Amor entre líneas del tiempo.

Capitulo 1.

Al principio creí que estaba cayendo al vacío, pero luego comprendí que era al revés; algo me estaba jalando hacia arriba. Mi cuerpo se sentía a la deriva, pesado y liviano, todo al mismo tiempo. Tenía la incomprensible necesidad de abrir los ojos, pero estos no obedecían, era como si los hubieran pegado con cemento. Y, de repente, mi cuerpo comenzó a ser sacudido enérgicamente, pero este permanecía inmóvil. Luego una presión se cernió sobre mi pecho una y otra vez hasta que unos tiernos, fríos y cálidos labios rozaron los míos como si estuvieran besándome, pero en su lugar mis pulmones se llenaron de oxígeno obligándome a expulsar el agua que había en ellos.

-¡Srta.! ¿¡Me escucha!? ¿¡Está bien!?

La voz de un hombre pedía a gritos mi atención, pero yo estaba demasiado ocupada escupiendo agua como si tratara de imitar a una fuente danzante. Un par de manos grandes y gentiles me sostuvieron por los hombros para ayudarme a no caer de bruces al suelo. Cuando al fin despeje mis pulmones, tire mi cuerpo hacia atrás llevando conmigo al hombre que intentaba ayudarme, pero, poco me importaba en ese momento. Solo deseaba recostarme y cerrar los ojos tratando de descansar.

-¿Señorita? ¿Está bien, o, debería acaso preocuparme?

La voz era como música para mis oídos; gentil, dulce, grave y masculina a la vez. En pocas palabras: era perfecta. Gire mi rostro para ver el de mi salvador y fue cuando supe con certeza que había muerto.

-¿A caso – empecé de manera inquieta – estoy muerta? ¿Es este el cielo?

-¿Qué?

-¿No eres un ángel?

Sus ojos, dos esferas con el color gris de una atronadora y atormentadora tempestad miraron fijamente los míos. Sus carnosos labios se contrajeron en una sonrisa amable y cordial mientras intentaba encontrar sentido a mis palabras.

-No está muerta, por poco, pero aún sigue entre nosotros.

Él recorrió mi rostro con su mirada gentil y preocupada, supongo que estaba buscando alguna lesión; en cambio, yo, lo miraba por todos lados en busca de sus alas, aún sin creer que él no era un ángel. Rasco su mentón varonil con una sombra de barba de dos días mientras paseaba sus ojos entre mi rostro y algo, o alguien detrás de mi.

-Si me permite opinar Sr.

-Si James, dime tú opinión.

-Creo que la señorita está impactada y probablemente sufra de algún trauma por su experiencia cercana a la muerte; eso, y que no sabemos el motivo por el cuál cayó al agua.

-Tienes razón. – Le dijo el ángel en negación. – Podría haberse golpeado la cabeza y esa entonces, sería la razón de su confusión. James, amigo mío, tienes razón. Debemos llevarla al palacio.

-¿¡Qué!? ¡No! ¡Lucian, me prometiste un paseo guiado por la ciudad de Mythoria!

La voz chillona de una mujer hizo que mis oídos se crisparan de la irritación que sus alaridos quejumbrosos y caprichosos me provocaban.

-Lo entiendo Vanessa, pero está dama necesita ayuda y claramente el médico debe revisarla.

-¡Pero si es una desconocida! Déjala tirada allí y sigamos, no es alguien importante de todos modos. Se nota en sus harapos.

¿Harapos decía? ¿Pero quién se creía esa mocosa? Era uno de mis mejores atuendos, reservado para ocasiones especiales como la boda de mi mejor amiga.

-Vanessa, no dabas la impresión de ser una mujer tan desalmada – le dijo el ángel – creí que eras una dama.

-¡Y lo soy! Pero está mujer a interrumpido nuestro paseo. Aunque, soy comprensiva y entiendo si debe revisarla un médico, podemos llevarla hasta el pueblo y que la atiendan allí.

-No. La llevaré al palacio y que el médico de la corte la revise.

-Pero ¿¡Porque!? Tendríamos que regresar 11 kilómetros y ya tengo un itinerario muy ajustado. Tenía el recorrido de la ciudad perfectamente planificado.

Tanto parloteo de esa mocosa me había provocado jaqueca, mi cabeza daba vueltas como si estuviera en una calesita, el piso se movía y mi estómago pedía a gritos un bote de basura.

-Tienes razón Vanessa; que desconsiderado fui contigo, James.

-¿Si señor?

-Llevaré a la señorita en mi caballo hasta el palacio ¿Podrías encargarte de llevar a Vanessa a la ciudad?

-Si señor. Por supuesto.

-Y, por favor James, asegúrate de que la dama pueda seguir al pie de la letra su recorrido preestablecido por ella.

-¿Pero qué? ¡Lucian Drako! ¡Dime qué es una broma!

Por más que la mujer grito, él no le respondió y en cambio me elevó del suelo justo cuando mis ojos se cerraban nuevamente.




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