Llegamos a una tienda de ropa muy conocida aquí en Colombia. Kynbara.
-Amor, elige todo lo que quieras-Me dice mientras saca un de sus tarjetas.
Estaba entre la espada y la pared, por un lado podía aceptar todo de él, desde viajes y todo el dinero que quisiese . Pero… Por otro lado me estaba sometiendo a un inmenso túnel sin salida, ser la novia de un hombre que tenga enemigos no es fácil, conozco la mafia, soy hija del jefe de la mafia latina. Y conozco esta vida, cuando entras es difícil salir.
-No puedo Deivis, no puedo aceptar nada de ti-Me miro confundido. Era como si un balde de agua fría cayera en su espalda.
-Esta bien, no te regalaré nada-¿Enserio se rindió? me dió la espalda y luego se subió a su auto.
-¿A dónde vas?-Cuestionó dirigiéndome al auto.
-Iré a la empresa, nos vemos otro día-Sonrió y de inmediato encendió el auto.
¿Qué? Esto tiene que ser broma.
Se ha ido, y me ha dejado aquí.
Me doy un golpe en la cabeza con la palma de mi mano.
-Tonta, tonta. ¿Porque no dejaste que te hiciera un detalle?-Estaba asustada, mis mentiras estaban cobrando factura, era ese miedo que se oponía para dejar que avanzara.
La verdad cambie mi forma de ser con él, luego de enterarme que estaba involucrado en la mafia, o al menos eso entendí. Creo que estoy tomando todo a la ligera, sin antes conocerlo.
Saque algo de dinero y tome un taxi, le dije al conductor que lo siguiera, no lo voy a dejar escapar, tengo que saber que es lo que oculta.
Luego de algunos minutos llegamos a un local bastante alejado, era más bien un pueblo en el cual había una pequeña industria.
Bajo del taxi de manera sigilosa, Deivis caminaba en total confianza hacia las entradas de lo que parecía ser su empresa. Caminaba por un andén que estaba en la mitad ya que alrededor de este habían unas enormes hierbas las cuales llegaban por sus piernas.
En ningún momento miró para atrás, estaba muy relajado y la verdad tampoco se ha dado cuenta de que yo estoy tras él.
Saludo a un par de hombres que estaban cuidando la entrada, ¿Y ahora? tendré que quedarme aquí afuera.
Me agache en las inmensas e incómodas hierbas, a esta altura ellos no pueden verme …
Minutos más tarde.
Sople mi boca del agotamiento ya habían pasado algunos minutos, el sol ya estaba demostrando su existencia. Mire hacia el cielo y mis ojos ardieron, el sudor se había incrustado en estos, ya es de medio día, y para mí mala suerte este es un solar no hay siquiera un árbol para reposar el sol.
Estaba por rendirme pero luego escuché la voz de Deivis.
-¡Excelente!-Me acerque un poco más mientras arrastraba mis rodillas contra el piso, y las hierbas se metían dentro de mi cabello. Era la sensación más horrible que había sentido.
Mi ropa está hecha una porquería, pero eso no impedía mi intención de escuchar hasta el más mínimo detalle.
-Jefe, las cosas se han puesto muy duras, la mercancía está llegando un poco mojada y el producto llega en mal estado-la mercancía, exacto, entonces es un maldito traficante.
Luego de algunos minutos un camino se estacionó al frente de la "Empresa".
De este salió un señor de edad avanzada, llevaba puesta ropa de color blanco y una gorra amarilla.
No podía ver más allá ya que el camión se colocó justo en la mitad, la única manera de poder seguir viendo era darme la vuelta y no iba a hacer esa estúpida tontería.
A los pocos minutos varios hombres sacaban bultos de lo que parecía la mercancía, y los montaban encima del camión, Deivis estaba afuera mientras apuntaba algo en un cuaderno.
Él daba órdenes sencillas como.
«Cuidado y rompen algo» «Esto tiene que llegar sano y salvo»
Mis rodillas tiemblan, llevo mucho tiempo bajo este sol, esperando una respuesta para mis dudas y vaya que ya la obtuve.
Ahora solo falta el paso dos, que será perseguir hacia a dónde va esa mercancía.
Me oculte un poco más bajando mi cabeza y cuello ya que Deivis empezó a mirar para todos lados, ahora sí se complicó la cosa.
Levanto mi cabeza en cuanto coloca su mirada hacia el cuaderno para otra vez escribir.
Luego de que los hombres subieron todo al camión este arrancó no sin antes Deivis ordenarle a uno de sus hombres que escoltara al camionero.
Ya el camión se había ido, ya mis respuestas estaban más que claras, él es un traficante de drogas.
Solté un respiro de decepción, pensaba que a su lado iba a estar alejada de las drogas y la mafia, pero me equivoqué. Es igual que el odioso de mi hermano.
El destino para muchos está más que escrito, la muerte. salvo a los que se alejan y que probablemente cuentan con la suerte de no ser perseguidos o de lo contrario serán asesinados por renegados, en este mundo o matas o mueres.
Me levanté del piso y luego corrí hacia la carretera, tomaré un taxi de regreso a casa.
En cuanto llegó a la carretera, me encontraba limpiando mis rodillas ya que estaban un poco sucias, en ese instante escuché esa voz familiar detrás de mí.
Quedé perpleja, o más bien hipnotizada.
-¿Que haces aquí?-No podía voltear estaba tensa, solo sentía un inmenso susto en mi pecho-Te dije que no podías venir, no sé por dónde entiendes, Coral-Me agarra de brazo y me hace voltear. Me encuentro con su rostro totalmente enojado.
-L-lo siento.
-Si claro, lo sientes-me hace burla-Eres más terca que mi abuela, ¿sabes el peligro que corres en este lugar?-en su mano izquierda sostenía un arma, de inmediato mis vellos se erizarán.
-¿Me matarás?-Preguntó desafiante.
-Como piensas eso-Soltó un suspiro-Por Supuesto que no lo haré.
-¿Eres de los malos?-Cuestionó mientras miró su arma.
-No sé de qué hablas, mujer.
-Tu y yo sabemos de lo que hablo-Aparte mi rostro, no podía mirarle, todo mi mundo se vino abajo.
-No, no soy nada de lo que divulgas.
-Mientes-Le exijo. De un jalón me solté de su agarre.
-A ver, dime de qué hablas porque no te estoy entendiendo.
-¿A dónde va esa mercancía?-Le señalé para el frente, donde minutos antes estaba la droga.
-Ah, eso-Dijo sin problemas, como si eso fuera lo más normal del mundo-Guardó su arma. Y me sonrió casi que soltando una carcajada.
-Si, de eso es lo que hablo-Lo miró con enojo.
-Cálmate, no me mires así. Te ves furiosa.
-Deja de ser tan payaso y dime quién eres realmente.