El lugar era mucho más tenebroso que la última vez. En esta ocasión Berenice puso atención a las muchas figuras y estatuas que había en la sala de espera y que formaban parte de una tétrica decoración.
Había unas con la forma de deidades africanas, todas estas traídas a América tras la colonización. Sus rostros deformes, colores fuertes y lucidos, detalles muy marcados, vestimenta y fisionomía desproporcionada, eran algunas de las cosas que las hacian lucir así.
Los materiales de fabricación eran muy llamativos. La mayoría tenía como decoración metales y piedras brillosas. Mientras que en su constitución más abundante era de elementos como el barro.
La que más desconcertaba a Berenice era la que se encontraba justo en la entrada donde la tarotista aguardaba en su espacio. Esta estatua de un metro y medio, estaba ahí como si de un guardián se tratara. Su nariz era larga y roja, sus ojos azules en un fondo blanco pero con una expresión de enojo muy notoria. Llevaba puesta una capa en su cabeza de color café lo que solo dejaba ver un poco de cabello negro.
Sus manos permanecían juntas tomando la empuñadura de una espada que reposaba en el piso. Sus pies estaban cubiertos por unas sandalias negras que combinaban perfectamente con el hermoso color café obscuro de su piel.
Berenice trataba de evadirlo de manera visual mientras esperaban. Se distraía mirando a los ángeles retratados en pintura óleo justo a un costado de ella. Esto le hizo ver que no todo era terrorífico para ella. Estos nobles rostros de seres alados, le hacían sentir bien.
—Pensé que el hecho de tener una cita era para no esperar.—Dijo ella en forma de queja, aunque más perturbada que enojada.
—Ya, tranquila.—Le respondió su amiga quien estaba mucho más calamada.—Aunque haga cita puede que se atrase con algún paciente muy preguntón o que simplemente llega tarde. No es su culpa realmente.
—Si, puedo comprender eso. —Se tocó sus piernas con ambas manos, todo parecía indicar que el nerviosismo y la incomodidad se apoderaban de ella.—Algo en este lugar no me gustañ… ¿Te sucede a ti?
—No, yo lo siento muy tranquilo.—Lorena miró a su amiga para responder. —Aunque te entiendo, las primeras veces que yo vine me sentí igual. Ya después me acostumbre. Tranquila que también lo harás.
—Espero no hacerlo.—Dijo ella mientras volteaba los ojos. —Quiero que esta sea la última vez que tenga que venir.
—Suenas un poco arrepentida de estar aquí.—Sonrió un poco en señal de burla con su amiga. —Tu eras la que deseaba venir, no me salgas con esa cobardía.
—¡No es cobardía!—Alzó la voz por impulso, se dió cuenta de inmediato y bajó de nuevo el tono.—Solo que este tipo de lugares me inquietan. Si no fuera porque en verdad lo necesito, no estaría aquí.
—Si, si te voy a creer.—Su tono era sarcástico.—Ya recuerdo que mi adorable amiga se convirtió en una víctima de lo espiritual.
—Aunque lo digas en burla así es. —Se recargó en la silla sintiéndose más tranquila al hablar con su amiga.—Estoy segura que el almuleto o cualquier cosa que haya hecho tu amiga, tienen que ver con lo que me pasa.
—¿Qué es lo que te pasa realmente? —Preguntó para intentar acomodar las ideas. —¿Tus cambios de humor, los desmayos?—Se acercó para mirarla de frente. —¿Sabes que todas esas cosas tienen una explicación médica?
—Bueno, quedamos que si esto no funciona o si no me convence lo que diga tu amiga tarotista, nos iremos al doctor.
—Ok, ok, escuchemos lo que nos dice.
La conversación no pudo seguir mucho más. El poco interés de ambas por discutir sobre ese tema era evidente. Estaban a dispocisión de lo que escucharan por parte de la tarotista y en esa sesión aclarar todas las dudas que tenían.
Ambas siguieron mirando el lugar, en esos momentos la incertidumbre se apoderó nuevamente de Berenice quien no podía evitar mirar las figuras escalofriantes.
En esta ocasión no se refugió en los dulces rostros de los ángeles. Esta vez se distrajo pensando en la pintura que cubría las paredes justo enfrente de ella. Detrás de unos cuantos símbolos y cosas de esoterismo, la pared era completamente rosa. Un tono fuerte pero que estaba desgastado por el tiempo y los rayos del sol que llegaban hasta ahí en ciertas horas del día.
Desvió su mirada a la siguiente pared y esta era de color verde. Se veía un poco más reciente aunque más opaca, consumida por la obscuridad.
Estos colores llamaron su atención pues no tenían una combinación aceptable, al menos no para ella. Esto le llevó a la siguiente pared que era de color amarillo, esto le hizo completar su idea que no había una buena secuencia para decorar, haciendo ver el lugar no solo escalofriante si no que también carente de estilo.
La última pared era blanca, la que estaba junto a la puerta principal. Le pareció increíble lo limpia que se veía, ya que por su color y posición, está debía ser la más desgastada.
—Creo que tú amiga debe contactar a un decorador de interiores.—Se dirigió nuevamente a Lorena para conversar. —¿No te parece?
—Si, creo que si. —Dijo ella mientras miraba todo alrededor. —Aunque es parte de esto. Lugares así deben dar miedo, ¿No te parece?
La habitacion era un lugar clasico del esoterismo en ese pais, no habia nada anormal pues muchos buscaban obtener la proteccion y beneficios de aquellas deidades. Ademas sin importar el significado ya era un icono para cualquier sitio tradicional tenerlas en sus instalaciones. Algo que sin duda podia inquietar o atraer mas clientes.
—Miedo o no, nunca habla bien de un local estar así de desordenado. —Se puso analítica para continuar hablando.—Esos colores no encajan y sin olvidar las figuras terroríficas que tiene. Hace pensar que este lugar está m*ld*t*.
—No digas esas cosas. —Respondió Lorena riéndose un poco.—Solo es parte de una decoración, gran parte de esas figuras son deidades buenas.
La conversación de ambas amigas se vió interrumpida por el movimiento de la puerta que abría paso al consultorio de la tarotista.—Muchas gracias Madam.—Un hombre de media edad, calvo y con una gran sonrisa, se despedía de su anfitriona. —Como siempre ha estado muy acertada y me ha ayudado mucho.—Es mi trabajo David, siempre daré lo mejor a mis clientes.—Respondió la tarotista con una gran sonrisa para despedirlo.—Y recuerda, lo mejor para ti es que inviertas ese dinero en la panadería. ¡Será todo un éxito!