Hemit.
Abrí mis ojos y los volví a cerrar. Los abrí nuevamente y percibí la oscuridad de mi habitación.
¿Y por qué estaba todo oscuro?
Yo siempre dejaba la luz de mi baño encendida pues no me gustaba dormir totalmente a oscuras.
Me levanté y sentí que mi cabeza explotaría.
«Yo Hemit Buitrago, juro solemnemente no volver a tomar alcohol», prometí.
Tanteando, tropecé con algo y fue allí donde descubrí que no estaba en mi habitación.
¿Y entonces en qué lugar me encontraba?
Hice un esfuerzo para recordar algo, pero nada.
— Dany, si esta es otra de tus bromas, juro que vas a arrepentirte —dije.
— ¿Hablas de tu hermano Dany? —escuché.
Esa voz era delicada, pero aun así me asustó porque era totalmente desconocida para mí.
— ¿Quién eres? ¿Dónde estoy?
La luz fue encendida y entonces vi a la persona que había hablado.
Era una joven de piel morena, cabello caoba y ojos azules.
— Muy extraño —expresé.
— ¿Qué cosa?
«Pues que creí que todos los que poseen ojos azules y cabello caoba, eran de piel blanca», pensé, pero obvio no diría eso.
— Tu rostro me parece conocido.
— Escucho eso frecuentemente.
— Aún no me has dicho tu nombre y tampoco me has dicho dónde estoy.
— Mi nombre es Luisa y estás en mi casa, Hemit.
— ¿Cómo sabes mi nombre? ¿Y por qué estoy en tu casa? —pregunté.
— Mi hermano te trajo anoche, estabas drogada.
— ¿Qué?
— Lo que escuchaste, uno de tus amigos echó Cannabis en tu bebida.
— ¿Cannabis? ¿Qué es eso?
— Es una droga que literalmente te relaja o para que entiendas mejor, es una droga que te eleva hasta las nubes.
— ¿Fui drogada? Pero si yo no recibí bebida algu… Juanpa —dije gruñendo su nombre.
— Lo lamento —dijo Juanpa apareciendo en la habitación.
Observé a mi amigo y bajé la mirada.
— ¡No puede ser! —expresé.
— ¿Qué no puede ser? —preguntó Luisa.
— Aún estoy drogada y alucino con tener poderes mágicos que hacen aparecer a mi amigo.
Vi cuando mi amigo empezó a moverse en un extraño y vergonzoso baile.
Me senté y llevé mis manos a mi cabeza.
— ¡No puede ser!
— ¿Qué sucede? —preguntó Luisa.
— Estoy alucinando que veo a mi amigo Juanpa bailar y es una tortura.
Luisa empezó a reír y Juanpa dejó de bailar.
— Tú bailas peor que yo, al menos yo no bailo en público —gruñó Juanpa.
— Hemit, no estás alucinando. Anoche llegaste aquí porque como te dije, estabas drogada.... y el culpable es tu amigo aquí presente —comentó ella.
— ¿No estoy alucinando?
— No.
— ¿Y tú hermano me trajo hasta aquí?
— Sí.
— ¿Y fue drogada por mi amigo?
— Sí.
— Y… ¿Por qué motivo me drogaste? —le grité a mi amigo.
Juanpa se paró frente a mí y sacó ¿Una moneda? La puso frente a mis ojos y empezó a moverla de izquierda a derecha... y yo empecé a seguir ese movimiento como una tonta.
— Estás alucinando, tu amigo Juanpa o sea yo, no te drogó —dijo… y entonces yo fruncí el ceño al entender lo que pretendía… y lo pellizqué.
— ¡Aaaaaay! —se quejó.
— Estás alucinado, tu amiga Hemit no te pellizcó.
Las carcajadas de Luisa sonaron por toda la habitación.
— Ustedes me superan —expresó y vi cuando se secaba algunas lágrimas.
¿Qué era tan gracioso?
— Ustedes son muy graciosos —expresó.
— Creo que me iré de aquí —dije, pues nada de lo que había pasado me parecía gracioso.
— No puedes irte, Hemit —habló Juanpa.
— No hasta que estemos seguro de que estás bien —comentó ella.