Amor Pasado en las Highlands

Capítulo 13° Firmeza leal.

El amanecer bañaba el castillo Fraser con una cálida luz dorada que se filtraba por las ventanas y hacía brillar el rocío en los jardines. Desde una de las torres, Eleanor McAlister observaba el bosque negro a lo lejos. Apretaba el colgante de Isabel entre sus dedos, recordando la advertencia críptica del hombre encapuchado.

La puerta de la habitación se abrió suavemente, y Fiona entró, con su rostro aún pálido por los sucesos de la noche anterior.

—Duncan ha reunido a los hombres del castillo. Está reforzando la seguridad alrededor del bosque —dijo Fiona con tono de preocupación.

Eleanor no apartó la vista del horizonte.

—Hace bien. No sabemos qué más podría ocultarse allí.

Fiona se acercó, apoyando una mano en el hombro de su hermana.

—¿Qué piensas hacer tú?

Eleanor se giró para mirarla.

—Voy a la aldea. Tal vez las habladurías de los aldeanos nos den pistas. Isabel era la hermana de la madre de Duncan. Quizá alguien sepa algo más sobre su desaparición.

Fiona la miró con preocupación.

—Ten cuidado, Eleanor. Este asunto no me gusta nada.

Eleanor esbozó una sonrisa tranquilizadora y asintió antes de salir.

En la aldea cercana.

Las pequeñas casas de piedra y techos de paja, adornadas con flores secas y amuletos, estaban rodeadas por campos verdes y atravesadas por un arroyo que brillaba bajo el sol. Sin embargo, el ambiente en sus calles últimamente era tenso. . Los aldeanos, que solían recibir a Eleanor con sonrisas y saludos amables, ahora la observaban con cautela.

Eleanor desmontó frente a la taberna local, una construcción robusta con un letrero desgastado por el tiempo. Al entrar, el murmullo de las conversaciones cesó de inmediato. Todos los ojos se posaron en ella, aunque los aldeanos pronto volvieron a sus susurros en las mesas.

—Lady McAlister, bienvenida —dijo Angus, el dueño de la taberna, con una leve inclinación de cabeza.

—Angus, necesito hablar contigo. Y con cualquiera que pueda saber algo del bosque negro —dijo Eleanor, directa.

Angus la observó un momento antes de señalar una mesa en un rincón apartado.

—Será mejor que hablemos en privado, mi lady.

Eleanor lo siguió, sintiendo las miradas clavadas detrás de ella..Una vez sentados, Angus inclinó la cabeza hacia ella, con rostro sombrío.

—Anoche encontramos algo en el bosque —empezó Eleanor, sacando el colgante de Isabel. Lo puso sobre la mesa—. Perteneció a Isabel la hermana de la madre de Duncan. ¿Sabes algo sobre esto?

El rostro de Angus palideció al ver el objeto, y bajó la voz.

—Mi lady, el bosque negro no es como otros lugares. Siempre ha habido historias… cosas que los hombres ven o escuchan allí y que es mejor no querer averiguar.

—No necesito cuentos, Angus. Necesito respuestas —respondió Eleanor con firmeza—. Un hombre encapuchado nos habló de secretos antiguos y maldiciones. ¿Quién podría ser?

Angus miró a su alrededor antes de hablar.

— He oído que hay alguien...Un ermitaño que vive en las profundidades del bosque. Algunos dicen que es un exiliado de los clanes. Otros aseguran que guarda conocimientos antiguos que deberían permanecer ocultos. Pero pocos han tenido el valor de acercarse a él.

Eleanor apretó los labios.

—¿Y por qué no habéis dicho nada antes?

Angus tragó saliva.

—Porque no queremos despertar lo que duerme, mi lady. Algunos secretos son mejor dejarlos enterrados.

Antes de que Eleanor pudiera responder, una anciana que estaba sentada cerca del fuego se levantó, tambaleándose hasta su mesa. Con una fuerza inesperada, agarró la muñeca de Eleanor.

—El bosque no guarda solo secretos, niña. Guarda también almas perdidas.

Eleanor retiró la mano con cuidado, agradeció a Angus y salió de la taberna.

De regreso al castillo.

Duncan Fraser estaba en la sala principal, rodeado de mapas y hombres discutiendo estrategias. Al verla entrar, sintió alivio.

—¿Qué has descubierto? —preguntó con tono brusco.

Eleanor avanzó hacia él, mostrándole el colgante.

—En la aldea hablan de un ermitaño en lo profundo del bosque.

—¿Y qué planeas hacer con esa información? —preguntó Duncan, cruzándose de brazos, con su rostro de mal humor.

—Ir al bosque y hablar con él. Duncan, Isabel era tu tía. Mereces saber qué pasó con ella y yo también lo deseo.

Duncan la miró fijamente, con su mandíbula apretada.

—No voy a permitir que te pongas en peligro.

—Duncan, no tienes derecho a detenerme —respondió Eleanor, acercándose un paso más.

Por un instante, el aire entre ellos pareció chispear. Duncan bajó la mirada, suspirando profundamente.

—Si vas, no irás sola. Yo iré contigo.

Eleanor lo miró sorprendida, pero no discutió.

—De acuerdo.

Mientras los hombres del castillo empezaban a preparar la expedición al bosque, Eleanor no pudo evitar notar cómo Duncan la observaba de reojo. A pesar de su aparente indiferencia, había un destello de brillo en sus ojos al mirarla fijamente a los suyos. Algo que hacía que su corazón latiera más rápido.

Y aunque Duncan parecía centrado en la misión, dentro de él luchaba con sus propios sentimientos, tratando de ignorar el hecho de que cada día se sentía más atraído por Eleanor.

"Mientras Duncan ordenaba los preparativos, Eleanor no pudo evitar preguntarse si el peligro que acechaba en el bosque negro era mayor que el que ambos enfrentaban en sus propios corazones."




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