Amor imperdonable de un millonario: (libro 1)

El castigo que cambio mi vida

Mis lágrimas empezaron a salir ya por fin, estaba cargada e indignada, no entendía cómo un hombre podía hacerle tanto mal a una mujer embarazada. Escuché unos pasos aproximarse, en ese momento sentí un gran miedo, cerré mis ojos esperando mi sentencia. 
-Levanta tu rostro-Dijo el hombre, pero…Esa voz, esa voz la conozco perfectamente, mi estómago brincó y mi corazón empezó a latir más de lo normal, no quería abrir mis ojos y encontrarme con esa realidad, en el fondo sabía que era él. Pero la otra parte me negaba, por esa razón no quise levantar la mirada-¿Acaso me tienes miedo?-Preguntó con voz fría. ¡No! ¡Es él! Mi cuerpo empezó a afligirse, y un nudo en la garganta me hizo estallar del llanto.
-¿Por qué me haces esto?-Dije con la voz quebrada, aún con mis ojos cerrados. Sentí su cálida mano situándose en mi cabeza.
-Porque tú mismo me hiciste ser el hombre que soy ahora-Una caricia abordo mi cuello, pero luego esa caricia se convirtió en dolor. Apretó mi cuello con fuerza. 
-Por favor, no me hagas daño-Exclamó intentando quitar su mano de mi cuello.
-Te ordeno que me mires-Me pide obligándome a abrir los ojos. Abrí mis ojos de manera rápida y me encontré con esos hermosos ojos que en una noche de baile, enamoraron mi corazón.
-Deivis…
-Si, soy yo mi amor- Respondió con la voz más fría que antes. 
-Por favor, suéltame-Dije en un chillido de dolor. 
-Está bien-Me suelta de golpe. Llevé mis manos hacia mi cuello y empecé a sobar con desespero. -Deivis, ¿no entiendo que ocurre contigo?-Preguntó. Deivis se sentó en un sofá. Se cruzó de piernas para así poder contemplar mi sufrimiento. 
-¿Que tiene ese muerto de hambre que no tenga yo?-Preguntó. Su mirada era triste y vacía, y sus párpados estaban caídos, era más bien la mirada de un psicópata.
-No entiendo, ¿de qué hablas?-Respire profundo. 
-Me crees tonto-Solto una risa. 
-No sé de qué me estás hablando-Deivis le dió una palmada al sofá en el que se encontraba sentado, provocando un eco en la habitación. 
-¡El maldito de Ramiro!-Mi piel se erizo-Ah, parece que te ha sorprendido.
-¿Qué hiciste con él?-Pregunté, entonces el hombre que han golpeado y torturado ha sido Ramiro. Dios mio que horror. 
-En estos momentos está siendo devorado por mis perros salvajes-¿Perros?. 
-Deivis no me digas que los has asesinado-Se echó a reír por segunda vez. -Quizá sí, quizás no-Me miro con odio.
-Eres una mujer despreciable, egoísta, ingrata y lo más macabro de todo, ¡Mentirosa!-Se alteró y abrió sus ojos. 
-Lo siento, te lo iba a explicar, lo juro.
-No, nunca tuviste el valor de hacerlo, me viste cara de idiota todo ese tiempo, pero ya eso se acabo. Tu gloria terminará, y ahora sufrirás al igual que sufrí por ti.
-¿No te importa el hijo que llevo dentro?
-Ese hijo, no es mio. Además ve preparándote porque vas a abortar.
-¡No!-Toque mi panza-Es tu hijo, quedé embarazada de ti-Empiezo a llorar-Es tu hijo, mi amor-termine con la voz quebrantada. El rostro de Deivis cambió y pude ver cómo su sonrisa malévola se había apagado, está vez había un rostro de tristeza y dolor.
-No sigas diciendo bobadas-Cerró los ojos con decepción.
-Te lo juro, él es tu hijo, y es un niño. 
-No sigas, maldita mujer.
-Te lo juro, él es tu hijo.
-Mi hijo murió hace meses, y tu-Me señala-Lo mataste-Me sentí amenazada y culpable. Deivis se levantó del sofá y se acercó hasta mí de manera atropellante-Si sigues diciendo esas tonterías, te juro por Dios que no te voy a mandar a golpear, si no que lo haré yo mismo-Entonces él me ha enviado a golpear, que cobarde. 
-No voy a aceptar que me arrebates a este bebé. 
-Eso lo veremos maldita per**-¿Qué? No es posible que él me trate de esta manera. 
-Deivis, no seas así conmigo. 
-Mira ya deja de hablar, me causa estrés tu voz. Héctor llévate a esta perr* y encierrala. 
-Te vas a arrepentir de todo esto. 
-Si, así como tú te arrepentiste cuando me mentías. Maldita embustera, nunca te arrepentiste. El tal Héctor me hace levantar, mire a Deivis por última vez y le dije.
-Deivis mi amor, recapacita-El me hace burla y pone los ojos en blanco. El hombre me arrastra por todo el pasillo hasta llegar a la habitación en la que estaba antes. Me encierra no sin antes decirme. -Te advierto que si andas ladrando en la madrugada, te voy a partir la boca- Me están tratando como un animal, Dios, ayúdame. Tengo muchísimo frío, trague horrible ya que mi garganta dolía y estaba totalmente seca. Aún la comida estaba en la cama, se vio muy fría, no tuve más opción que acercarme a ella y empezar a comerla, no voy a dudar que era una porquería, estaba tan fría que no pasaba de mi garganta. Pero tenía que comer por mi hijo, no voy a dejarle morir de hambre. El gorila con acento español no ha vuelto a entrar. Terminé de comer la sopa, tengo muchísima sed, necesito agua. Me imaginé abriendo un refrigerador y tomando una botella de agua y mi sed se fue quitando, o eso fue lo que mi mente idealizo. 
Deje el plato en el suelo y luego me acosté en la cama, hoy ha sido un día muy duro y decepcionante, el hombre que yo amó me está castigando en estos momentos, aún estoy en shock, pero esto era una lección, eso me pasa por ser mentirosa y que agradezca que aun sigo con vida. Porque en la mafia todo se paga con la vida, bueno al menos esas son las reglas de mi hermano Yeison y yo las tengo más que claras que el agua. Cerré mis ojos intentando descansar pero el pensamiento me mataba, juro que si no estuviera embarazada me hubiera suicidado con ganas, pero no lo voy a hacer mi hijo merece vivir y conocer este mundo. Mi cuello duele y mis rodillas son la cruz que carga en este momentos, el dolor es insoportable, ahora que me doy cuenta, mis pies están inflamados debe ser el esfuerzo y el maltrato que me han causado esos dos. 
No pensé que fuera a darme sueño, pero si, mis párpados se fueron cerrando, quizás si dejo de pensar tanto, mi mente descanse un poco, así lo hice, deje de pensar e imaginar un paisaje lleno de asnos, patos, aves, abejas y lo más Bello. Deivis tendiendome su mano. Él estaba vestido de blanco se veía como un príncipe mientras me decía. -Ven mi dulce mujer, vamos a casa. Mi corazón se arrugó de tristeza, y le respondí. -¿Me perdonas?-A lo que él asintió con una hermosa sonrisa. -Te perdonaría las veces que sean necesarias, mi cielo.




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