla. Luego bajó de la cama —en la cual ambos estábamos medio sentados y medio acostados— se dirigió hacia la mesita de noche y del último cajón sacó una pequeña caja de terciopelo negro.
Cuando volvió a mi lado, sus mejillas se habían sonrojado.
—¿Qué hay dentro de esa misteriosa caja? —pregunté, sin poder minorar el temblor en mis palabras. Toni se toqueteó el cuello antes de responder nervioso:
—Esperaba hacer esto la noche de Fogata, sin embargo, ya no puedo esperar tanto y pasar cada hora del día imaginando este momento.
Se relamió los labios, se sentó en la cama y alzó la mirada.
»Valeria Russell ¿Quieres ser mi novia?
Abrió la caja y dejó al descubierto un collar de piedras brillantes, los cuales esperaba, que solo fueran una imitación barata de diamantes. Aunque lo dudaba demasiado.
Cualquier síntoma de lágrimas se desvaneció, no por el collar, sino por aquella pregunta. Entreabrí los labios y puse ojos de estar viendo lo más hermoso o, lo más terrible que pudiera tener enfrente.
Claramente para mí era lo primero, pero Toni entristeció la mirada al ver mi gesto, tomando aquello como una respuesta negativa.
—Yo… creí que… —se cortó, forzó una sonrisa y se dispuso a levantarse. Fue entonces cuando hice uno de mis muchos movimientos impulsivos, lanzándome hacia él para cogerle del cuello y, prácticamente, robarle un beso.
No era la mejor manera de darle una respuesta, pero tampoco me creía capaz de decirlo de una manera adecuada con palabras.
El chico se sorprendió por aquello, tardando más tiempo del debido para corresponderme.
—¿Qué ha sido eso? —preguntó luego de separarnos.
—¿Un beso de novios? —pregunté, sonriendo con picardía. Toni parpadeó perplejo, sonrió, parpadeó y volvió a sonreír. Aquella reacción me conmovió el corazón, le hacían parecer tan pequeño y frágil.
—Oh que maravilla —murmuró extasiado, todavía sin creerse del todo que, desde ese momento, teníamos una relación real.
Lo próximo que hizo, fue llenarme cada centímetro del rostro de besos fugaces y alegres.
Cuando terminó su desesperada muestra de cariño, prosiguió a colocarme el collar. Recogí el cabello para facilitarle el acto y, segundos después, sentí sus tibios dedos rozar la piel del cuello. El collar estaba frío, pero mi piel estaba demasiado sensible para que le importara aquello.
Y en ese momento, me di cuenta que podía vivir con aquello y ser feliz. Tuve por primera vez, la confianza que podía permanecer en Monterbik.
***
Me detuve en los escalones del porche y observé el pequeño y acogedor vecindario en el cual estaba ubicada la casa de Toni. Los farolillos iluminaban la calle con débiles destellos de luz amarillenta, haciendo que aquel sitio se viera un tanto melancólico.
Para Toni, levantarse en la mañana y ver a través de la ventana debía de ser un grato momento. Tenía mucho que apreciar, a diferencia de mí, que lo único que tenía por ver era un amplio bosque, una calle de terracería con hoyos y, por si no fuera ya lo suficientemente malo, tenía que ver a mi inexpresivo y raro vecino.
A mis espaldas, la puerta se cerró con un suave click, segundos después apareció Toni a mi lado. Su dulce aroma me hizo aspirar profundamente, tratando de conservar aquel aire por más tiempo del que realmente era posible.
Cuando estábamos a punto de ir hacia su coche, apareció el elegante vehículo color negro que prácticamente, todo el mundo conocía. En su interior se encontraba la mejor pareja que algún día pudo haber llegado al Estado de Monterbik, los cuales evidentemente eran los padres de Toni: Antonio Torres, el señor castaño, y Estefanía Sagastume, la pelinegra con brillantes ojos azules.
Al ver el auto me quedé de piedra, luego fui invadida por unos enormes y opresivos nervios. Me pegué a Toni para sentirme segura, como si los escasos centímetros que nos separaban significaran mi perdición. El chico me tomó de la mano y me dio un leve pero reconfortante apretón, el cual bastó para que no desfalleciera en ese momento.
El vehículo se estacionó. El primero en bajar fue el señor de la familia, el cual al igual que su hijo rodeó el coche y abrió la puerta a su queridísima esposa. Ambos comenzaron a caminar hacia la entrada ajenos a nuestra presencia, estaban tan ensimismados entre sí, que lo único que parecía existir para ellos era la presencia del otro.
Ver aquella veneración con la que hablaban entre sí, me dio un retortijón. Aquello era una familia, una familia real. Comparar su relación con la de mis padres, era vergonzoso en muchos sentidos. Mis padres jamás se miraron con complicidad, mucho menos con aquel deje de coquetería con el que se miraba la pareja que se encontraba frente a nosotros.
¿Tenía derecho a sentir envidia?
Desde mi punto de vista, sí.
Cuando llegaron a las gradas del porche, ambos se sobresaltaron al vernos. Ella dirigió su mirada hacia nuestras manos, y por un momento creí que su padre miraba mi pecho, aunque realmente miraba el collar que tenía puesto.
La mujer entreabrió los labios y formó una pequeña “o”. Luego, me brindó la más destellante sonrisa que pudo haber realizado su boca.
—¡Oh Valeri! —exclamó—. Has crecido tanto.
Miré a Toni nerviosa. Lo que había dicho su madre no me había parecido del todo cómodo, puesto que, evidentemente, yo no había crecido demasiado. Sabía que su intensión no era el de hacerme sentir mal, pero no pude evitarlo.
—Y todavía conservas tu asocial personalidad —comentó su padre, el cual también sonrió.
Sonreí apenada por aquel comentario. Estaba consciente de que no era la persona más cálida de Monterbik, pero alcanzar el nivel de asocial era uno que no esperaba haber alcanzado.
—¡Oh Dios! —chilló la mujer mirando directamente hacia mi cuello, y esa vez no tuve duda de que ellos conocían el significado de lo que llevaba en el cuello.
No supe cómo sentirme ante aquello.
Toni sonrió tímido pero orgulloso a la vez.
—Así es, Valeria y yo ya tenemos una relación real.
Estefanía nos miró con ternura y satisfacción.
—Desde que eran pequeños me imaginé este momento.
«Y yo igual» pensé, sintiendo que enrojecía de vergüenza.
Reaccioné en qué no había dicho ni una sola palabra, y busqué algún argumento para darles, llegando finalmente a la conclusión que lo más adecuado era darles un amable saludo.
—Es un placer volver a verles —dije con voz estrangulada, la cual por suerte, Toni fue el único en notar.
—El placer es nuestro nena. Oh por favor, díganme qué todavía no han cenado —pidió.
—De hecho, estaba por llevarla a casa para que lo hiciera…
Toni cortó sus palabras al ver la mirada acusadora de su madre. En ese momento supe que Toni no sólo había heredado sus ojos, sino también su dramatismo.
—Nada de ir casa sin cenar jovencita, esta noche nos acompañaras y celebraremos su noviazgo.
«Demasiado enserio» pensé, sintiendo pánico por el hecho de que fuera a perder el control de lo que estaba pasando. Hablábamos de un noviazgo, pero para los habitantes de Monterbik aquello era tan serio como un compromiso de boda. Los noviazgos cortos y pasajeros no eran para nada populares en aquel sitio.
Y, aunque en otro momento hubiera estado segura de compartir mi vida con el chico a mi lado, por algún motivo tuve punzadas de indecisión por aquel pensamiento.
Yo solo tenía 17 años, evidentemente no consideraba que aquel momento fuera el indicado para plantearse semejante decisión. Aunque claro, teníamos muchos años por delante en los cuales poder tomar alguna decisión definitiva y, por lo tanto, aplacé la decisión para más adelante, poniendo claro que lo único que debía de hacer por los momentos era disfrutar nuestra iniciante relación.
La cual sin duda alguna, sería el principal motivo de mis alegrías y dichas después de tanto caos por el que había estado viviendo. Pero las cosas no podían ser perfectas en la vida, por mucho que lo deseara. Así que de la misma manera que aquella relación era positiva, también sería el inicio de muchos problemas.
De ello me di cuenta esa misma noche cuando volví a casa. Cuando iba a abrir la puerta principal, esta se abrió mucho antes de que siquiera tocara la manija, dejando a la vista a un nada contento Marcos.
—¡¿En dónde diablos estabas?! —preguntó, aunque realmente lo había gritado, pero preferí pensar que lo hizo solo para hacerse escuchar entre el ruido de la lluvia, y no porque me estuviera reclamando por algo que no debía.
Me sobresalté al escuchar su voz, levanté la vista hacia él y miré a sus enfurecidos ojos grises, los cuales lucían más oscuros de lo normal. En su mirada vi reflejada una gran hostilidad.
Abrí la boca intentando pronunciar alguna palabra, pero era tanta mi estupefacción que solo dejé los labios entreabiertos balbuceando palabras que no se llegaban a formar.
—¿Pero quién te crees para hablarle así? —preguntó Toni a mis espaldas, sin su amabilidad de costumbre.
Al escucharlo, Marcos enarcó una ceja de forma burlona, le miró de arriba abajo y reprimió una sonrisa.
—¿Por qué no vas a qué tú Madre te dé el biberón? —inquirió, lanzándole una mirada de desprecio—. Este no es asunto tuyo.
Toni enrojeció de cólera, logrando solo contenerse por mi intervención.
—No es necesario que discutan —dije mientras colocaba una mano en el pecho de Toni y miraba de malas maneras a Marcos, que sinceramente, estaba tocando mis narices por su actitud.
—Sí que lo es —repuso Toni—. Eres mi novia, y todo lo que pase en tu vida es de importancia para mí.
Ante aquella nueva información, Marcos dejó de respirar y me miró incrédulo. Como si la noticia fuera tan estúpida que no merecía ni un voto de credibilidad.
—¿Novios? —cuestionó, sin rastro de enojo en su voz. Levanté la vista hacia sus oscurecidos ojos, tragué grueso y asentí con la cabeza.
«¿Y sus grises ojos?» me pregunté, pero no estaba en la mejor situación para ponerme a pensar en tan mínimo detalle.
Luego, Marcos soltó una risotada y se pasó las manos en el pelo, miró hacia nuestras espaldas y apretó los labios.
—Novios —repitió, frunciendo las cejas.
Después de eso, vi nuevamente la ira destellándole en los ojos, y justo cuando creí que iba a lanzarle un golpe a Toni, Ana se asomó a la puerta y le dio un apretón en el antebrazo.
—Marcos, la niña se está congelando acá afuera —dijo, ignorando por completo la tensión en el ambiente.
Marcos se zafó bruscamente de la mano de su tía, y, tras lanzarle una mirada matadora a Toni y a Ana, entró al interior.
Parpadeé, confusa por la extraña situación.
—Es mejor que entres Valeria, la temperatura está bajando demasiado y, si no me equivoco, tu novio debe de volver a casa.
A pesar de la tranquilidad de sus palabras, Ana tenía el rostro lleno de pena, la cual no supe si era debido a la vergüenza que le daban los actos de Marcos o, a una pena real de perder el control sobre el chico.
No le respondí.
Me volví hacia Toni y le miré ceñuda.
—No hagas eso —pedí.
—¿El qué?
—Discutir, y menos con Marcos. Es desagradable —expliqué, aunque no era del todo cierto. Verlos discutir no era desagradable, era atemorizante, no por la tensión en el ambiente, sino por la desventaja que tenía Toni con Marcos.
Bryan no había golpeado a nadie en su vida, y desde luego, el temperamento de Marcos dejaba claro que era algo que hacía muy a menudo. Un encuentro entre ellos significaría la pérdida de sus preciosos dientes, y no era subestimación a sus capacidades.
—Me esforzaré, pero no permitiré que se dirija a ti de esa manera.
Asentí con la cabeza, conforme con eso. Yo tampoco tenía en los planes permitir ese tipo de tratos hacia mí. Fuera quien fuera la persona.
—Ahora vete, ya me haré cargo yo —pedí, para luego ponerme de puntillas y darle un pico.
Sonrió, me acarició la mejilla y se alejó en una carrera hacia su coche. Divisé entre la lluvia y el cristal su mano moviéndose de lado a lado. Negué con la cabeza e hice lo mismo, despidiéndome de él por tercera vez en la noche.
Cuando el auto desapareció entre la oscuridad, miré hacia la casa del frente y divisé la sombra de Daniel en una de las ventanas del primer piso. Solté un suspiro y entre al interior.
Atravesé el salón guiada por las protestas de parte de Ana y Marcos, los cuales estaban teniendo algún tipo de discusión.
—¡Marcos! ¡Ya hemos habla de esto! —reprochó Ana exaltada. Me detuve, lo último que quería era ser imprudente con mi presencia. Aun así, quería escuchar un poco la conversación. No por ser cotilla, sino por comprender un poco la situación.
Era en busca de información, lo cual era completamente válido ¿No?
—¡Trata de entenderme! —exigió Marcos con voz gutural debido al enojo que sentía.
—¡Lo hago!
—¡No lo parece! —replicó él.
Fruncí las cejas, sin entender de qué iba su discusión.
—Acaban de conocerse, ¿qué esperabas? Además, fui clara al decirte que esto sucedería, es una niña bella, es obvio que alguien pondría sus ojos en ella. Y por favor, Marcos, no hagas una tontería, hacer esos disparates solo provocarán que te repugne ¿Es eso lo que quieres?
Agudicé el oído al percatarme que hablaban de una chica.
—No, no quiero eso —dijo él con un tono de voz mucho más suave—. Pero tampoco quiero que ese imbécil la toque.
Ana soltó un sonoro suspiro.
—Por ahora, es mejor que te hagas a la idea de que será así. Y por favor, no olvides tu promesa, no me importa cómo se desenvuelva tu relación con ella, dale hasta los 18.
Hubo un silencio en el cual aproveché para repetir mentalmente sus argumentos, acto que fue de muy poca ayuda. No entendía nada.
—Ya veremos —repuso él.
—Lo harás. Ahora, en vez de estarte comportando como un animal, busca la manera de ganarte su cariño de forma correcta. Sé que después no habrá opción para ella, pero me gustaría que al menos las cosas no sean tan forzadas.
Marcos soltó un gruñido.
—¡Maldita sea! Todo estaba bien antes que llegara ese parásito.
—¡Marcos!
Di un brinco en mi sitio, y llegué a la conclusión que había escuchado suficiente. Me alejé del salón escaleras arriba. Y, estando dentro de mí habitación, hice lo que hacía todas las noches. Con el vistazo a la habitación de Daniel incluido.
Echada en la cama con la mirada perdida en el techo, reflexioné sobre todo lo que había estado pasando durante los últimos meses. Todo era nuevo, pero de alguna forma, era muy diferente a lo que había esperado en mis muchas fantasías.
Todavía tenía meses por delante antes de que el instituto acabara, pensar en ello me quitaba el sueño, así que preferí dejar que las cosas escogieran su propio rumbo.
Me dejaría arrastrar como hoja en río.
Siendo quizá, una decisión equivocada.




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