Bernard.
Cuando salí de casa, conduje sin rumbo y llegué a un club nocturno, llamado: El Codo Empinado.
«Es un nombre interesante», pensé y no pude evitar sonreír.
Suspiré y posteriormente decidí entrar.
Lo primero que busqué fue algo para tomar. Me acerqué a la barra de bebidas y pedí una cerveza. Me entregaron la cerveza y entonces busqué una mesa.
Encontré una desde donde se podía observar a todo el que entraba.
«Magnífico», pensé y me senté.
Minutos más tarde, estaba tan aburrido que consideré la idea de irme. Quizá para ese momento mis amigos ya se hubieran marchado de casa.
Me levanté y entonces algo en la entrada captó mi atención o mejor dicho, alguien en la entrada captó mi atención.
Era ella, la chica a la que había visto en esa página Web donde se buscaba parejas.
Sin pensarlo me volví a sentar.
Estuve observando a la joven desde el momento en el que entró hasta el momento en que vi su forma de bailar... y no pude evitar reírme ¿Acaso nunca antes había bailado?
Me acerqué a una distancia prudente de ella y tomé mi celular.
Lo sé me estaba comportando como un acosador, pero mi parte emocional —hablo de la parte divertida—, pudo más que mi parte racional.
Empecé a grabarla, su compañera, una joven de cabello cobrizo, al parecer su amiga, parecía avergonzada por el modo en que se movía la chica.
Las vi volver a su mesa inicial y el joven que las acompañaba empezó a sonreír y luego él se levantó y la chica cobriza fue tras él.
¿Por qué la dejaron sola?
Vi que la joven caminó hacia donde estaban las parejas que bailaban.
— ¡Sí pista de baile, aquí voy! —escuché que gritaba.
¿Tan ebria estaba?
Ella no tardó mucho ''bailando'' y justo cuando regresaba me interpuse en su camino.
Ella tropezó conmigo y entonces levantó la mirada, dejándome ver sus ojos castaños.
«No me equivoqué, sus ojos sí son hermosos», pensé.
— ¿Y tú quién eres? —preguntó.
— Soy tu salvación —respondí.
La saqué de aquel lugar y ella permaneció en silencio.
Definitivamente estaba muy borracha porque permitió que un extraño la acompañara.
— ¿A dónde me llevas? —preguntó.
Le indiqué que subiera a mi automóvil. Un Aston Martin Vantage gris que había sido escogido por mi hermana.
Ella subió al automóvil y luego yo hice lo mismo.
— ¿Cómo te llamas? —pregunté pues aunque sabía que se llamaba Hemit, también quería conocer sus apellidos.
— No le digo mi nombre a desconocidos.
— Pero sí te subes a automóviles de desconocidos.
— Es la primera vez —dijo.
La vi observar mi automóvil y luego escuché su risa.
— ¡Me gustan tu automóvil! —exclamó y yo sonreí.
— ¿Cuántas cervezas te tomaste?
— No lo sé, perdí la cuenta, pero no estoy borracha.
— Sí claro.
— Me siento tan relajada.
— ¿Relajada? —pregunté.
— Sí, relajada.
Sin pensarlo me acerqué a ella y cierto olor a drogas me hizo fruncir el ceño.
— Te llevaré a mi casa —dije y ella solo se encogió de hombros.
Afortunadamente mi hermana estudiaba medicina, ella me ayudaría a despejar mis dudas.
Al llegar a casa, metí el carro en el garaje y salí.
— Vamos.
— No quiero.
— Debemos entrar.
— No, yo quiero cumplir mi fantasía.
— ¿De qué fantasía hablas?
— Siempre he querido que un chico guapo me bese dentro de un lindo automóvil.
— Definitivamente estás drogada.
— Bésame, chico de ojos azules.
— No voy a besarte —gruñí.
— Entonces no saldré.
— Claro que saldrás —dije.
Pude bajarla de mi automóvil aunque tuve que soportar sus protestas.