Amor Pasado en las Highlands

Capítulo 8º Ecos del pueblo

A la mañana siguiente,tras la tormenta,la calma se asentaba sobre las Highlands.El cielo despejado y brillante,reflejaba los verdes prados y las grises montañas.Los riachuelos cercanos aún llevaban el caudal acumulado de las fuertes lluvias,y el aire olía a tierra mojada.

Desde las ventanas de Dunraven,Eleanor observaba con una sensación de alivio cómo el paisaje había recuperado su tranquilidad y el cantar de los pajaros.

Al pie de las colinas,se encontraba la pequeña aldea de Glenfalloch,cuyas casas de piedra con tejados de paja estaban desperdigadas como puntos sobre el verde valle.

El pueblo había sido,desde tiempos inmemorables,el hogar de familias que trabajaban la tierra y cuidaban los rebaños que pastaban en las colinas.Sus habitantes,aunque humildes,mantenían un fuerte vínculo con la historia y los secretos del castillo.

Dunraven siempre había sido un tema recurrente en sus conversaciones.

Al cruzar las puertas del castillo para dirigirse a la aldea,Eleanor estaba nerviosa,sabía que los rumores circulaban rápidamente entre los aldeanos,y que cualquier cosa que ocurriera en el castillo llegaba a sus oídos antes de que el día terminara.Las murmuraciones sobre Duncan,su linaje,y sus oscuros misterios del castillo siempre formaban parte de las habladurías en la taberna local.

Cuando Eleanor llegó al pueblo, todas las miradas curiosas de los aldeanos iban dirigidas a ella.Los niños que jugaban en la plaza corrieron a contarles a sus madres que la dama del castillo había bajado a la aldea.Algunos aldeanos,reunidos frente a la taberna,interrumpieron sus conversaciones para saludarla respetuosamente.

—Dicen que el viento de anoche traía más que solo lluvia—susurró una de las mujeres del pueblo a su vecina—.Algo está ocurriendo en Dunraven.

La vecina asintió con seriedad,mientras torcía una madeja de lana entre sus dedos.

—No es la primera vez que se oyen cosas extrañas desde allí—respondió murmurando—.Desde la muerte de Isabel,nada ha vuelto a ser igual.

La conversación llegó a los oídos de Eleanor mientras pasaba junto a ellas.Se dirigió a la taberna,donde esperaba encontrar más detalles sobre lo que pensaban los aldeanos acerca de Dunraven y,en particular,sobre Duncan.

Dentro de la taberna,había un calor acogedor que provenía de la chimenea encendida.Las mesas de madera llenas de aldeanos que discutían animadamente mientras bebían.A medida que Eleanor cruzaba la taberna,las conversaciones se detenían.Los hombres la miraban con respeto, y también con curiosidad.

—¡Mira quién ha venido!—exclamó Hamish,el tabernero,un hombre robusto de barba espesa y ojos vivaces—.La dama de Dunraven honra nuestra humilde taberna con su presencia.

Eleanor sonrió cortésmente mientras tomaba asiento en una mesa junto a la chimenea.Hamish se acercó con una jarra de sidra y la colocó frente a ella,inclinándose ligeramente hacia adelante.

—Debe de haber pasado una noche difícil en el castillo con esa tormenta—dijo en un tono casual,y con mucho interés—.Siempre se dice que las peores tormentas despiertan los secretos más profundos de Dunraven.

Eleanor bebió un sorbo de la sidra,dejando que las palabras del tabernero le rondaran por la mente.

—¿Qué clase de secretos crees que guarda el castillo,Hamish?—preguntó con sutileza,fingiendo que la respuesta no le importaba demasiado.

El tabernero soltó una carcajada,pero sus ojos no se apartaban de ella.

—Ah,mi señora,no es a mí a quien deberías preguntar.Aquí,en el pueblo,todos tienen sus teorías.Desde el momento en que el joven Duncan heredó Dunraven,las habladurías no han cesado.Dicen que el fantasma de Isabel aún vaga por los pasillos,y que el propio Laird guarda secretos que no quiere compartir con nadie.

—¿Y tú crees en esos rumores?—inquirió Eleanor,levantando una ceja.

Hamish se encogió de hombros mientras pasaba un trapo por el mostrador.

—No soy hombre de creer en fantasmas,pero si sé que el castillo ha visto demasiadas tragedias.Y donde hay tragedia,suele haber secretos que es mejor que sigan enterrados.

Las palabras del tabernero se mezclaban con el murmullo general de la taberna.En las mesas cercanas,los aldeanos compartían sus propias versiones de los acontecimientos.Algunos decían haber visto luces extrañas en las torres de Dunraven la noche anterior,otros aseguraban haber oído ruidos que no podían atribuirse al viento.

—Dicen que alguien más vive allí—murmuró un hombre mayor en una mesa cercana—.Alguien que no es de este mundo.

Finalmente,Eleanor se levantó para marcharse.Mientras salía de la taberna,notó que las miradas curiosas de los aldeanos aún la seguían.En el exterior,el sol brillaba,pero el aire llevaba la frescura de la tormenta pasada.

Eleanor sabía que las habladurías del pueblo,aunque a veces exageradas,tenían su base en la realidad.Los aldeanos eran observadores astutos,y aunque no conocían todos los secretos de Dunraven,eran lo suficientemente inquietantes como para hacerla pensar.

Mientras subía la colina de regreso al castillo,Eleanor sintió una sombra de duda.Quizás las habladurías del pueblo decían más verdad de la que ella estaba dispuesta a aceptar.

Y si era así,¿qué más estaba ocultando Duncan en el sombrío castillo de Dunraven?




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