Amor imperdonable de un millonario: (libro 1)

Juzgado

Las vías estaban despejadas y el fresco aire de la brisa hacía volar mi cabello, a la velocidad con la que voy creo que llegaré en menos de cuarenta minutos.
Luego de viajar solo unos minutos llegué a la casa en la cual Deivis me trajo aquel día, a las afueras estaban tres de sus hombres vestidos con un uniforme formal de color negro.
Sus rostros eran fríos y sus mandíbulas estaban apretadas, estacioné la moto a una esquina y luego bajé dejando el casco en el cacho de la moto.
-Buenos días señores se encuentra el señor Deivis?-salude con timidez y luego pregunté con un poco de miedo la verdad sus rostros no son nada, comparado con los estúpidos, inútiles hombres de hermano.
-¿Quién es usted señora?-Preguntó uno.
A decir verdad estos tres hombres no fueron los mismos que llegaron al club con Deivis aquella noche, estos son un poco más jóvenes.
-Yo soy una amiga-uno de ellos soltó una pequeña carcajada y luego miró a los otros.
-Señora vuelva por dónde vino, nuestro jefe ordenó que nadie visitara.
-Pero señores ya he venido antes-Me interrumpe.
-Además el jefe no se encuentra.
-¿No sabe usted a qué hora llega?-Dije con la esperanza de saber más acerca de él.
-Señora deje de ser tan preguntona y regresé por dónde vino, o de lo contrario tenemos órdenes restrictivas.
No sé qué ha pasado, la casa de Deivis se encuentra silenciosa, y estos hombres no tienen buena pinta de amigables.
Asentí con un poco de decepción y luego hice girar mi cuerpo para dirigirme a la moto, pero la voz de una chica me detuvo.
-¡Espera!-en cuanto volteo me encuentro con una chica de piel mestiza y ojos negros, su cabello era castaño pero tiene el mismo rostro que Deivis.
-¿Me hablas a mí?-me preguntó mientras llevo la palma de mi mano hacia mi pecho.
-Si, me puedes hacer el favor de acercarte un poco, es que quiero hacerte un par de preguntas.
Me acerqué de apoco hasta las rejas en dónde se encontraba aquella joven mientras me miraba con sus cejas fruncidas, llevaba puesto un vestido de color rosa y unas zapatillas cerradas.
En cuanto me acerqué a ella, noté como sus ojos se ensancharon luego de ver mi rostro.
-Puedes entrar-Me invita a pasar.
-Pero señora su hermano dejó dicho de que nadie tocará la villa, ¿por qué deja entrar a esta extraña mujer?-Dijo el escolta.
-No te preocupes, la conozco-eso que dijo me dejó sin palabras, la verdad jamás la había visto y escuchar eso de ella me dejó helada.
Entré a la villa y miré de reojo a los hombres.
Ella caminaba delante de mí y veía como su hermoso cabello galopaba encima de su cintura.
-No tengas miedo, mi hermano me dijo que podías entrar-osea que él le dio esa orden a ella, pero no entiendo cómo es que ella supo que era yo.
-Eso veo-dije encogida de hombros.
Entramos a la sala de estar y ella me brindó un café.
Mientras tomaba la taza de café ella sonreía de lado a lado.
-¿Te gusta mi hermano?-Preguntó de golpe, y pega sus carnosos labios a la taza.
No sabía qué decir, aunque era necesario decirle? trague grueso y cruce mis piernas.
-Bueno… Solo somos amigos-Ella hizo un sonido extraño con su boca, de como quien dice, amigo el ratón y el queso.
-¿Desde cuándo se conocen?-Preguntó de nuevo.
-Solo un par de días-Ella suspiro.
-Comprendo-Me miró con una sonrisa malévola, ay dios mío, nunca me había sentido tan presionada como hoy-¿Cómo te llamas?-Me pregunta nuevamente.
-Me llamo Coral-Pega otro sorbo a la taza de café.
-Que nombre tan bonito tienes-Asentí, pensé que las preguntas se habían acabado pero no…-¿A qué te dedicas?.
La verdad soy la encargada de llevar el control de las cuentas financieras de mi hermano.
-Manejo la contabilidad en una empresa.
-Que bien, a decir verdad tienes un rostro muy hermoso, pensé que eras modelo o algo así. Bueno al menos ese es el tipo de mujer que le gustan a mi hermano, la verdad no sé exactamente qué vio en ti. Bueno sin ánimos de ofender.
Claro, sin ánimos de ofender, a ver tonta, no me ofendiste, me mataste.
-Coral dame un momento-ella llamó a uno de sus hombres.
El hombre llegó rápidamente y ella le susurró algo en el oído.
No sé de qué estarán hablando, malo hice en entrar a la casa de Deivis, sin que no estuviera, ahora estoy en un juzgado ¿qué sé yo? el escolta me mira de reojo y luego asiente.
La mujer se levanta de la silla y se dirige hacia las escaleras sin siquiera mirarme. ¿Qué me van a hacer ahora?.




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