Amor en la oscurida

Capítulo 1: Encuentros y Secretos

El campus universitario de Oakwood estaba en silencio esa mañana, las hojas secas crujían bajo el paso de los estudiantes que se apresuraban hacia sus clases. Emely se movía por entre la multitud con una mezcla de determinación y frialdad. Su cabello oscuro caía en ondas desordenadas alrededor de su rostro, y sus ojos verdes, ocultos tras unas gafas oscuras, observaban todo con una intensidad que asustaba a quienes la miraban.

Al llegar a su aula, Emely se sentó en la esquina más alejada del aula, apartada de los demás estudiantes. No tenía interés en socializar; su única preocupación era completar el curso de forma eficiente y sin ser molestada. Sin embargo, su plan para pasar desapercibida pronto se vería alterado.

-¡Hola! ¿Puedo sentarme aquí? -La voz era cálida y amigable. Emely levantó la vista para ver a Darwin, un joven de cabello rubio claro y ojos azules, con una sonrisa genuina en el rostro. La suavidad de su voz contrastaba con la frialdad del día.

Emely frunció el ceño y se inclinó hacia atrás en su silla. No esperaba tener que lidiar con la amabilidad de alguien en su primera clase del día.

-Creo que hay asientos libres en otra parte -contestó ella, con tono cortante.

Darwin no se desanimó. Se sentó en la silla a su lado, ignorando la clara señal de que no era bienvenido.

-Vaya, parece que no me has visto antes. Soy Darwin. ¿Eres nueva aquí? -Preguntó, mientras sacaba su cuaderno de notas y se acomodaba en su asiento.

Emely no respondió inmediatamente. Estaba acostumbrada a que la gente se apartara de su camino, no a que insistieran en estar cerca. Finalmente, se limitó a responder con una mueca incómoda.

-Sí. -Y se inclinó hacia adelante, sacando un libro de su mochila.

Darwin no parecía dispuesto a rendirse. Miró el libro en la mesa de Emely, un título en rojo brillante que no logró identificar.

-¿Qué estás leyendo? -Su curiosidad parecía genuina, no simplemente una táctica para iniciar una conversación.

-Nada que te interese -respondió Emely, casi con desdén.

A pesar de la fría respuesta, Darwin mantuvo su sonrisa.

-Quizás te interese saber que también estoy en el club de lectura de la universidad. Podría recomendarte algunos libros, si estás interesada.

Emely levantó una ceja, sorprendida por la persistencia de Darwin. No estaba acostumbrada a que alguien siguiera intentando, especialmente no alguien tan abierto y alegre.

-¿Y por qué harías eso? -preguntó, su tono un poco menos cortante, aunque aún desconfiado.

-Porque creo que todos necesitamos un amigo, incluso si no lo pedimos -contestó Darwin con una sonrisa sincera. Su voz transmitía una calidez que hacía que su amabilidad pareciera genuina.

Emely no sabía cómo responder. La honestidad en la voz de Darwin era inesperada y desarmante. Apretó el libro con más fuerza, como si eso pudiera darle algún tipo de protección.

-No necesito amigos -dijo finalmente, más para sí misma que para Darwin.

Darwin observó la expresión de Emely y supo que había algo más detrás de su actitud. Su sonrisa se desvaneció un poco, pero no perdió la esperanza.

-Entiendo. Pero si alguna vez cambias de opinión, estaré aquí.

El profesor entró en el aula en ese momento, y la conversación terminó abruptamente. Emely se sumergió en su libro, intentando ignorar la presencia de Darwin a su lado. Sin embargo, sus palabras resonaban en su mente, y por primera vez en mucho tiempo, se encontró cuestionando su decisión de mantener a todos a distancia.




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