El olor a humo invadía el aire mientras Eleanor corría hacia la entrada principal del castillo. A pesar de la advertencia de Duncan, su instinto le decía que debía ver con sus propios ojos lo que estaba sucediendo. El cielo, que hacía apenas unos minutos estaba despejado, ahora estaba cubierto por una densa nube gris que se elevaba desde la aldea cercana.
Cuando llegó al exterior, el caos era visible por todos los lugares. Los habitantes de la aldea pegada al castillo de Dunraven se movían apresuradamente, cargando cubos de agua y herramientas para intentar controlar el fuego. Duncan estaba al frente, organizando a los hombres.
—¡Llevad más agua al lado norte! —ordenó.
Eleanor lo observó por un momento, admirando cómo se movía y guiaba a los hombres, pero no tuvo tiempo de quedarse quieta. Alguien debía asegurarse de que los aldeanos estuvieran a salvo.
—¡Lady Eleanor! —gritó Fiona al verla acercarse al grupo—. ¿Qué haces aquí? ¡Es peligroso!
—No puedo quedarme de brazos cruzados —respondió Eleanor—.. ¿Sabemos si todos en la aldea están a salvo?
Fiona negó con la cabeza.
—Aún no. Algunos se están refugiando en la iglesia, pero no hemos podido revisar todas las casas.
Eleanor apretó los puños. La idea de que alguien pudiera estar atrapado en las llamas le hacia sentirse mal.
—Entonces iré a ayudar.
—¡Eleanor, no puedes…! —protestó Fiona, pero su hermana ya había comenzado a correr hacia la aldea.
Cuando Eleanor llegó al lugar, el escenario era desolador. Varias casas estaban envueltas en llamas, y las personas corrían en todas las direcciones, tratando de salvar lo que podían. Los gritos y el sonido de las llamas hacian que el ambiente fuera terrorífico a su alrededor, pero ella no se dejó amedrentar.
—¡Aquí! —escuchó una voz masculina a su derecha, y al girarse vio a Duncan, que cargaba un cubo de agua junto a otros hombres. Su expresión se puso sería al verla—. ¡Te dije que te quedaras en el castillo!
—Y yo decidí no hacerlo —respondió Eleanor, plantándole cara.
—Esto no es un juego, Eleanor. —Duncan dejó el cubo en el suelo y se acercó a ella con pasos firmes —. Si algo te pasa…
—Si algo me pasa, será porque estoy haciendo lo correcto —lo interrumpió Eleanor desafiándolo—. No puedes protegerme de todo, Duncan.
Duncan cerró los ojos un momento. Pero antes de que pudiera responder, un niño apareció corriendo entre el humo, tosiendo y con la ropa cubierta de hollín.
—¡Mi hermana! —gritó entre sollozos—. ¡Está atrapada en la casa!
Sin pensarlo dos veces, Eleanor corrió hacia la dirección que señalaba el niño.
—¡Eleanor, no! —gritó Duncan detrás de ella, pero ella no se detuvo.
La casa en cuestión estaba casi consumida por las llamas, y el calor era insoportable. Eleanor se cubrió la boca y la nariz con una tela que encontró en el suelo antes de entrar.
—¡Hola! —gritó, tratando de localizar a la niña. El humo hacía que fuera difícil ver, pero finalmente escuchó un débil llanto proveniente del fondo de la habitación.
Avanzó con cuidado, esquivando los escombros ardientes hasta que encontró a la pequeña, acurrucada junto a una esquina. Sus ojos estaban llenos de terror, pero cuando vio a Eleanor, extendió los brazos hacia ella.
—Vamos, pequeña. Te sacaré de aquí —dijo Eleanor, tomando a la niña en brazos.
El camino de regreso fue aún más difícil, con el fuego extendiéndose rápidamente. Justo cuando pensó que no lo lograría, sintió unas manos fuertes sujetándola.
—¡Duncan! —exclamó, sintiendo un alivio al verlo.
—Nunca haces caso, ¿verdad? —respondió él, con un tono mitad regaño por su desobediencia, y mitad admiración por su valentía de querer ayudar y arriesgarse.
Con la niña a salvo en los brazos de Duncan, ambos lograron salir de la casa justo antes de que el techo se desplomara. Afuera, la madre de la pequeña corrió hacia ellos, llorando de alegría y con palabras de agradecimiento a Eleanor y Duncan,mientras abrazaba a su hija.
Duncan se volvió hacia Eleanor.
—Eres la mujer más obstinada que he conocido.
—Y tú el hombre más terco —replicó ella, pero antes de que pudiera decir algo más, Duncan la tomó por los hombros.
—Eleanor, no vuelvas a hacer algo así —dijo, con firmeza —. No sé qué haría si te perdiera.
Eleanor abrió la boca para responder, pero el sonido de más gritos la interrumpió. Duncan la soltó, sus ojos volvieron a ser intensos, mientras se giraba hacia el caos que aún los rodeaba.
—Esto aún no ha terminado. Quédate aquí con Fiona y cuida de los aldeanos.
Esta vez, Eleanor decidió obedecer, aunque sabía que su corazón no se calmaría hasta que Duncan no estuviera a salvo y junto a ella.
Editado: 10.02.2025