Bernard.
Cuando la campaña publicitaria acabó, pasaron algunos días hasta que volví a ver a Hemit.
Por suerte para mí, había descubierto que Juanpa babeaba por Dhina.
Yo estaba seguro de que la chica cobriza sabía sobre los sentimientos de su amigo, pero eso lo ignoraba Juanpa.
Yo también descubrí otras cosas.
Mi hermana estaba actuando distinto y sabía que ocultaba algo; algo que no quería que yo supiera.
Durante una semana la observé y entonces ella salió y la seguí hasta un restaurante. Ella hizo algo que me desconcertó. Ella, poco antes de entrar, se puso unas lentillas y posteriormente usó un antifaz.
Era obvio que ella no quería que supieran quién era ¿Por qué?
La respuesta la supe tiempo después porque sí, no me moví del lugar hasta que salió.
La vi en compañía de un hombre que al igual que ella, usaba un antifaz.
Observé cuando ellos compartieron un intenso beso y luego mi hermana se despidió.
Luisa tomó un taxi y aunque quise seguirla y pedirle explicación, mi intuición me dijo que siguiera al hombre y así lo hice.
Lo alcancé, llegando a su casa pues la misma no estaba muy lejos y entonces supe la identidad del hombre quien resultó ser Andy, el mayor de los hermanos de Hemit.
Me enfrenté a él… y llegamos a un acuerdo, yo no le diría a mi hermana que él había sido su cita y él me daría información sobre Hemit.
Y así me mantuve informado sobre lo que la chinchilla inmadura hacía.
Juanpa fue quien primero me llamó. Eran casi las doce del día cuando recibí su llamada para avisarme que Hemit tendría una cita… y Andy me lo confirmó poco después.
Obviamente no permitiría que Hemit saliera con alguien más y por eso me encargué de alejar al tipo quien resultó ser un idiota a quien solo le importaba el dinero.
Sabía que Hemit se enojaría conmigo, pero también sabía que ella aceptaría cenar junto a mí.
Durante la cena, me encargué de observarla. Estaba preciosa y por eso no pude apartar la vista de ella, sé que ella me miró en más de una ocasión, pero no lo mencioné pues no quería incomodarla más de lo que ya estaba.
Cuando terminamos, ella me llenó de preguntas y terminó descubriendo que Juanpa era mi informante, afortunadamente no descubrió que su hermano también lo era.
Salimos, pero yo aún no quería alejarme de ella.
— ¿Quieres ir a mi casa? —pregunté.
Ella me miró y sonrió.
— Sé que esa es una pregunta que los hombres hacen porque en el fondo esperan que las mujeres caigan rendidas ante sus encantos, pero como sé que tú no conseguirás nada de mí… está bien, acepto —dijo.
Fuimos a mi casa y en el recorrido ninguno de los dos dijo nada.
Cuando llegamos, entramos y nos dirigimos a la sala donde nos sentamos.
— ¿Luisa está?
— No, ella está de turno nocturno.
— Ahora estoy pensando que fue una mala idea venir.
— ¿Tienes miedo de lo que pueda suceder?
— Nada va a suceder.
— ¿Así que eres inmune a mis encantos?
— ¿Crees que eres encantador?
— Encantador y guapo.
— Vaya confianza que tienes.
— Sí, también soy un hombre seguro.
— ¿Me ofrecerás algo para tomar o seguirás fanfarroneando?
Me dirigí a la cocina y encontré una botella dorada.
— Champagne —dije, leyendo en voz alta lo que decía la etiqueta.
Regresé a la sala y ella miró la botella y luego me miró a mí.
— ¿Estamos celebrando algo? —preguntó.
— Tal vez —respondí.
Ella sonrió, se levantó y me quitó las copas para echar un poco de la bebida en ambas. Entonces me entregó una de las copas.
— Entonces brindemos.
— ¿Por qué?
— Por ti y por mí —respondió y casi al instante bebió todo el contenido de su copa.
La vi echar Champagne en su copa nuevamente.
— ¿Olvidaste lo que pasó la última vez que te embriagaste?
— Ese día no estaba ebria, ese día estaba drogada; yo aún no te conocía.
— ¿Y ahora me conoces?
Ella se tomó el contenido de la copa y tras dejar la copa en el sofá donde previamente estaba sentada, se acercó y tomó mi rostro entre sus manos.
— Sé que no harías nada para lastimarme.