Amor imperdonable de un millonario: (libro 1)

Custodia

Natalia. Hasta el son de hoy, no voy a dudar que fuiste una excelente mujer, pero se canso de esta vida de infierno, una vida en la cual no podemos salir a compartir como familia, porque estaríamos expuestos a nuestra propia muerte. Por ello decidió irse lejos y empezar de nuevo.
Llama muy a menudo a nuestro hijo, de hecho le envía muchísimos regalos. Alan adora a su madre, ella es hermosa tiene muy bonitos ojos son de color azul, exactamente iguales a los de mi hijo.

Por un momento en mi vida, quise dejarlo bajo su cuidado, pero no… Siento que a mi lado estaría mejor.
Pero con lo que acaba de suceder hoy, creo que lo mejor sería que él esté bajo los cuidados de su madre y ella estaría dispuesta a cuidar de él.
Levanté la manga de mi camisa y miré las huellas de pie que llevo tatuadas en mi brazo derecho, las cuales pertenecen a Alan.
Mi corazón se encogió tras recordar su voz clamando por un helado.
Le encantan los helados, lamento todo esto, me dirijo al baño y me doy una ligera ducha para cuando salgo me encuentro a mi hermana sosteniendo el teléfono en sus manos.
-Es Natalia-Tomó el teléfono de apuros y lo pegó a mi oreja.
-¿Natalia?-Conteste.
-H-hola Deivis, ¿Cómo estás?-Su voz sigue siendo igual de siempre, tierna y sencilla.
-Bien-Respondí rápidamente, soy el tipo de persona que no me gusta expresar mucho lo que siento, excepto cuando estoy ebrio. Bueno ese es otro tema.
-Sigues siendo igual de frío, bueno eso no importa en estos momentos, pero me alegra que estés bien. Por cierto, nuestro hijo se está recuperando de maravilla.
-Si eso escuché.
-Deivis-Dijo mi nombre con tristeza, conozco su voz y sé que está mal-Te pido que por favor me des la custodia completa de Alan.
Trague grueso y doy un suspiro, se que por partes tiene razón, y se que si ella coloca una demanda tiene todo el poder de ganar, pero…No dejaré que eso suceda, si me toca acabar con todos los abogados y jueces del país lo hago, sin pensar, no dejaré que nadie me arrebate a mi hijo.
Además con la maldita vida de perros que tengo, se que si ella se lleva a mi hijo, los van a asesinar a ambos, los Julios están ardidos, quieren venganza, quieren matar a toda costa.
-Natalia, ya hemos hablado de este tema, así que por favor no vuelvas a mencionarlo. O de lo contrario…-Hice una pausa ya que mi hermana me miró con imprudencia-Olvidalo-Colgué la llamada y le entregué el teléfono a Elisa.
-¿Que te he dicho acerca de medir tus palabras?.
-Mira Elisa, si vas a ayudar que no sea de esta tediosa manera, me tienen jodido-Sali del cuarto en toalla y me dirijo al jardín.
Esta maldita vida de perros que tengo, no puede uno ni pensar, ni respirar porque siempre hay problemas, llevo mi mano adentro de mi cabello y miro para el cielo.
Y pensar que Natalia es una mujer que tiene muchísima paciencia, pero cuando está al límite es muy peligrosa. Así que ojo con esa.
Mientras estoy perdiendo en mis pensamientos me acuerdo del abatido que tenemos que realizar para acabar con los estorbosos Julios.
Coral.
Esta mañana hice mi rutina de ejercicios, y me siento renovada aunque por dentro no dejo de pensar en él.
Quiero ir a su casa, se que pensaran que soy una estúpida o algo así. Pero a mí eso me vale madres, porque en estos momentos quiero ir a averiguar qué pasó con Deivis, y porque salió tan apresurado del karaoke.
Mi hermana me preguntó si era ese extraño hombre, y bueno, simplemente le dije que era un viejo amigo de la escuela. Cabe resaltar que le llamó muchísimo la atención pero bueno a lo mejor ya olvidó a su difunto amor clandestino. Que en paz descanse.
La criada nos preparó unas sopas de jaiba, bueno el marisco no es lo mío, pero aun así las comí, eso sí. Lo hice con la intención de no hacerla quedar mal.
Mientras me aplicaba rubor en mis mejillas escuché las carcajadas de mi hermana Carolina, debe ser que está leyendo otra de sus novelas románticas. Ay bendito sea Dios.
Me miro al espejo y me siento segura tanto de mi maquillaje como de la prenda sexi que elegí.
Me coloque un jean que estaba partido en las piernas y una blusa color negra la cual colgaba encima de mis hombros y me llegaba hasta el ombligo, y unos tenis negros para acompletar.
Me sentía segura y decidida en visitar a ese hermoso hombre, las mentiras siempre me acompañaban, cada vez que iba a salir tenía que echar una mentira nueva. Tanto así que a escondidas me dicen, trola.
Bueno no todo el mundo, solamente la criada, y mi hermana… eso sí, lo dicen cuando están enojadas conmigo.
Salí de mi habitación no sin antes aplicar mi perfume favorito, llamado Black Opium.
Huele delicioso.
Llegué al garaje y decidí ir de viaje junto con mi bebé. Mi moto.
La compré hace cuatro años, de vez en cuando la uso, ya que es muy explosiva, pero como voy para una parte bastante alejada de la ciudad, me gustaría ir en ella.
Tomo a mikki como le apode ya que es sin duda una belleza, dejó reposar mi sexi trasero encima de ella y de inmediato siento como sus mofles calientan, listos para explorar y conocer un mundo nuevo.
Me coloco el casco negro y luego salgo del portal a toda marcha, tenía miedo de que mi hermano dijera algo, pero no… No lo vi por ningún lado.

 




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