Amor entre líneas

01

Amelia estaba convencida de dos cosas en la vida: que el punto y coma estaba infravalorado y que enamorarse de tu jefe era una pésima idea.

—No es amor —se dijo por décima vez esa mañana mientras removía su café con una cucharita tan vigorosamente que el camarero la miró con cara de “¿estás bien?”.

—Es admiración profesional... con hormonas. Totalmente racional.

Claro. Porque todas las noches ella racionalmente soñaba con Adrián —el jefe, el editor, el hombre con camisa blanca y sonrisa torcida que arruinaba su concentración desde el primer día.

Pero el universo, con su cruel sentido del humor, había decidido añadir más drama a su ya caótica existencia.

—¿Me estás diciendo que ya lo arreglaste? —preguntó su mejor amiga, Clara, al otro lado del teléfono.

—¿El manuscrito o mi vida sentimental? Porque lo primero sí, lo segundo sigue siendo una comedia triste.

—No. Digo que mañana a las ocho tienes una cita. Te recogemos a las siete.

—¿“Te recogemos”? ¿Es una intervención?

—Es amor, Amelia. ¡Dale una oportunidad!

Amelia miró el techo de la cafetería como si allí estuviera escrita la excusa perfecta para escapar. Pero no la encontró. Clara ya había colgado.

Y así, con su dignidad arrugada como el borrador de su novela, Amelia se enfrentó a la realidad: tendría que sonreír, fingir que no estaba pensando en Adrián, y sobrevivir a una cita a ciegas.

Lo que no sabía... era que esa cita iba a complicarlo todo aún más.

A las 7:03 p.m., Amelia estaba sentada en el asiento trasero del coche de Clara, con la misma expresión que tendría alguien a punto de una colonoscopia.

—No puedo creer que me estés haciendo esto.

—No puedo creer que llevas tres años enamorada de tu jefe y aún no le has dicho ni “me gustas” en cursiva —dijo Clara, sin piedad mientras encendía la radio.

—¿Y qué esperas que haga? ¿Que le mande un correo con un gif de un corazón latiendo?

—No, espero que te relajes y le des una oportunidad a alguien más. Quién sabe, igual este chico te sorprende.

Spoiler: no lo hizo.

Su cita —Alejandro, de barba perfectamente recortada y camiseta blanca con frase inspiracional— resultó ser de esos que usan la palabra "networking" en una conversación informal. A los quince minutos, ya había mencionado su “marca personal”, sus cinco libros de autoayuda favoritos y el hecho de que meditaba dos veces al día, incluso en el baño.

—¿Y tú a qué te dedicas? —le preguntó Alejandro, con genuino interés mientras movía su teléfono móvil.

—Soy escritora.

—¿Pero de las que publican de verdad o de las que escriben en Wattpad?

Amelia parpadeó dos veces. Consideró lanzarle el menú a la cara. Optó por beber su copa de vino en silencio.

Para cuando llegaron al postre —una pannacotta que Alejandro aseguró que él podía “hacer mejor en casa”—, Amelia ya había revisado el reloj quince veces, mandado dos mensajes de auxilio a Clara y considerado fingir una reacción alérgica.

Y entonces… lo vio.

Al otro lado del restaurante, como si el destino decidiera meter el dedo en la llaga con elegancia, estaba Adrián. Solo. Revisando su móvil, con esa expresión concentrada que Amelia conocía bien. Y sí, claro, con la maldita camisa blanca.

—No puede ser —susurró.

—¿Lo conoces? —preguntó Alejandro.

—Es mi jefe.

—¿El que te revisa los textos?

—El que me revisa la vida entera —murmuró.

En ese momento, Adrián levantó la vista… y la vio. Se quedaron mirándose un segundo de más. Lo suficiente para que algo chispeara en el aire. Lo suficiente para que Amelia sintiera que su corazón hacía un triple salto mortal.

Y lo peor: él sonrió.



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En el texto hay: amor, comedia celos, romance y humor

Editado: 16.05.2025

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