Amor en Desorden

Capitulo 2 Un cínico llamado Adrián

El apartamento desordenado de Adrián. Una mezcla de caos bohemio con pilas de guiones sin terminar, cajas de pizza, y una pizarra blanca llena de ideas a medio pensar. La ventana está ligeramente abierta, dejando entrar el ruido de la ciudad, pero Adrián parece completamente ajeno a todo.
Adrián está sentado frente a su laptop, que muestra un documento en blanco. El cursor parpadea burlonamente, pero él no tiene ni una palabra. Lleva horas sentado allí, con una taza de café frío a un lado y una tostada quemada que parece haber sido olvidada.
"Guionista de comedias románticas bloqueado. Suena ridículo, ¿no? Todo el mundo ama el amor, excepto yo, al parecer. O bueno, lo amaba... hasta que lo apuñalaron por la espalda."
Se estira en la silla, frotándose los ojos, mientras el reloj marca las horas que ha perdido en esa misma posición. El apartamento está lleno de papeles arrugados y guiones abandonados, todo señalando un largo período de improductividad.
Adrián intenta escribir algo, pero lo único que logra es teclear una frase genérica: “Te amo más que a los días soleados”.
Se detiene, lo relee y suelta un bufido.
"¿Te amo más que a los días soleados? ¿En serio, Adrián? ¡Por Dios! No soy ni capaz de sentir entusiasmo por un café caliente, ¿cómo se supone que escriba esto? Maldita sea..."
De repente, su teléfono suena. Es Teresa, su agente, que parece tener un radar para detectar cuando está a punto de perder la paciencia. Adrián suspira y contesta.
—¡Adrián, mi guionista estrella! ¿Cómo van esas ideas maravillosas?
—Si por "ideas maravillosas" te refieres a una página en blanco y una tostada quemada, entonces estoy en la cima de mi carrera, Teresa.
Mientras habla, se levanta para echar un vistazo al humo que sale de la cocina. Se ha olvidado de su desayuno. Otra tostada ha sido sacrificada al altar del bloqueo creativo. Toma la tostada quemada con resignación y apaga la sartén, todo mientras mantiene el teléfono entre su oído y su hombro.
—Mira, cariño, te necesito al 100%. Tienes que terminar ese guion de boda y rápido. ¡Y por cierto, tengo otro trabajo para ti! Y antes de que te quejes, sí, es sobre el amor.
—¿Otro trabajo? Teresa, estoy bloqueado. No puedo ni escribir una declaración de amor para mí mismo, ¿cómo voy a escribir votos para otros?
—¡Exacto! ¡Votos matrimoniales! Para una boda súper importante. Elisa Navarro, la organizadora de bodas más demandada de la ciudad, está a cargo del evento y... bueno, ella necesita tu magia en los votos.
—¿Magia? Creo que confundiste magia con el hechizo de bloqueo creativo. Y además, ¿por qué demonios Elisa Navarro necesita que yo escriba algo? ¿No tiene un ejército de perfeccionistas trabajando para ella?
—Porque esto no es cualquier boda. Es la boda del año, Adrián. ¡Del año! Y esos votos tienen que ser inolvidables. Algo que haga llorar hasta a los invitados de piedra.
—Oh, claro, porque lo que el mundo necesita ahora mismo es otro discurso sobre amor eterno y almas gemelas. ¿Quieres que lo escriba con emojis también?
Teresa ríe, pero su tono no deja lugar a dudas.

—No te hagas el gracioso. Necesito que escribas esos votos, y los quiero perfectos. Esto podría ponerte de nuevo en el mapa, cariño. No me falles.
Antes de que Adrián pueda seguir quejándose, Teresa cuelga. Adrián se queda mirando el teléfono, asimilando lo que acaba de suceder.
"Votos matrimoniales... claro. Porque no hay nada más irónico que un tipo que ya no cree en el amor escribiendo promesas eternas para otros."
Adrián se encuentra con Gabriel, su mejor amigo, en el bar donde siempre se reúnen. Gabriel es todo lo contrario de Adrián: optimista, relajado y sin una sola complicación emocional. Siempre tiene una broma lista y, por supuesto, una opinión.
—Así que... ¿te han pedido que escribas votos para una boda? ¿A ti? —Gabriel ríe, dándole una palmada en la espalda—. Es como pedirle a un chef vegano que prepare un asado.
—Lo sé. Mi vida se ha convertido en una serie de malas decisiones. Y ahora esto. Teresa cree que escribir estos votos va a reavivar mi carrera. Pero, ¿cómo se supone que escriba sobre algo en lo que ya no creo?
—Bueno, puedes hacer lo que todo el mundo hace en las bodas. Fingir. Di algo bonito, lanza un par de frases sobre “el destino” y “el amor verdadero” y ¡bam! Tienes los votos.jajaaj
—¿Fingir? ¿Y si se me nota lo cínico? El único amor verdadero que conozco es el de las personas por su teléfono móvil.
Gabriel se ríe y toma otro sorbo de su bebida.
—Vamos, tío. No es tan difícil. Escribes historias de amor para ganarte la vida. Si alguien puede vender mentiras románticas, ese eres tú.
—Antes, tal vez. Pero desde que... bueno, ya sabes, desde que ella me dejó, se me ha hecho imposible. Todo me parece... falso. Las palabras salen, pero no significan nada.
—Lo sé, tío. Pero eso fue hace un año. Tienes que dejar de cargar con eso. Ella te hizo un favor, si lo piensas. Te dio una excusa para no creer más en todo ese circo del amor. Ahora solo... vive sin eso. Y escribe unos votos que suenen creíbles, aunque no los sientas.
Adrián se queda en silencio por un momento, sabiendo que Gabriel tiene razón. Desde su ruptura, ha dejado de creer en el amor, pero no puede dejar que eso afecte su carrera.
"Escribir sobre el amor cuando ya no sientes nada es como intentar encender una fogata con hielo. Y aunque Gabriel diga que finja, no soy tan buen actor como para convencer a una pareja enamorada de que el amor es eterno."
De regreso en su apartamento, Adrián revisa los correos y encuentra un mensaje de Teresa con todos los detalles de la boda. Elisa Navarro, la organizadora estrella, lo ha "invitado" a una reunión para discutir los votos. En otras palabras, está atrapado.
Mientras lee los detalles, su teléfono vuelve a sonar. Es Teresa.
—¿Recibiste el correo? ¡Todo está listo para que conozcas a Elisa mañana!
—Sí, lo recibí. Pero ¿no hay alguna otra forma de salir de esto?
—No, Adrián. No la hay. Este es un gran contrato. Si lo haces bien, vas a tener un sinfín de oportunidades después. Y, además... ya es hora de que superes lo que pasó.
—Sabes que no es tan fácil.
—No, no lo es. Pero escribir sobre el amor no tiene que ser para ti. Hazlo por ellos, por los novios. Hazlo porque es tu trabajo. No te estoy pidiendo que creas en el amor, solo que finjas lo suficiente para que suene convincente.
Adrián se queda en silencio, contemplando sus palabras.
"Fingir. Eso es lo que soy ahora. Un tipo que finge creer en algo que ya no existe en su vida. Supongo que es mejor que nada."
Finalmente, con una mezcla de resignación y un poco de esperanza enterrada, responde:
—Está bien. Lo haré. Pero no prometo que no haya alguna dosis de sarcasmo.
—Eso es lo mejor que puedo pedir de ti.
Adrián cuelga, mirando la pantalla de su laptop aún en blanco. Una parte de él todavía siente que todo esto es una gran broma,
Adrián se levanta del escritorio y se estira, mirando alrededor del desastre que es su apartamento. Suspirando, se da cuenta de que, más allá del caos físico, su vida emocional no está mucho mejor. Al menos con la escritura solía tener una salida para todo ese enredo. Pero ahora, con su inspiración desaparecida y su fe en el amor hecha trizas, se siente como un barco a la deriva.
"Genial, mañana me voy a encontrar con una organizadora de bodas que probablemente huele a perfección y cree que los votos matrimoniales son la solución a todos los problemas. Sí, claro. Nada puede salir mal."
Adrián agarra una cerveza del refrigerador y se desploma en el sofá, mirando su teléfono. Gabriel ha enviado un meme que lo hace reír por primera vez en horas, pero rápidamente su mente vuelve al día siguiente. No está seguro de cómo va a manejar esa reunión. Pero sabe una cosa: no va a ser fácil.
La reunión con Elisa será en el Federal Café es un sitio moderno y bohemio, situado en el barrio de Conde Duque, tiene una atmósfera relajada y los camareros que siempre parecen estar sonriendo. No es el típico lugar donde Adrián se imagina discutiendo una boda, pero al menos es neutral.
Adrián no puede evitar imaginar cómo será conocer a Elisa Navarro.




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