Amor entre líneas del tiempo.

Capitulo 2.

Mis oídos lograron captar el murmullo de más de una voz; tres eran masculinas, entre ellas estaba la del ángel, y dos eran femeninas. Una de ellas sonaba demasiado entusiasmada y al parecer mi presencia era la razón de ello.

-Elowen, debes tranquilizarte o la asustarlas cuando abra los ojos.

-¡Pero Lucian! ¿No has visto su cabello? Jamás he visto una cabellera con ese majestuoso color. Es tan hermoso y lleno de vida.

Quería abrir mis ojos, pero por mucho que lo intenté, estos no me obedecían. Se sentían pesados al igual que el resto de mi cuerpo; el efecto de la gravedad jalaba mis extremidades impidiendo que pudiera moverme.

-Doctor ¿Ella estará bien?

-Si su majestad.

-Ya te he dicho que me hables por mi nombre, sin títulos de por medio.

-Muy bien. Lucian, al parecer la joven solo cayó al agua y a simple vista no encontré contusiones. Aún así, realicé un escaneó completo y todo indica que está en perfecto estado.

-¿Y porqué no despierta?

-Quizá solo necesite descansar, su cuerpo sí destilaba mucho cansancio y agotamiento.

-Bien, entonces sería mejor dejarla dormir. Aunque….

-No sería bueno dejarla sola señor, estoy de acuerdo con usted.

Escuché como se alejaban de mí arrastrando los pies por el suelo. Nuevamente intenté abrir los ojos y de nuevo estos no respondieron. De repente, a mi mente vino el recuerdo del bartender y nuestra extraña conversación, luego, el regreso a mi casa donde me había encontrado con esa extraña y hermosa rosa. El gato, también lo recordaba y ahora tenía la urgencia de saber que era de él. Es increíble, yo estaba postrada en una cama en quién sabe dónde y con dios sabe quién, y lo primero que quería saber era si el gato había logrado salir del agua o no.

Redoble mis esfuerzos para abrir los ojos y está vez ellos pestañaron muy lentamente, como cuando tratas de despegar las hojas de un libro luego de que un niño pequeño les pusiera goma de pegar por diversión. El hormigueo de mis dedos se fue extendiendo al resto de mi cuerpo e incluso en los párpados tenía la sensación de albergar a cientos de hormigas. Para cuándo logré abrir los ojos del todo, también escuché pasos acercándose nuevamente hasta donde yo estaba. Intenté aclarar mi vista, pero lo único que podía ver eran grandes ventanales de cristal con cielo estrellado de fondo, pero aún así, todo eso lo veía borroso. Mi garganta estaba seca y se sentía áspera y rasposa como si no hubiera bebido agua en días, la cabeza me dolía, pero lo atribuí a la gran resaca que debía estar atravesando.

-Señorita ¿Está bien?

Reconocí la voz, era la del ángel que había decidido que mi salud era más importante que un estúpido paseo por la ciudad. Traté de responderle, pero mis labios apenas se movieron, estaban entumecidos.

-Espere un momento. – Él se movió para tomar algo de junto a mi cama. – Tomé, beba un trago y se sentirá mejor.

No m preocupe por lo que fuera que me estuviera dando, si quisiera lastimarme podría haberlo hecho cuando estaba inconsciente. Tome el vaso de entre sus manos y noté sus dedos largos y finos, ideales para el teclado de un clásico piano. Cuando el líquido toco mis labios era frío, pero al bajar por mi garganta este se convirtió en una bebida cálida y refrescante al mismo tiempo suavizando todo a su paso.

-¿Qué es esto?

Me sorprendió escuchar mi voz en perfecto estado, no se parecía en nada a lo que me había imaginado.

-Es un elíxir de menta, te verde y bayas del bosque; Torin, el médico de la corte lo preparó para cuando despertarás.

-Uh, debo decir que sabe bien.

-Me alegro de escuchar eso. ¿Hay algún síntoma extraño o dolencia que notes?

-No, de hecho, me siento mejor de lo que me imaginé. Por cierto ¿Quién eres y dónde estoy? Porque juraría que estaba muerta, pero tú insistes en que no es así.

Él se rio de manera divertida. Fue una risa alegre, fresca y muy encantadora, tanto que los bellos de mis brazos se erizaron con el retumbar de su risa. En la mesa junto a mi cama había una extraña lámpara de noche, era excéntrica, pero sin duda hermosa, y en la oscuridad de la habitación teniendo como fuente de luz el resplandor de la luna y el brillo de esa lámpara, podía a penas distinguir los rasgos del hombre.

-No entiendo tu extraña fijación por creer que estás muerta. – Dijo y en sus palabras pude distinguir una sonrisa haciendo que sonriera también. – Te puedo asegurar que estás tan viva como yo, o el resto de los presentes en este palacio.

Palacio. Ahí estaba esa palabra nuevamente y me era extraño escucharla ya que en Stormholm nadie poseía un palacio; es decir, la casa más grande del pueblo pertenecía a la familia Dragonear quienes eran los dueños de la mayoría de los barcos pesqueros y tenían dos fábricas dónde se procesaba el pescado. En el pueblo si alguien deseaba conseguir un empleo seguro y de buen salario debía llevarse bien con los Dragonear, lo cual era un poco difícil de hacer con Dallas, el hijo del medio de la familia; era un completo patán.

-En cuánto a sus otras dudas – dijo el ángel sacándome de mis pensamientos y trayéndome de regreso a la habitación junto a él. Pude ver la luz de la luna que se filtraba por los ventanales, perfilar su mandíbula cuadrada y el cabello negro, algunas hebras caían en sus ojos, pero eso no pareció molestarle. – mi nombre es Lucian Drako y se encuentra en la enfermería del palacio de Mythoria.

-¿Mythoria?

-Si, es donde estamos ¿A caso no eres de aquí?
Me devane los sesos tratando de recordar algún lugar con ese nombre o incluso alguna familia de apellido Drako, pero por más que lo intenté no logré recordar nada igual, ni parecido.

-La verdad es que no conozco este lugar ¿Es ciudad o un pueblo costero?

-Es la gran ciudad, Mythoria es el centro de todo y aquí es donde está el palacio, de hecho, estamos dentro de él como te dije antes.




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