Ya están aquí." Eleanor se detuvo en seco, con su corazón golpeando con fuerza contra su pecho. Se giró hacia Fiona, que había corrido tras ella, el rostro de su hermana reflejaba preocupación.
—Eleanor, debemos escondernos. Los hombres de los MacDougall no vienen a dialogar —insistió Fiona.
Eleanor, sin embargo, no podía moverse. Su mente estaba atrapada entre las palabras de Duncan y la creciente sensación de que algo mucho más peligroso estaba por desatarse.
—No voy a esconderme —dijo finalmente.
Fiona intentó replicar, pero antes de que pudiera decir algo más, Duncan apareció en el umbral, con un porte autoritario que imponía respeto.
—Ambas, a vuestras habitaciones —ordenó, mientras sus ojos se dirigían a Eleanor—. Ahora no es momento para desafiarme.
Eleanor lo enfrentó, levantando el mentón.
—¿Y qué planeas hacer tú? ¿Luchar y arriesgar la vida de todos los que están bajo este techo?
Duncan dio un paso hacia ella, y su proximidad era tan intimidante que la sonrojo.
—Planeo hacer lo necesario para mantener este castillo y a quienes están dentro a salvo. Si eso significa luchar, lo haré sin dudarlo.
Fiona tiró de la mano de Eleanor.
—Por favor, hazle caso esta vez —rogó.
Con un suspiro de frustración, Eleanor asintió, permitiendo que Fiona la guiara hacia las plantas superiores.
Desde la ventana de su habitación, Eleanor observó cómo los hombres del clan Fraser se preparaban en el patio principal. Las armaduras relucían bajo la luz grisácea, y los caballos resoplaban con fuerza.. Duncan, a la cabeza, se veía imponente, como un general dispuesto a defender no solo su tierra, sino algo mucho más personal.
—¿Por qué haces esto? —murmuró para sí misma.
Entonces, vio algo que hizo que su corazón se detuviera: un pequeño grupo de jinetes avanzando hacia el castillo. Sus estandartes eran inconfundibles.
—Los MacDougall —susurró Fiona a su lado, con un temblor en su voz.
Las hermanas se quedaron en silencio, observando cómo los jinetes se detenían frente a la entrada del castillo. Uno de ellos, un hombre alto con una barba espesa y mirada feroz, desmontó y avanzó hacia Duncan.
Aunque las palabras no llegaban hasta la ventana, era evidente que los ánimos estaban tensos. Los gestos bruscos, las miradas afiladas, todo indicaba que aquello no terminaría con un simple acuerdo.
Eleanor sintió un impulso irrefrenable de intervenir, pero Fiona la sujetó del brazo.
—No hagas nada imprudente, Eleanor.
Sin embargo, Eleanor sabía que no podía quedarse quieta mientras la decisión sobre su vida y su futuro estaban siendo discutidas frente a ella. Se giró hacia Fiona mirándola fijamente.
—No puedo quedarme aquí mientras otros deciden mi destino.
Sin esperar respuesta, salió corriendo de la habitación. Ignoró los gritos de su hermana y bajó las escaleras hasta llegar al gran salón. Los ecos de las voces se hicieron más claros mientras se acercaba más a la entrada.
Cuando apareció en el umbral, todos se giraron hacia ella. Duncan, visiblemente molesto, caminó hacia ella con paso rápido.
—¿Qué demonios crees que estás haciendo? —gruñó entre dientes, intentando mantener la conversación fuera del alcance de los MacDougall.
—Esto me concierne, Duncan. No puedes apartarme de esto.Es mi vida, es mi destino.
El líder de los MacDougall, con una sonrisa burlona en el rostro, dio un paso al frente.
—Ah, la famosa Eleanor McAlister. He oído mucho sobre ti.
Eleanor lo miró directamente a los ojos, negándose a mostrar miedo.
—Y yo he oído lo suficiente sobre usted para saber que no me someteré a sus deseos.
El hombre soltó una carcajada.
—Tienes agallas, muchacha, pero no olvides que este acuerdo fue hecho por tu familia, no por ti.
Antes de que pudiera responder, Duncan intervino, colocándose frente a Eleanor como un escudo.
—Si quieres negociar, lo harás conmigo, no con ella.
La tensión entre los caballeros estaba a flor de piel.No habían viajado para regresar sin respuesta. Eleanor podía sentir el latir de su corazón en sus oídos mientras la mirada de Duncan y la del líder de los MacDougall se enfrentaban como dos espadas a punto de chocar.
Finalmente, el líder dio un paso atrás, pero su sonrisa maliciosa no desapareció.
—Esto no ha terminado.
Con eso, montó en su caballo y se alejó con su grupo, dejando una nube de polvo tras ellos.
Eleanor, todavía temblando por la adrenalina, se giró hacia Duncan.
—No puedo quedarme apartada de lo que sucede y menos tratándose de mi vida.
Él la miró dulcemente.
—Lo sé —admitió en voz baja—, pero no quiero perderte.
Eleanor suspiró y le dedicó una sonrisa.
Editado: 10.02.2025