Amor Sin Agallas

Yo

Después de mis doce años por alguna razón mis gustos iban cambiando, y es que ya no me gustaban los chicos de mi edad, sino que empezaron a gustarme los mayores. La experiencia, la madurez, el trato, la actitud, sus metas e ideales son cosas que me agradaban bastante, muy diferente a los que son contemporáneos conmigo, ya que muchas veces se muestran inmaduros y pocos visionarios, son inestables y casi nunca saben lo que quieren. No soy tonta, sé lo que me conviene y lo que no, y desde niña me gustaba un chico que cantaba en una agrupación, uff… realmente lo deseaba, pero no fue hasta que tuve trece que él me vio y le pude hablar.

Ese día él era uno de los invitados a cantar junto a su agrupación, y mientras ellos ensayaban en el parqueo que estaba en la puerta de la entrada, llegué. Estaba vestida con una blusa manga corta ajustada de color morado, una falda suelta poco más arriba de la rodilla, con pretina alta y un pequeño lazo con una cinta en el centro, unas zapatillas de tacón bajo, negras, y el pelo suelto, pero muy corto porque recién lo habían cortado. Yo estaba linda, y coqueta por mi forma de caminar, al ser baja y delgada pero con piernas gruesas y definidas me quedaba muy bien la falda. Cuando iba caminando sopló una brisa agradable y atendí por un momento mi falda para que no se levantara y cuando alcé la vista lo vi. Justo a mi frente quedaba el chico que me dejaba sin suspiro, sentado en un pequeño muro en el suelo con su guitarra, viéndome llegar, con una amplia sonrisa. En voz alta saludé y él rápidamente respondió con alegría y mirada de interés.

Al terminar la actividad que todos íbamos saliendo, me diste la mano y me preguntaste si tenía novio y te dije que no, te alegraste y exclamaste ¡qué bueno, yo tampoco tengo novia! Y justo cuando pensé en decirte algo más, asentí con la cabeza, me sonreí y seguí mi camino.

Qué dolor fue para mí tomar esa decisión, pero te iba a traer muchos problemas debido a que aunque te veías muy joven, tenías veinticinco años y yo solo tenía trece.

Mi forma de vestir y comportarme me hacía ver un poquito más grande, y aunque de apariencia hiciéramos linda pareja, desde que te dieras cuanta de mi edad me descartarías o todos comentarían y se pondrían en contra de la relación. Por esa razón con dolor de mi alma no insistí ese día, pero mi sentimiento se quedó guardado.

Más adelante te vi y en esa ocasión me diste un abrazo, me vi tentada a invitarte a mi casa, pero te fuiste con tus compañeros.

❤️‍🩹

Al pasar el tiempo empecé a conocer a un chico de veintiuno, pero me enamoré de uno que me llevaba apenas tres años. Era diferente a los demás, tenía una mentalidad adulta, me gustaba su forma, tranquilo, tímido y callado para con los demás, pero conmigo era muy espontáneo, hablaba y se reía bastante. Lamento que un día por falta de valor dejé que se vaya y no vuelva más, esa era mi oportunidad, porque aunque no expresamos lo que sentíamos, nos queríamos.

🍂

Eres una flor que se está abriendo —fue un comentario que me dijo un supuesto amigo una vez—, y por cierto a él le llamaban picaflor, porque con todas las jovencitas inexpertas quería estar. Necesitas alguien que te escriba en las mañanas y te llame —me decía junto con su otro amigo que es peor que él, mientras yo solo escuchaba—, pero lo que ambos no sabían es que cuando saliera de ese lugar en mi casa me esperaba un chico que me daba eso y más.

❤️‍🔥

Después de esa ocasión me olvidé de un amor físico y soñaba con un hombre que ya pasaba los 30 —sin contar el cantante extranjero que era mi fantasía o amor platónico—, lo amaba y amaba su música. Por el momento solo me enfoqué en mis estudios. Ya tenía 17 años, aparentemente las cosas marchaban bien, estaba trabajando, terminé la secundaria y hacía los trámites para ingresar a la universidad, me olvidé de intentar enamorarme o seguir buscando, no daba cabida al amor, solo de forma virtual y en una de esas interacciones con personas desconocidas te recordé.

🥀🌹

Busqué tu Facebook y te escribí, pero había pasado mucho tiempo. No me vas a recordar, ni siquiera sabes mi nombre… —todo eso estaba en mi cabeza— pero no me detuvo, daría lo que fuera porque me dediques esa sonrisa y esa mirada que en esa ocasión me dejó sin palabras.




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