Amor Pasado en las Highlands

Capítulo 12° La llamada del bosque.

La llegada de Fiona al castillo Dunraven fue recibida con sorpresa y cautela. Los sirvientes, acostumbrados al aislamiento de su señor, no esperaban visitas inesperadas. Eleanor, al enterarse de que su hermana estaba en el vestíbulo, bajó corriendo las escaleras de piedra, con su vestido ondeando detrás de ella.

—¡Fiona! —exclamó Eleanor al verla.

La hermana mayor giró sobre sus talones, su semblante era severo, pero al ver a Eleanor, su expresión se suavizó.

—Eleanor, por fin te encuentro. ¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Fiona, avanzando hacia ella y tomándola de las manos.

Eleanor sintió un nudo en el estómago. No sabía cómo explicarle a su hermana lo que había descubierto, ni las razones que la retenían allí.

—Fiona, no te imaginas lo que he vivido… hay tantas cosas que necesito contarte.

—¿Qué es lo que haces aquí? —la interrumpió Fiona—. Deberías estar en casa. El compromiso con Laird MacDougall aún está en pie. Madre y padre están furiosos.

El rostro de Eleanor se ensombreció.

—¿Siguen empeñados en vender mi vida como si fuera una mercancía?

—No es tan simple, Eleanor. Sabes lo que está en juego.

Pero Eleanor negó con la cabeza.

—Aquí he encontrado algo más importante, Fiona. Hay secretos en este castillo… secretos que podrían cambiarlo todo y una nueva vida para mí.

Antes de que Fiona pudiera responder, Duncan apareció en la entrada de la sala. Su imponente figura y la intensidad de su mirada hicieron que Fiona retrocediera un paso.

—Parece que las visitas familiares son inesperadas aquí —dijo Duncan, con una leve inclinación de cabeza hacia Fiona.

—¿Y usted quién es? —preguntó Fiona, con un tono frío.

—Soy Duncan Fraser el señor de este castillo.

Fiona frunció el ceño, desconfiando de él al instante.

—Eleanor, necesitamos hablar en privado.

Duncan dio un paso atrás, pero sus ojos permanecieron fijos en Eleanor.

—Estaré en la biblioteca si me necesitas.

Cuando Duncan desapareció, Fiona llevó a Eleanor hacia un rincón del vestíbulo.

—Esa mirada no me gusta, Eleanor. ¿Quién es realmente este hombre?

—Es complicado… pero no está malintencionado Él es así, especial. . Él también está buscando respuestas.

—¿Respuestas? ¿A qué?

Eleanor bajó la voz.

—A lo que ocurrió con su madre, padre… y con Isabel.

Horas después,en la aldea, las habladurías se intensificaban. Los aldeanos, siempre atentos a los movimientos en el castillo, habían visto llegar el carruaje de Fiona.

—Ahora son dos las jóvenes en Dunraven —comentó una mujer al panadero—. Esto no terminará bien.

—Dicen que las mujeres McAlister siempre traen problemas —respondió el hombre, amasando el pan.

Cerca de ellos, el niño que había hablado del bosque la noche anterior escuchaba en silencio. Había algo en las historias que los adultos no decían, algo que él sentía como un secreto que solo los niños podían ver.

—¿Volverá al bosque? —le preguntó un amigo.

—Sí —dijo el niño, decidido—. Esta noche, lo haré.

En el vestíbulo, Eleanor y Fiona discutían.

—No puedes quedarte aquí, Eleanor. Este lugar está lleno de peligros.

—Fiona, no lo entiendes. Aquí hay respuestas sobre su familia, sobre lo que ocurrió realmente con Isabel,y en éste castillo. Además estoy enamorada de Duncan, es lo que quiero en mi vida,padre y madre deben dejarme tranquila, no volveré a casa, no acepto ese matrimonio, no amo ni deseo a ese hombre.

—¿Qué tiene que ver Isabel con esto? —preguntó Fiona, sorprendida.

Eleanor suspiró, llevándola hacia la biblioteca. Allí, le mostró el diario que había encontrado.

Fiona lo leyó en silencio, su expresión cambió con cada página.

—Esto no prueba nada —dijo finalmente, cerrando el libro.

—¿No lo entiendes? —replicó Eleanor, frustrada—. Isabel estaba buscando algo, algo que no quería que Duncan supiera. Que el pueblo y los alrededores supieran, incluidos nuestro padres y clanes colindantes.

Fiona la miró fijamente.

—Entonces....¿ Eleanor?

— No puedo dejarlo sin descubrir la verdad, no puedo dejarlo aquí solo por que lo amo con todo mi corazón y mi ser.

Antes de que pudieran seguir hablando, Duncan entró en la biblioteca. Su rostro estaba pálido, y su mirada reflejaba preocupación.

—Algo ha ocurrido —dijo, mirando a Eleanor—. En el bosque negro.

Eleanor sintió un escalofrío recorrer todo su cuerpo.

—¿Qué cosa?

—Uno de los aldeanos ha encontrado algo.—dijo Duncan con gravedad,acercándose a ellas.

Fiona miró a Duncan con desconfianza.

—¿Qué ha encontrado exactamente? —preguntó Eleanor, con voz tensa.

Duncan vaciló por un momento antes de responder.

—Un colgante… enterrado cerca de un viejo árbol caído. El mismo colgante que Isabel solía llevar siempre consigo.

Eleanor sintió que sus piernas flaqueaban, y Fiona tuvo que sostenerla.

—¿El colgante de Isabel? Pero eso es imposible. Nunca habría ido al bosque negro —dijo Fiona, incrédula.

Duncan asintió con seriedad.

—Yo tampoco lo creía posible. Pero está allí. Y no solo eso... las marcas alrededor del lugar sugieren que alguien más ha estado cavando recientemente.

—¿Quién más podría estar buscando? —preguntó Fiona.

Eleanor, aún impactada, se apartó de su hermana y comenzó a caminar hacia la ventana que daba al bosque. La oscura línea de árboles parecía más ominosa que nunca, y sus ramas desnudas se movían con el viento.

—¿Podrías llevarnos allí? —preguntó Eleanor de repente, girándose hacia Duncan.

—No es seguro ir al bosque a estas horas. Esperaremos hasta el amanecer —respondió él con firmeza.

—¿Y si algo sucede antes? —insistió Eleanor—. Si alguien más está buscando, podríamos perder nuestra única oportunidad de saber toda la verdad.

Duncan apretó la mandíbula, claramente dividido. Finalmente, cedió.




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