Amor Sin Altura - Libro 1 Shb

CAPÍTULO 12

Bernard.

Llegué a mi casa, muy cansado. Mi hermana no estaba pues estaría de turno nocturno.

Decidí revisar mis redes sociales y luego dormiría un poco.

Mientras revisaba las mencionada redes, descubrí que la chiquilla inmadura estaba en línea.

— Chiquilla inmadura —gruñí y decidí cerrar sesión.

Fui a mi chat de WhatsApp y encontré algunos mensajes y decidí ignorar a la mayoría de ellos. Lo admito, esperaba que la chiquilla inmadura me hubiera respondido, pero era vidente que disfrutaba pasar de mí.

— No me importa —repetí en voz alta.

Visualicé el chat con mi amigo Joel y tenía un mensaje.

'Hermano, mi mujer envió a tu correo la dirección de la mujer que está interesada en la campaña publicitaria de la que te hablé', leí.

Abrí mi correo electrónico y visualicé el mensaje del que hablaba mi amigo.

Paula.

Para: Bernard.

3B. Te envío la dirección de la profesora Ariza. Ella enseña en la universidad del sur, te lo digo por si prefieres ir a la universidad pues ella trabaja en horas de la mañana.

 

Ate.

Paula.

PD. Por favor no me hagas quedar mal.

Terminé de leer el mensaje y sin dudar le marqué a Paula, pero no me contestaba.

Opté por escribirle a WhatsApp. 

Pau, quiero saber el motivo por el que no me dijiste que se trataba de una campaña publicitaria para una universidad.

¿Cómo que por qué? Pues porque te conozco y si te hubiera dicho de lo que se trataba, tú no hubieras aceptado.

Todavía no he aceptado.

Más te vale aceptar o yo no respondo.

¿Qué vas a hacerme?

Le pediré a Sander que sea el padrino de mi hija.

No puedes hacer eso, prometiste que yo sería el padrino.

Las personas pueden cambiar de opinión.

Está bien, mañana iré a la universidad y hablaré con la tal maestra Ariza.

A la mañana siguiente me desperté muy temprano pues ser puntual es una de mis cualidades.

Salí de casa y conduje directo a la universidad. Cuando llegué, solicité un pase de visitante pues solo así me dejarían entrar.

Estacioné mi automóvil y pude ver las miradas curiosas de los jóvenes quienes al igual que yo, habían madrugado.

Bajé de mi automóvil y caminé.

— Hola, chico guapo —dijo una estudiantes quien además se atravesó en mi camino.

— Soy un hombre comprometido —expresé.

— No me importa, me gustan los hombres prohibidos.

«Ahora recuerdo el motivo por el que evito lugares donde abundan jóvenes hormonales», pensé.

— ¿Sabes lavar, cocinar y hacer aseo?

— No.

— Pues entonces no me sirves, continuaré con mi prometida quien además es una mujer sumisa.

— ¿Sumisa?

— Sí ¿Acaso no has leído libros?

— Sí que estás loco, anciano —expresó y huyó.

¿Acaso esa chiquilla procaz me había llamado anciano? 

Seguí caminando y visualicé una cabellera cobriza. Sin dudar me acerqué.

— Hola.

— No molestes.

— ¿Acostumbras a ser maleducada?

Ella levantó la mirada y abrió sus ojos sorprendida.

— Tú ¡Tú! ¿3B? ¿Qué haces aquí? ¿Viniste a buscar a mi amiga? Pues te advierto que ella no es de las que madrugan.

— ¿Te han dicho que hablas demasiado?

— Sí mi madre lo repite a menudo.

— ¿Podrías decirme si conoces a una profesora cuyo apellido es Ariza? 

— Sí, es mi maestra de redacción y caligrafía.

— ¿Estudias periodismo?

— Sí, al igual que Hemit.

— ¿Sabes a qué hora llega la profesora?

— Seguro está en la sala de maestros. Ella siempre es la primera en llegar.

— ¿Podrías decirme dónde queda la sala de maestros?

— ¿Por qué? No me digas que eres de los hombres que tienen fantasías con mujeres mayores. Ella tiene…




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