Amor en tiempos de reconstrucción

Mejoras increibles

La reconstrucción de Santa Esperanza avanzaba, aunque el camino hacia la recuperación completa seguía pareciendo interminable. Cada jornada traía consigo nuevos desafíos, pero también pequeños triunfos que, como ladrillos cuidadosamente colocados, contribuían a levantar un futuro más esperanzador. El sonido constante de martillos, sierras y voces animadas llenaba el aire, mezclándose con las risas de los niños que, entre los escombros, encontraban motivos para jugar y soñar. Había algo inquebrantable en la resiliencia del pueblo, un murmullo de esperanza que se extendía por las calles, entrando incluso en los corazones más abatidos.

Para Sofía y Alejandro, la cena que compartieron días atrás marcó un punto de inflexión. Lo que había comenzado como una relación estrictamente profesional ahora estaba teñido de una calidez inesperada. Aunque ninguno de los dos lo reconocía abiertamente, ambos sentían cómo las barreras que los separaban se iban derrumbando poco a poco. Las tensiones y discusiones iniciales habían dado paso a momentos de complicidad que, aunque fugaces, eran innegables. Cada sonrisa, cada mirada compartida, parecía construir un puente invisible entre ellos, uno que crecía más firme con cada día que pasaba.

Al día siguiente, Alejandro observaba a Sofía desde la distancia mientras ella organizaba una actividad en la iglesia. Rodeada de niños y ancianos, Sofía estaba decorando el interior con flores y dibujos que los propios niños habían creado. Su risa resonaba como un eco cálido, llenando el espacio con una energía que parecía revitalizar a todos a su alrededor. Alejandro, acostumbrado a centrarse en los detalles técnicos de las reparaciones, se encontró fascinado por la forma en que Sofía lograba convertir cada tarea en un acto de comunidad. Había algo magnético en su presencia, algo que lo desconcertaba y lo atraía al mismo tiempo, algo que despertaba en él una sensación nueva y profundamente inquietante.

Decidido a acercarse, Alejandro caminó hacia ella con su habitual actitud tranquila pero reflexiva, intentando en vano disimular la mezcla de nerviosismo y admiración que sentía al acercarse.

—¿No crees que estás haciendo demasiado? —preguntó, tratando de sonar casual, aunque su tono traicionaba una mezcla de preocupación genuina y una pizca de afecto.

—¿Demasiado? —replicó Sofía, levantando la vista mientras sostenía un ramo de flores frescas.— Si acaso, no estoy haciendo lo suficiente. Este lugar necesita más que ladrillos y vigas; necesita alma.

Las palabras de Sofía resonaron en Alejandro como un eco profundo. Por primera vez, entendió que la reconstrucción de Santa Esperanza no se limitaba a reparar estructuras; se trataba de devolverle al pueblo su identidad, su espíritu y su sentido de pertenencia. Antes de que pudiera responder, un grupo de niños corrió hacia ellos, interrumpiendo el momento con su entusiasmo desbordante.

—¡Señor Alejandro! —gritó Luisito, el más pequeño del grupo.— ¡Queremos ayudar! ¿Podemos construir algo?

Alejandro lanzó una mirada interrogativa a Sofía, quien respondió con una sonrisa cómplice. Había algo en su expresión que decía: "Esto también es importante".

—¿Qué dices, arquitecto? —preguntó ella, conteniendo una risa que iluminaba su rostro.— ¿Te animas a liderar a un grupo de aprendices?

Con un leve suspiro, Alejandro se inclinó hacia los niños, adoptando un tono más accesible que sorprendió incluso a Sofía.

—Está bien, pero tendrán que seguir las reglas. La primera es escuchar con atención. ¿Entendido?

Los niños asintieron con entusiasmo, y durante las horas siguientes, Alejandro se dedicó a enseñarles tareas sencillas, como medir tablones y mezclar cemento. Al principio, dudaba de su capacidad para manejar a un grupo tan joven, pero pronto descubrió algo profundamente gratificante en la alegría de los niños. Cada risa, cada logro, lo llenaba de una sensación que no había experimentado en mucho tiempo. Era como si, a través de sus ojos, redescubriera el verdadero propósito de su trabajo.

Desde un rincón, Sofía los observaba con atención, su mirada alternando entre los niños y Alejandro. Ver a este último interactuar con paciencia y calidez inesperadas revelaba una faceta de él que la hacía sentir más cercana. Había algo profundamente atractivo en la dedicación y sensibilidad que él demostraba, algo que la desconcertaba tanto como la llenaba de una extraña calidez. Y aunque intentaba racionalizar sus sentimientos, no podía negar el impacto que cada gesto de Alejandro tenía sobre ella.

Al final del día, cuando el sol comenzaba a ocultarse tras las montañas, Sofía y Alejandro se encontraron junto a la iglesia. Ambos lucían cansados, pero en sus rostros se reflejaba una satisfacción que iba más allá del trabajo realizado.

—No lo hiciste nada mal como maestro —dijo Sofía, entregándole un vaso de limonada fresca que había preparado con sus propias manos.

—No era tan difícil. Los niños son buenos aprendiendo —respondió él, aceptando la bebida con una pequeña sonrisa.— Aunque creo que alguien los preparó para que me dieran menos problemas.

Sofía rió suavemente, una risa que parecía disipar el cansancio acumulado y llenar el aire de algo ligero y reconfortante. Alejandro la observó por un momento más de lo necesario, notando cómo el resplandor anaranjado del atardecer resaltaba la suavidad de sus facciones y la calidez de su mirada. Había algo en ella que lo desarmaba, que lo hacía querer bajar la guardia como no lo había hecho en años.

—Digamos que tengo experiencia con ellos. Pero debo admitir que me impresionaste. Tienes más paciencia de la que pensé.

—¿Eso fue un cumplido? —preguntó Alejandro, arqueando una ceja con un toque de diversión en su tono.

—Tal vez —respondió Sofía, devolviendo la misma línea que él había usado días atrás. Ambos compartieron una risa ligera, un momento de complicidad que parecía consolidar el vínculo que estaban construyendo. Entonces, con un impulso que ni siquiera ella comprendió del todo, añadió:




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.