Amor en el alma

013.

"No tengo respuestas para dar resumen más que agradecerle al viento por acercarme a tu perfume."

Mi plan A - Scrop

 

13

Rosas.

Soñé con una eternidad junto a él; apegada a su alma, a su espíritu, respirando profundamente de su esencia y disfrutando de su energía y su aura que me hacía sentirme plena y llena; pero, jamás se me ocurrió llenarme y completarme con mis propias piezas rotas, con todo y mis más oscuros secretos, con mis defectos más irracionales y mis inestables cambios de humor repentino que hacían que mi día se tornara oscuro, yo solo quería ser mi propio sol, pero de momento, solo se me ocurría que me sanaría si intentara llenarme con otra persona y fue mi error.

A los golpes entendí que soy la responsable de llenar mi propio vacío existencial.

En el sueño, que aunque por más que quisiera y por más que mis fuerzas humanas pidieran al cielo con anhelo que fueran reales, me sostenía de la mano mientras caminábamos juntos por un camino lleno de rosas hermosas, de todos los colores y con las fragancias más divinas y exóticas; de las más desconocidas, las más caras. Pero esas rosas no son mías, no eran mías.

Era obvio, si hubiese sido yo quien las cultivara, no me hubieran sorprendido.

Esas rosas solamente formaban parte del camino, aunque no fueran como yo pensaba o quisiera; los sueños son comunicaciones de nuestra alma con nuestro cuerpo, como si de cierto modo, fuera la forma en la que nuestra esencia se expresara en un tono silencioso, como un suspiro, como un grito ahogado. Como si fuera nuestra forma de auto-hablarnos, ya que cuando uno se habla a si mismo nunca se escucha.

Los sueños son una forma de existencia que no conocemos, como una sombra que se completa de lo que queremos y a lo que le tenemos miedo.

Cuando nos gritamos en nuestro interior y no nos escuchamos, las pesadillas comienzan a sucumbir nuestras noches de una manera intensa, adueñándose de nuestra tranquilidad y apoderándose de nuestro tiempo. Como si ignorar nuestra voz interior nos trajera consecuencias que nos quitaran la paz.

Y no es que los seres humanos sepamos estar molestos con nosotros mismos por mucho tiempo, a veces, durante ciertas ocasiones, comenzamos a escucharnos un poco más y comenzamos a tener encuentros más genuinos con nuestro interior; donde no necesitamos a más nadie que a nosotros mismos y nos acostumbramos a la soledad. Y ese es el insomnio, los despertares espirituales que tanto nos ayudan a sosegar nuestra alma y calmar nuestra hambre de encuentro entre mente y corazón. Y ahí somos nuestra propia rosa; somos pétalos suaves y aterciopelados, y también somos espinas. Somos un caos que más tarde embellecerá hasta los museos más famosos. Somos nuestro propio pincel, y a la vez, nuestro propio lienzo, queriendo hacer arte en la vida de otros incluso antes de terminar nuestra propia obra, queremos hacer carreras con quienes corren mientras no nos enfocamos en caminar por nosotros mismos y aprender a dar pasos firmes.

Era un lugar tan hermoso que mi mente soñadora voló tanto entre la extensa diversidad de colores que adornaban esta estancia, que mi mente nefelibata se hizo la idea de que de ahí salía la mismísima ambrosía.

Pero si así fuera, todo fuera tan falso como la mitología griega. Incluso nosotros, y en ningún momento, bajo ninguna circunstancia me permitiría deshacer mis acciones. Jamás me permitiría dejar de existir, dejar de abrazar a mi madre, mi padre, mis hermanos y mi sobrino; jamás renunciaría a lo sensible y bonito que la vida nos regala y poco aprovechamos, jamás renunciaría a mis metas, jamás olvidaría mi camino. Jamás renunciaría ni a mis recuerdos más dolorosos, ni a los más torturantes y agonizantes; no renunciaría a las marcas en mi piel que un día dolieron, pero tampoco me abriría de nuevo un herida ya cicatrizada.

Después de todo es parte del camino, cometer errores es parte de nuestra rutina, es una característica indispensable de la humanidad, siempre acompañada de la sensibilidad. Pero debemos aprender de ellos, aprender a valorar las estancias eternas y efímeras, los instantes de ahogo y cada uno de los sosiegos que nuestra alma necesite en cada uno de sus estímulos y necesidades espirituales, hasta los más profundos.

El mundo, aún en sus caminos más torcidos es perfecto, gracias a lo que hacen las personas que en él habitan.

Las personas hacemos el mundo, somos lo que queremos ver en los demás. Las personas hacemos los momentos, y de ahí los mejores recuerdos. Es como lo que demostramos, a veces las personas regalan aquello que desean recibir, pasa lo mismo con las acciones.

Supe que ahí nos había enviado Afrodita para que aprendiéramos a estar juntos, sin lastimarnos.

Sin dolernos.

Pero eso también es mentira; ni Afrodita existe, ni el amor sin dolor tampoco. Tarde o temprano, la ausencia de un ser querido tocará tu vida, algún día los puestos vacíos en las mesas serán más y no podemos evitarlo; la muerte es tan normal como el aire atravesando nuestros pulmones, tan incontrolable como nuestros estímulos y nuestras necesidades; y aunque me aterre la idea de perder a quienes amo, no le tengo miedo a la muerte.

Quiero morir sabiendo que alguien leyó lo que escribí, que sequé las lágrimas frías de personas que añoraban un hombro donde recostar su cabeza. Quiero morir sabiendo que mi mensaje y mis letras serán eternas, que si me leen diez personas, diez personas conocerán un nuevo sosiego para sus inseguridades y un nuevo cajón para guardar con llaves sus más oscuros miedos, y no sacarlos nunca.

Y nos detuvimos, es cierto, nos lastimamos por las espinas de una rosa que jamás sembramos, como debe ser, la herida cicatrizó cuando aceptamos que fue un error caminar a pies descalzos. Pero debemos acostumbrarnos ¿No es cierto? A ser lastimados sin tener la culpa, a saber llevar con inteligencia y constancia cada tropiezo que se nos atraviese en el camino, al final todos sufrimos por culpa de alguien más, todos lloramos sin hacerle daño a nadie, todos pagamos los platos que alguien más rompió.




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