Un año después.
Corría por los pasillos de la universidad para poder llegar a tiempo y cuando estaba a pocos pasos de llegar al salón donde daría la primera clase del día, vi a la profesora de expresión corporal a punto de abrir la puerta.
— ¡Espere! —grité y la profesora se detuvo.
Llegué junto a ella, abrí la puerta y posteriormente la cerré… y casi instantáneamente la puerta fue abierta nuevamente.
La profesora lucía molesta pues al parecer no le había gustado que cerrara la puerta en su cara.
¡Uy, qué delicadez!
— ¿Nuevamente llegando tarde Buitrago?
— Entré al salón antes que usted —dije sonriente, pero ella solo gruñó y camino hacia su escritorio.
— ¿Volviste a quedarte dormida? —preguntó Juanpa quien se había convertido en mi mejor amigo.
— Sí, gracias a mi madre estoy…
— ¡Silencio! —fuimos interrumpidos por la profesora… y yo suspiré resignada.
«Esa profesora me odia», pensé.
— Buitrago, ya que veo que tiene mucha energía para hablar, le pido que pase al frente. Hoy haremos una actividad y usted hará parte de dicha actividad, la misma será un ejemplo para la clase. Claro que necesitaremos la ayuda de uno de sus compañeros.
La profesora miró a mis compañeros y señaló a alguien.
— Arévalo.
— ¡No! —exclamé.
— ¿Algún problema con mi elección, Buitrago?
— No profesora, solo… eh…
«Piensa Hemit, piensa».
— Solo recordaba que olvidé sacar a mi pavo al sol —respondí y tan pronto como salieron las palabras de mi boca, me reprendí mentalmente.
— ¿Un pavo? —preguntó.
— Eh… sí, es mi mascota.
— ¿Tienes un pavo de mascota? —preguntó mi compañera de al lado derecho.
— Bade era un cerdito y era muy feliz siendo mascota —expresé y escuché las risas de mis compañeros.
¿Acaso había dicho el nombre mal?
— Hemit, si quieres te cambio mi perrito por tu pavo.
Miré hacia mi lado izquierdo y la profesora igual.
— ¿Y tú para qué querrías un pavo, Juanpa? —interrogó Dhina.
— Para engordarlo y comer su carne al final del año —respondió y todos lo miramos— ¿Qué? ¿Dirán ahora que todos son vegetarianos y que nunca se han comido un pavo relleno?
Todos empezamos a reír y fuimos silenciados por la maestra.
— ¡Silencio! Martínez, no permitiré que tome mi clase de burla y usted —me miró y pude ver su ceño fruncido— Deje a los pavos y a los cerdos en paz y adopte un perro o un gato como cualquier persona normal.
Nuevamente reímos y solo nos detuvimos cuando la profesora nos amenazó con regalarnos un -5.
Una hora después.
La clase llegó a su final y yo salí del aula; salí enojada. Acababa de recibir un -5 por cortesía de mi maestra quien dijo que dudaba de mi talento y que estaba segura de que nunca me convertiría en una periodista respetada.
«Pero si tiene suerte podrás formar parte de algún periódico de pueblo», había dicho.
— Odio a esa profesora ¿Qué esperaba de mí?
— ¿Te digo qué esperaba yo? ¡Pues que no me golpearas con el borrador! —gritó alguien tras de mí.
Una sonrisa apareció en mi rostro y al girar, pude ver a Carlos Arévalo, el estudiante más egocéntrico de mi clase.
— Carlos, tú te lo buscaste ¿Por qué tenías que llamarme mujer ignorante e insinuar que no tengo ideas en la cabeza? —respondí.
— Solo estaba actuando, se supone que era un ejercicio para saber cómo reaccionarías ante la posibilidad de entrevistar a alguien que te falte el respeto.
— Pues ya ves que no reacciona nada bien —dijo Dhina sonriendo. Ella también detestaba a Carlos.
¿Quién lo hubiera imaginado?
La chica pelo de cobre y con complejo de cupido, terminó por convertirse en mi amiga. Y el joven que creía el más guapo de todos los que había visto, terminó siendo mi cretino compañero de clases.
— Ahora ya sé el motivo por el que no tienes novio… y yo que llegué a considerar la idea de pedirte que te convirtieras en mi novia —dijo Carlos, antes de alejarse.
— ¡Oh qué devastada estoy! —exclamé y empecé a reír, contagiando de paso a mis compañeros.
— Muy bien Hemit, aprovechaste la oportunidad para golpear a Carlos —expresó Dhina.