Desde el día que te vi supe que ibas a tener un lugar en mi corazón, pero jamás espere que mi vida fuera un mar de lágrimas.
Capítulo 3 𝄞 Actuación
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Era el momento, el sol salía y el nuevo ciclo escolar estaba iniciando. Un parpadeo fue mucho para decir lo que la gente pensaba, tantos cambios. Muchos habían cambiado sus looks y parecía que estaban intentando subir en popularidad.
Algo que realmente no me gustaba. Si realmente querías resaltar, solo sé tú mismo y todo se irá acomodando. Claro que habrá personas que no te quieran y pensarán que es extraño o incluso que es algo incómodo, pero realmente es algo que nos hace resaltar individualmente.
El bullicio era algo que se extrañaba; las risas, gritos, golpes y sonidos rechinantes de una escuela promedio eran sonidos que algunos extrañaban. Y me incluía en ese porcentaje. Realmente estaba ansioso, todo menos por ver de nuevo a Miranda.
El timbre sonaba advirtiendo que la clase del primer y último año, antes de comenzar la universidad o incluso comenzar la vida, estaba por comenzar; suponía que el día iba a empezar fuerte. El bullicio se alejaba, los pasillos y escaleras empezaban a despejarse y verse aterradoramente grandes. Apresure el paso para llegar a mi salón.
Último año, salón A-104, misma clase que el año pasado; a veces pensaba que no podían cambiar los salones.
Unos desconocidos. Realmente no tenía ni idea de quienes eran ni la mitad de los alumnos. Podía distinguir uno que otro rostro, y lo que me preocupaba era ver a Miranda ahí.
—¡Amor! Te aparté un lugar—mencionó mientras palmeaba el pupitre tras de ella. Miré a todos lados, pero casi todos estaban ocupados. Vi uno que estaba realmente bien ubicado, pero Miranda se levantó y caminó hacia mí. Tomó mi brazo y me guió al asiento.
—No me ignores. ¿Qué pensarán todos si me sigues ignorando?
—Perdona, pero creí que había dejado en claro que tú y yo no somos nada —me senté mientras le murmuraba a Miranda.
—Oh, vamos, sí que lo eres. Ella tocó mi nariz con su dedo índice, dejándome atónito.
Mire a otro lado con desinterés. Luego vi que una chica de cabello alborotado llegó al salón. ¡Es la chica de ayer! Oh, esto era, asombrosamente, increíble. Me quería levantar y caminar a su pupitre y hablarle. La maestra llegó por la puerta.
—Jóvenes, bienvenidos a su penúltimo año en esta escuela. Sé bien que la emoción por volver a ver a sus compañeros es absolutamente insistente, pero, lamentablemente, hay que estudiar y aprender las cosas que, si es que escogen una carrera, servirán de base, y sus conocimientos harán de este mundo el mejor de todos. La maestra había entrado al salón con mucha energía; hablaba con la cabeza alta y con mucha seguridad. Miró a los alumnos y sonrió.
—Entonces deberíamos presentarnos todos como de costumbre y conocernos. Un joven sentado hasta atrás levantó la voz. Todos adularon y comenzaron a afirmar en alto que era una buena idea; algunas risas se escuchaban de fondo...
—A ver, sé que muchos ya se conocen y es por eso que tendrán la oportunidad de presentarse de nuevo otros días. Solo que, claro, hay caras nuevas. Y las personas nuevas son las únicas con derecho a presentarse en este momento —habló mientras movía sus manos de arriba hacia abajo. Tratando de calmar el alboroto.
La maestra miró directamente a la chica de ayer, luego deslizó su mirada hacia otra persona. Le seguí con la mirada, y el chico no parecía ser de este país. Era alto, bronceado y tenía ojos claros.
—Las damas primero —la maestra se sentó sobre el escritorio y miró como la chica se levantaba del pupitre con nerviosismo; luego otro chico se levantó. Las miradas de todo el salón estaban sobre ellos.
—Me llamó Adina, y solo para integrar creo que...
—¡Aburrido! —Miranda gritó. La miré y se estaba retocando el labial mientras se veía en un espejo redondo miniatura.
No podía decir nada en ese momento; la maestra miró con desinterés y sin sorpresa.
—Miranda, por favor, siempre tan irrespetuosa. —Miranda rodó los ojos mientras bajaba su espejo.
—Maestra, simplemente estoy dando pauta a que los chicos conozcan a la joven posterior a una presentación aburrida —ella cerró de golpe el espejo y miró fijamente al frente, retando.
—Miranda, una más y tendrás el primer reporte del ciclo escolar; romperías tu récord del año pasado. —Pude notar cómo Miranda soltó un suspiro.
La maestra se levantó y miró a Miranda. La maestra deslizó su mirada a Adina.
—Mencionaba que me encanta el arte; toco la guitarra y el violín —aplaudí, fue inesperado, ya que fue el primero, y después fueron los demás quienes se unieron a los aplausos. Ella me miró y sonrió. El corazón me dio un vuelco.
—Muchas gracias, Adina. Proseguimos con usted, joven.
Adina se sentó y miró al joven que seguía de pie.
—Soy Tyrone y soy muy, pero muy, nuevo por aquí. Si me equivoco en el idioma, por favor, ayudarme.
—Vaya, ¿de dónde eres? —todos prestaron atención. Algún que otro se torció en su pupitre.
—Canadá —el joven sonrió. Se sentó cuando la maestra le agradeció su presentación.
Rápidamente, todos empezaron a platicar. Los murmullos resonaban tanto que la maestra carraspeó y pidió silencio en el aula.
Me quedé observando a la chica; me encantaba cómo su presencia era sencilla.
—No le prestes tanta atención a esa chica; tú solo debes prestarme atención a mí, ¿verdad, amor? —Miranda me tomó del mentón y me acomodó para mirarla. La miré asombrado. Miré nuevamente a Adina, y ella estaba mirándonos; luego deslizó su mirada al frente.
—¿Amor? Tú jamás me habías dicho así —aparte su mano.
—Pero ahora, somos una pareja, puedo decirte así y otras más.
—¿Cuándo acepté yo eso?
—En el momento que empezaste a salir conmigo.
Miranda acercó su rostro al mío; yo me alejaba. La miro fijamente. Negué con la cabeza y ella comenzó a retroceder.