Amor Imposible

CAPITULO 6. EL PRECIO DE LA VERDAD

Capítulo 6: El precio de la verdad

El corazón de Elena latía con furia, no solo por el miedo, sino por la injusticia.

Su madre estaba allí, parada en el pasillo, con los brazos cruzados y una expresión de decepción que dolía más que cualquier grito.

—¿De qué estás hablando, mamá? ¿Quién es Juan Pablo?

—No te hagas la inocente, Elena. Es el hijo de la señora que organiza las misas de los sábados. La madre lo vio. Y su padre me llamó.

La voz de su madre era un susurro frío, lleno de reproche.

—Le dijiste que te ibas a ver con una amiga.

—Y lo hice. Nos vimos con mi amiga y...

—No mientas. Sé que estuviste con ese chico. Me dijo que te vio sola con él. Y que es un chico problemático.

Las palabras de Juan Pablo se sintieron como una traición. La iglesia, ese lugar seguro, se había convertido en un campo de espías.

—No lo conoces, mamá. No tienes derecho a juzgarlo.

—Sé lo suficiente. Su familia... es compleja. La gente habla. Te lo advierto, Elena, aléjate de él.

—¡No voy a hacerlo! —exclamó Elena, su voz alzándose con una rabia que no sabía que tenía—. No lo conoces. No sabes nada de él.

—Sé que te está metiendo en problemas. Ya recibí una llamada. Eso es suficiente.

Su madre dio un paso hacia ella, y la mirada en sus ojos la hizo sentir pequeña.

—Este tipo de cosas no son parte de nuestro mundo, Elena. Nuestro mundo es seguro. Es estable. Es esto —dijo, señalando con la mano la sala de estar, la alfombra, las fotos de la familia.

—¿Y si yo no quiero este mundo?

Su madre se quedó en silencio, mirándola con una mezcla de sorpresa y dolor. No le había respondido. Solo la había mirado, como si fuera una extraña.

Elena corrió a su habitación, el teléfono ardiendo en su bolsillo. Se tiró en la cama, el aire de la confrontación todavía pesando sobre ella. Y entonces, sintió una vibración. Un mensaje.

De un número desconocido.

"Aléjate de él."

El mismo mensaje que había recibido antes, pero esta vez se sintió como un puñal. No era una advertencia. Era una amenaza directa. Y se dio cuenta de que no estaba sola en esto. Alguien, ese hombre en la cafetería, la había encontrado.

Un escalofrío le recorrió la columna vertebral. El miedo era real. Se agarró el teléfono con tanta fuerza que sus nudillos se pusieron blancos.

La voz de su madre, las palabras de Juan Pablo, el mensaje amenazador... Todo se unió en una sola verdad aterradora: su amor era un peligro. Podía arriesgar su vida perfecta. Podía arriesgar a su familia.

Su corazón le gritaba que borrara el número de Leo. Que se olvidara de él. Que volviera a la seguridad.

Pero su corazón le recordaba su voz. La forma en que la hacía reír. La forma en que la veía. La forma en que la entendía.

Se quedó sentada en el suelo de su habitación, el sol de la tarde filtrándose por la ventana. Las lágrimas cayeron de sus ojos. Eran lágrimas de miedo, pero también de rabia.

¿Por qué tenía que ser así?

¿Por qué su felicidad tenía que venir con un precio?

Se secó las lágrimas con el dorso de la mano y miró su teléfono. Tenía dos opciones: ceder al miedo o luchar.

Y entonces, supo lo que tenía que hacer.

Abrió el mensaje del número desconocido y escribió una respuesta. "No."

Solo una palabra. Simple. Defiante.

Luego, abrió el chat con Leo. Le escribió: "Tenemos que vernos. Mañana. Sola. A la misma hora."

No iba a dejar que su vida se la arrebataran. No iba a dejar que la asustaran. Y, sobre todo, no iba a dejarlo solo.

AL DÍA SIGUIENTE

Se encontraron en un parque, lejos de la cafetería, lejos de sus barrios. Elena llegó primero. El parque estaba vacío, el aire frío y gris. Se sentó en un banco y esperó.

Cuando lo vio, su corazón latió con tanta fuerza que pensó que se le saldría del pecho.

Leo llegó, con las manos en los bolsillos, la mirada seria.

—¿Qué pasa, Elena? Me asustaste.

—Lo que me dijiste ayer. Tenías razón. Me llegaron amenazas. Mi madre lo sabe.

Él se puso pálido.

—No debiste venir. Te lo dije.

—Y yo te dije que no te iba a dejar.

Leo se sentó a su lado, la distancia entre ellos un recordatorio de lo que estaba en juego.

—Tengo que contarte la verdad, Elena. La verdad completa.

Tomó un respiro profundo.

—Mi padre se metió en un lío. Un lío muy grande. Unos tipos le prestaron dinero, pero para apostar. Lo perdió todo. Y ahora nos persiguen. Me persiguen. Por eso tuve que dejar mi colegio. Por eso no puedo quedarme en un solo lugar. Estoy huyendo.

Las palabras de Leo golpearon a Elena con la fuerza de una ola. No era un problema de adolescentes. Era algo mucho más oscuro.

—¿Y ese hombre...? —preguntó ella, la voz temblando.

—Es uno de ellos. Uno de los que nos buscan. Me vio contigo y ahora sabe que tengo algo que perder. Por eso te buscaron.

El mundo de Elena se redujo a ese banco del parque.

—¿Por qué no me dijiste nada?

—¿Y qué iba a decirte? ¿"Hola, me gustas, pero si me besas nos van a matar"? —dijo, su voz rota por la frustración—. No quería arrastrarte a esto.

—Y ahora que lo sé... ¿qué vamos a hacer?

Leo la miró a los ojos. En su mirada ya no había miedo, solo una terrible tristeza.

—Sé que te pedí que te fueras. Sé que te mentí. Pero... ahora que sabes la verdad, no puedo mentirte más. Tienes que elegir. ¿Te vas a alejar o te vas a quedar?

Elena pensó en su vida perfecta. Sus clases. Sus padres. Su futuro. Todo lo que había sido planeado. Todo lo que parecía seguro.

Y pensó en Leo. En su voz, en sus ojos, en la forma en que él la hacía sentir real.

—Toda mi vida he vivido por lo que los demás quieren que sea. Me he escondido. He fingido. Pero contigo... contigo me siento como yo misma. Y no voy a renunciar a eso. No importa el precio.

Leo se quedó en silencio. Una lágrima solitaria corrió por su mejilla.




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