Amor en el alma

009.

"Algunas personas desprecian las cosas buenas en sus vidas por otras que carecen de sentido e importancia."

La esencia de tu amor - BeyondLoveFiction



 

Exótica sensación.

Es que no me canso pensarle como ritual cada mañana, al despertar y ver el sol caer y traer luz a mi ventana e iluminar por completo mi habitación, al ver la taza de café oscuro y cargado sobre la mesa de madera caoba y traer sus ojos a mi memoria de nuevo para despertarme, como si fuera lo único que necesitara para mantenerme despierta, no me canso de escucharlo tras la línea telefónica aun sabiendo que quiero más que eso; que no es suficiente escucharlo pero si me hace sentir más cerca, más segura de mi misma y de mis males psicológicos, no me canso de mirarlo a esos ojos tan hermosos y cautivantes que me hacen...

«Ni que lo miraras corriendo»

«No sé con qué piensas.»

«Aunque, la verdad, esto está tomando un rumbo más cliché de lo esperado»

De repente, los sumos se me bajan cuando le pongo atención a las vociferaciones dentro de mi hueco mental.

Me daría una pena —y una vergüenza —sobrehumana y descomunal que un día Axel, mi Axel, se metiera dentro de mi mente, —aunque ya se le está haciendo costumbre quedarse ahí durante horas, y no querer salir —o que tuviera un súper poder para leerlas o adivinar nuestros pensamientos y nuestras emociones, aún antes de que pensemos transmitir las o exponerlas, como nuestro poderosísimo Edward Cullen, y viera semejante consciencia que me gasto, me interrumpe en el momento más cliché y poético de mi existencia como mortal en este mundo efímero. Como si fuera malo ser sensible, como si mi vulnerabilidad no pudiera salvarme de ser vacía.

Si lo hace.

Nuestra sensibilidad es lo que va a salvarnos de ser mediocres ambulantes.

Bueno, es cierto, no tengo la culpa de que las consciencias estén destinadas a ser insensibles y a hacernos caer en razón, vagamente, sobre temas que ni siquiera podemos controlar, o sea ¿Quien en su sano juicio pensaría que la razón cuestionaría las decisiones egoístas y nefelibatas que toma el corazón en sus momentos de ensueños? —valga en este momento la oportuna redundancia —pero, a decir verdad, me daría una vergüenza que supiera lo insensibles que pueden llegar a ser mis demonios mentales y esas voces internas que a menudo amenazan con atormentarme, agudizando cada vez más los epitafios de la razón; llamando la muerte de los sentimientos en su más genuina y explícita expresión, me dan pena.

Me da pena tener en el hombro derecho un ángel enamorado, y al izquierdo un demonio ambicioso y celoso que cree que se lleva la razón por el cuello.

Ahora sí, ¿Puedo continuar?

«Sí, sí. Nena, tienes mi aprobación»

No la necesito, pero deseo continuar planteándome esto sin ser interrumpida.

Okay, aquí vamos, de nuevo con esta travesía de amor y locura desenfrenada, con un poco de bucle mental y una severa horda de crisis existenciales.

Puedo jurar y apostar todo mi talento a que el color de sus ojos brillantes y adormecedores será mi café oscuro y cargado de todas las mañanas renacientes que se asomen a mi ventana; que me acompañarán a ver salir el sol y verlo ocultarse, que será la alegría en medio de la amargura y ese degradado arcoíris en medio de tonos opacos y grisáceos que nos dejó el creador como prueba de su promesa, será el que aguante con esfuerzos todos mis insomnios infinitos durante las noches y las más oscuras madrugadas de dolor y ansiedad, y me mantenga despierta a toda hora, escribiendo estas prosas patéticas y a la vez poéticas con las que me llora el alma; cálido y dulce, de momentos frío y amargo, que te entorpece el espíritu y te hace respirar energía, fuego y no oxígeno.

Su brillante y reluciente sonrisa perfectamente cautivante es como cada terrón de azúcar, adictiva y energética, irreemplazable, provocativa incluso si te hace daño, capaz de solucionarlo todo en cuestión de segundos, atrayente, y a veces seria e intimidante.

Será como mi lluvia, también.

El responsable de que quiera ingerir café de manera compulsiva, aun cuando mi cuerpo está rindiendo con total normalidad.

Lo seguiré anhelando, seguiré queriendo beberlo antes de que se enfríe; seguiré anhelando fumarlo más despacio, intoxicándome los pulmones.

Lanzándose para cambiar repentinamente, cada momento de inocencia extrema con las que salgo con estupideces y hacer que la atmósfera cambie radicalmente al instante, a tal punto de comenzar a reír como focas epilépticas y olvidar la razón por la que hayamos perdido por completo la compostura.

Puede hacer temblar toda mi anatomía sin avisar con anticipación; enviar corrientes eléctricas a todo mi cuerpo y acumularlas en cada rincón de mi espina dorsal hasta estremecerme, incluso las neuronas más muertas.

Puede sacarme del suelo cuando me hundo en la suciedad de mi infierno existencial y enseñarme a nadar por mis inseguridades, aún en las corrientes más fuertes; aunque el barco se hunda, y darme oxígeno cuando me ahogo en mi ansiedad momentánea.

Sabe hacerme respirar cuando me falte el aire; hacerme olvidar los problemas de manera instantánea, y ayudarme a sentir que la lluvia no es tan mala. Sabe llevarme de vuelta a casa, hacerme sentir segura y protegida, sabe hacerme recordar, aprovechar y valorar cada risa que me hace sacar el mayor de mis hermanos y cada consejo que me hace yacer en mi lecho mientras lloro y ordeno ese mar de ideas y emociones dentro de mi mente turbia y confundida.

Me hace sentir en mi lugar favorito, ahí en la montaña, donde suelen lanzarse personas de aquellos parapentes; me encanta verlos, me encanta ver humanos volar y sentirse libres, por muy efímera que sea esa experiencia, permanecerá por siempre escrita en su mente y corazón, ansiando volver otra vez a ese sitio: el cielo.

Y yo sigo siendo cobarde, prohibiéndome a mí misma aquello que no conozco y de lo que no puedo hablar, sigo teniendo miedo a lanzarme, a aventurarme de esa manera.




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