Amor entre líneas

03

Amelia estaba convencida de que ese lunes ya no podía ir peor… hasta que Clara le escribió un mensaje de texto en mayúsculas:

“HOY HAY REUNIÓN DE EQUIPO. TODOS. SALA GRANDE. 11 A.M. NO FALTES O ME MATAS.”

Amelia miró el reloj. 10:57.

—¿Cómo que reunión de equipo? ¿Desde cuándo? —le murmuró a Clara al entrar corriendo a la sala, ya medio llena.

—Desde que el jefe quiere revisar proyectos nuevos en grupo. Creo que anda con una energía renovada desde el fin de semana… ¿Te suena?

Amelia le lanzó una mirada asesina.

Y entonces, por supuesto, la única silla libre quedó junto a Adrián.

Porque el universo, además de tener humor, tenía un tiempo perfecto.

—¿Te molesta si me siento? —preguntó con su voz calma.

—No. Claro. Es una silla pública —respondió ella, deseando poder ser absorbida por el suelo.

La reunión empezó con lo típico: presupuestos, fechas, calendarios.

Amelia intentó no pensar en que su rodilla rozaba la de Adrián cada vez que se movía.

Entonces él habló.

—Quiero probar algo nuevo. Narrativas personales, cercanas. Algo más… emocional.

Todos lo miraron. Incluida Amelia.

—Historias que se sientan como vividas. Que toquen algo verdadero.

¿Estaba hablando del manuscrito que le mandé? Amelia tragó saliva. ¿O era solo una coincidencia poética?

—¿Tienes algún ejemplo en mente? —preguntó Clara.

Adrián dudó por un segundo, y luego la miró directamente.

—Sí. Justo estoy leyendo un borrador que me atrapó desde la primera línea. Muy auténtico. Crudo, pero lleno de humor. Tiene una escena en un restaurante que es brillante.

Amelia bajó la mirada. Sentía que todo el equipo podía oír los tambores dentro de su pecho.

—¿Quién lo escribió? —preguntó alguien.

Adrián mantuvo el silencio por un segundo.

—Todavía no tengo permiso para decirlo —respondió con media sonrisa.

—Misterioso —bromeó Clara.

—Inspirador —dijo él, mirando a Amelia solo un segundo más antes de volver su atención al resto.

La reunión continuó, pero Amelia ya no estaba allí. Mentalmente, estaba volviendo al restaurante, al cruce de miradas, al mensaje con la frase subrayada.

Y lo peor es que no sabía si eso la aterraba… o la emocionaba.

Cuando la reunión terminó, Amelia salió lo más discretamente que pudo. Su plan era claro: evitar a Adrián, meterse en su escritorio y fingir que tenía una fecha de entrega inminente aunque nadie se la hubiera pedido.

Pero claro, los planes y Amelia no se llevaban bien.

—¿Tienes un minuto? —preguntó la voz que ella ya podía reconocer hasta con auriculares puestos.

Adrián.

Ella parpadeó. Una parte de su cerebro gritó “¡HUYE!”, pero su cuerpo, traidor, asintió y lo siguió hasta la terraza de la editorial.

Él le ofreció un café. Ella lo aceptó por reflejo. Mala idea: temblaban un poco sus manos.

—Solo quería decirte que tu historia es brillante —dijo él, sin rodeos.

Ella se quedó en blanco.

—¿Qué historia?

—La que me mandaste. Lo sé, quizás no querías que la leyera con ojos de editor, pero… es buena, Amelia.

Realmente buena.

Ella bajó la mirada a su taza.

—Fue un accidente. La mandé pensando que era otro archivo.

—Entonces bendito accidente —dijo él con una media sonrisa.

Silencio.

Ese tipo de silencio que tiene forma. Peso. Intención.

—La escena del restaurante… ¿es real? —preguntó con suavidad.

Ella lo miró. Y, por primera vez, no supo si quería mentir.

—Tal vez. Quizá tuve una cita catastrófica. Quizá vi a alguien conocido. Quizá… salí huyendo.

Él asintió, como si ya supiera la respuesta. Pero no la decía. No afirmaba nada. No se acercaba más. Solo la observaba como si ella fuera una frase que aún estaba intentando descifrar.

—¿Y esa persona conocida… es alguien que te hace escribir mejor o peor? —preguntó él.

Amelia lo miró. Sintió que el mundo se quedaba en silencio un segundo más.

—Todavía no lo sé —respondió.

Y ahí fue cuando Clara irrumpió en la terraza, como una ráfaga de aire caótico.

—¡Perdón, interrumpo algo? Oh… no, ¿verdad? Solo dos adultos compartiendo café. Nada de tensión rara, nada de conversaciones cargadas de significado escondido… perfecto, continúen.

Amelia se rió. Adrián también. Pero ninguno dijo nada más. Solo compartieron esa sonrisa. Esa que viene cuando los sentimientos están ahí, flotando, pero ninguno quiere ser el primero en decirlo en voz alta.

Por ahora.



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En el texto hay: amor, comedia celos, romance y humor

Editado: 16.05.2025

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