La tranquilidad que había llegado con la partida de los hombres del clan Macdougall era engañosa. En los corredores del castillo Fraser, el ambiente seguía cargado de tensión. Eleanor, aún inquieta por los acontecimientos recientes, no podía dejar de pensar en la mirada de Duncan cuando le dijo que no quería perderla. Aquellas palabras habían calado en lo más profundo de su ser, pero ¿significaban lo que ella deseaba creer?
Fiona apareció en la entrada de la habitación de Eleanor, su mirada reflejaba el cansancio acumulado de los últimos días.
—¿Estás bien? —preguntó mientras cerraba la puerta tras de sí.
Eleanor asintió.
—Fiona, todo esto… No sé si podré soportarlo mucho más. Mi vida se siente como un tablero de ajedrez en el que todos mueven las piezas excepto yo.
Fiona se sentó junto a ella, tomando su mano con suavidad.
—Eres más fuerte de lo que crees, Eleanor. Y no estás sola. Si algo he aprendido en estos días, es que las cosas nunca son tan inamovibles como parecen.
Eleanor observó a su hermana, agradecida por sus palabras. Pero antes de que pudiera responder, un leve golpe en la puerta interrumpió el momento.
—Adelante —dijo Eleanor, algo sorprendida.
La puerta se abrió lentamente, y Duncan apareció en el umbral. Su porte firme y su mirada intensa hicieron que el corazón de Eleanor latiera con fuerza.
—Fiona, necesito hablar con Eleanor a solas.
Fiona lanzó una mirada inquisitiva a su hermana, buscando su aprobación antes de levantarse. Eleanor asintió.
Cuando Fiona salió, Duncan cerró la puerta detrás de ella y se acercó a Eleanor, deteniéndose a una distancia prudente.
—Tenías razón antes —comenzó, con voz calmada—. No puedo decidir por ti. Pero tampoco puedo permitir que te pongas en peligro de esa manera.
—No estaba intentando ponerme en peligro —respondió Eleanor, levantándose —. Simplemente no quiero ser una espectadora de mi propia vida.
Duncan soltó un suspiro y llevó una mano a su cabello, despeinándolo ligeramente. Era un gesto que Eleanor había notado en él cuando estaba agobiado y nervioso.
—Eleanor, lo que pasó hoy podría haber terminado de manera desastrosa. Si ese hombre hubiera sentido que tenía ventaja…
—No tenía ventaja —lo interrumpió Eleanor, dando un paso hacia él—. Porque tú estabas ahí.
Sus palabras lo tomaron por sorpresa, y por un breve instante, Duncan dejó de lado la máscara de control que siempre llevaba. Miró suavemente a Eleanor y le guiño un ojo, mirándola fijamente.
—No sé cómo haces esto —murmuró él, casi para sí mismo.
—¿Hacer qué? —preguntó Eleanor, confundida.
Duncan la miró directamente a los ojos, y con una voz baja la respondió.
—Hacer que me importes tanto.
El silencio que siguió a sus palabras fue tan intenso que no se oyó un solo ruido en toda la habitación. Eleanor sintió que su respiración se detenía mientras sus ojos buscaban alguna señal en el rostro de Duncan de que aquello no era un sueño.
Finalmente, él dio un paso hacia ella, acortando la distancia que los separaba. Eleanor podía sentir el calor que emanaba de su cuerpo, y su corazón latía con fuerza.
—Duncan… —comenzó a decir, pero sus palabras se desvanecieron cuando él alzó una mano para acariciar su mejilla.
—Eleanor, no quiero que haya ninguna duda en tu mente. Lo que siento por ti no es algo que pueda olvidar … pero es algo que no debería permitirme en estos momentos.
—¿Por qué no? —preguntó ella, en un susurro.
Duncan cerró los ojos por un momento, buscando fuerzas para responder.
—Porque no puedo protegerte de lo que este mundo espera de nosotros. Y porque no quiero ser otra persona que te prive de tu libertad.
Eleanor tomó su mano, llevándola a su pecho.
—¿Y si lo único que quiero es elegir por mí misma?
Sus palabras parecieron quebrar algo dentro del corazón de Duncan. Sin decir nada más, inclinó su rostro hacia el de ella, y el beso que compartieron fue como una llama encendida en medio de la frialdad de la situación..
Pero justo cuando parecía que el momento podría durar para siempre, un grito desde el exterior los separó abruptamente.
—¡Fuego! ¡Hay fuego en la aldea!
Duncan se apartó de Eleanor, su rostro volvió a ser frío y distante,mientras se giraba hacia la puerta.
—Quédate aquí —ordenó antes de salir apresuradamente.
Eleanor, por supuesto, no tenía intención de obedecer.
Editado: 10.02.2025