¿Desaparecerías conmigo?
O como podrías llamar a lo que nosotros tenemos ¿Aventura?
¿Por qué nosotros? De todos, a veces me pongo a pensar que la historia fluye más cuando estoy contigo.
Y me encantaría mucho que estuvieras conmigo. Pero, debemos hacernos una promesa, nuestra promesa.
Capítulo 5 𝄞 Confrontación
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Las clases transcurrieron normales; yo estaba realmente frustrado; la mitad del día me había tocado a Miranda; ella se pegaba a mi lado como una pegatina. Lo peor de todo era que no podía zafarme de ella. Las clases que me tocaban junto a Adina, aunque intenté que quedáramos cerca o incluso entablar una conversación, no podía. Ella se acercaba y evitaba que habláramos. En una clase incluso la insultó. Miranda sí que era una persona horrible.
No podía quedarme de brazos cruzados, y al final de nuestra penúltima clase me acerqué a ella.
—Miranda, tenemos que hablar —comenté en tono serio y profundo. Ella se volteó a mí, me sonrió e intentó tomar mi mano. Yo negué con la cabeza y la tomé por los hombros.
—¿Qué pasa, amor?
—No quiero que me llames amor, cariño o algo que sugiera que estamos en una relación.
—Es por la piojosa esa, ¿verdad? Ya verá cuándo la vuelva a ver. — Estaba a punto de alejarse, pero la sostuve más fuerte y obligué a que me mirara.
—No, Miranda, tú y yo no somos nada, no somos pareja ni novios; es más, a mí no me gustas. No te amo — No supe si lo que acababa de decir lo había dicho de la manera correcta. Solo quería sacarme ese peso de encima. Supe que ni aunque lo hubiera dicho de la forma más amable o correctamente posible, la reacción de Miranda sería la misma.
Ella palideció. Y se desplomó al suelo. Apresuró a auxiliarla, pero Miranda no daba ninguna respuesta; ella estaba inconsciente. La tomé en brazos y la llevé a la enfermería de la escuela. Estaba preocupado. Jamás había pensado que su reacción fuera de esa forma. Ni en un millón de años me había encontrado en una situación parecida.
Al llegar a la enfermería con Miranda en brazos, me apoyaron en recostarla en una camilla que tenían para nosotros. Al recostarla, la doctora se acercó a ella y comenzó a revisarla. Preguntaba sobre su condición, lo que había hecho antes o si tenía algún incidente que la hubiera podido dejar ahí. Pero no había nada. Fue espontáneo.
Estaba a punto de retirarme. Tenía la última clase y el proyecto con Adina. Luego, un calor extra se propagó por mis dedos. Sentía ese tacto, un tanto incómodo. Al notar que era, vi la mano de Miranda tratando de tomar la mía.
—¡Miranda! —la doctora se acercó a ella y la revisó.
—Estoy bien, creo que no comí lo suficiente.
—¿Te sientes mejor? —preguntó la doctora.
—Un poco, pero me siento mareada.
La doctora asistió —. Me alegro de que estés mejor. Sugiero que se queden aquí un rato. Cuando se sienta mejor, pueden irse —la miré sorprendida.
—¿Me podré retirar?
—No creo que a tu pareja le sienta bien que te alejes. Mejor quédate aquí en lo que se siente mejor — ahora no podía zafarme. Miré a Miranda, quien me miraba con desdén. Solté un suspiro y asentí. La doctora fue muy amable en acercarme un banco para sentarme junto a ella.
El tiempo pasaba, y mirando, no soltaba mi mano; empezaba a sentirla sudorosa y quería simplemente alejarme. Creo que ya puedes soltarme —mencioné, intentando girar de mi mano.
—Nuestro amor me ayuda a mejorar rápido. Quédate aquí conmigo —ella comenzaba a acomodarse placidamente en la camilla. Cerré los ojos. ¿Cómo podía hablar con ella? Ella lo único que hacía era ver lo que le parecía. Me acerqué a ella.
—Miranda, por favor. No puedes obligarme a amarte, podemos ser amigos, pero no una pareja. No puedo obligarme a amarte sabiendo que no amo a nadie. — Ya era tarde, la última clase iba a acabar, y podía sentir la vibración de mi celular en el bolsillo. Me apuraba que Adina pensara que la iba a dejar sola. Y yo jamás rompo mi promesa.
Ella se acomodó y me miró. —Yo jamás pierdo, y si crees que algún día terminarás conmigo, estás equivocado. Y si de alguna manera existe alguien que se haya robado tu atención, se la verá conmigo. Tú y yo, somos almas gemelas. De golpe se levantó, como si milagrosamente estuviera curada, y salió de la enfermería. La tensión que había dejado era palpable en cierto sentido. No tenía buena espina de lo que había comentado.
Con ese sabor amargo, salí rumbo a la entrada. El celular vibró nuevamente, y era Adina quien me había texteado que estaba esperando en la entrada principal. Sonreí tras guardar nuevamente el celular en el bolsillo y apresuré el paso para no hacerla esperar. Cuando al fin llegué, sin aliento, la vi parada viendo su celular en el árbol que estaba a un costado de la entrada. Grité su nombre, ella levantó su vista y me saludó con una dulce sonrisa. Corrí a ella.
—Lamento haberte hecho esperar.
—Me preocupé al no verte en la última clase. Pero me alegro de verte aquí. Creí que me dejarías plantada.
—Yo jamás haría eso, estaba ansioso por llegar. —mencioné con una sonrisa nerviosa.
Ella asintió —. Mi departamento queda cerca, espero no tengas auto, el estacionamiento está lleno y no me gustaría que lo dejaras...
—No tengo uno actualmente, se descompuso y necesito otro, pero no ahora, no tengo ningún problema en estirar las piernas.
Ella rió; la miré asombrado. Era una risa que jamás había escuchado. Era floja y silenciosa. Me reí con ella y seguimos caminando.
—Me voy a confesar, tu novia me da miedo —la miré con el entrecejo fruncido.
—En primer lugar, no es mi novia, y en segundo, a mí también me da miedo. No creo que sea sano para ella.
—¿No es tu novia? Lo grita a los cuatro vientos. Es irritante escucharla: "Zayran, mi amor" —imitó a Miranda en un tono agudo.
—De alguna forma se pegó a mí; por más que intente hablar, no puedo dejar que me deje, pero espero no me moleste más.