La niebla era su aliada. Se deslizaba entre las calles de Whitechapel como una serpiente silenciosa, envolviendo todo a su paso en un manto de misterio y oscuridad. Jack el Destripador caminaba entre las sombras, invisible, intangible, como un fantasma que solo existía en los peores sueños de los hombres. Sus pasos no hacían ruido sobre el empedrado húmedo; sus manos, enfundadas en guantes negros, se movían con la precisión de un cirujano. Pero no era la vida lo que buscaba, sino la muerte. Y esa noche, la muerte tenía un nombre: Mary Kelly.
La cacería
Jack observaba desde la oscuridad, sus ojos fríos y calculadores escudriñando cada movimiento en el callejón. Mary estaba allí, apoyada contra la pared de ladrillos desgastados, su vestido raído y su rostro cansado iluminado por la luz tenue de un farol de gas. Había estado siguiéndola durante horas, estudiándola, esperando el momento perfecto. No era solo un asesinato lo que buscaba; era una obra de arte, una sinfonía de sangre y dolor que solo él podía componer.
— Tan joven — susurró Jack para sí mismo, su voz un susurro áspero que se perdía en la niebla — Tan frágil. Tan... perfecta.
Mary se ajustó el chal sobre los hombros, tiritando por el frío que se filtraba hasta los huesos. No sabía que estaba siendo observada, que cada uno de sus movimientos era analizado con una atención obsesiva. Jack sonrió detrás de la máscara que llevaba, una máscara que no era física, sino mental. Era la máscara de la normalidad, la que le permitía mezclarse con la multitud durante el día, invisible entre los hombres comunes. Pero en la noche, esa máscara caía, y su verdadero yo emergía.
La atracción hacia Elias
Mientras observaba a Mary, los pensamientos de Jack vagaron hacia Elias Fairchild. Había visto al joven rubio en El Espejo de Éter, bailando en el escenario con una gracia que lo había hipnotizado. Elias era diferente. No era como las otras víctimas, aquellas mujeres desesperadas y olvidadas por la sociedad. Elias tenía algo especial, algo que lo hacía brillar incluso en la oscuridad más profunda.
— Ángel caído — murmuró Jack, imaginando cómo sería acercarse a Elias, cómo sería tocar esa piel pálida, sentir el miedo en sus ojos celestes.
Pero no era el momento. Elias era un proyecto para más adelante, una obra maestra que requería paciencia y planificación. Por ahora, Mary era su objetivo.
El asesinato
La niebla se espesó, como si la propia ciudad estuviera conspirando para ocultar el horror que estaba a punto de ocurrir. Jack se acercó a Mary con pasos lentos y deliberados, su sombra fusionándose con la oscuridad. Ella lo vio demasiado tarde.
— ¿Quién... quién eres? — preguntó Mary, su voz temblorosa, sus ojos llenos de un miedo que Jack encontró delicioso.
No respondió. No había necesidad de palabras. En un movimiento rápido y preciso, Jack la agarró por el cuello, su mano fuerte y fría como el acero. Mary intentó gritar, pero el sonido se ahogó en su garganta. Jack la arrastró hacia un rincón más oscuro, donde la luz del farol no podía alcanzarlos.
— Shhh — susurró Jack, su voz tenía un canto suave y siniestro — No temas. Esto será rápido.
Mary luchó, sus manos arañando el aire, sus pies pataleando contra el suelo. Pero Jack era demasiado fuerte. Con un movimiento fluido, sacó su cuchillo, la hoja brillando con una luz tenue. La primera incisión fue precisa, un corte limpio que silenció a Mary para siempre. La sangre brotó, caliente y espesa, manchando el vestido raído y el suelo empedrado.
Jack trabajó con una precisión meticulosa, cada corte una pincelada en su obra maestra. La niebla parecía absorber los sonidos, convirtiendo el callejón en un escenario silencioso donde solo existían él y su creación.
Cuando terminó, se detuvo por un momento, admirando su trabajo. Mary yacía allí, su rostro congelado en una expresión de horror, su cuerpo convertido en un lienzo de sangre y dolor.
El regreso a la oscuridad
Jack se limpió el cuchillo en el chal de Mary, su respiración calmada y controlada. No sentía remordimiento, ni miedo, ni siquiera placer. Solo una satisfacción fría y distante, como un artista que ha completado su obra.
— Descansa, Mary — susurró, su voz y un eco en la niebla — Tu sufrimiento ha terminado.
Luego, se desvaneció en la oscuridad, como un fantasma que nunca había estado allí. La niebla se cerró detrás de él, ocultando el horror que había dejado atrás. Pero en su mente, ya estaba planeando su próximo movimiento. Porque en la noche, en las calles de Whitechapel, Jack el Destripador era el rey. Y nadie estaba a salvo.