Hemit.
Tras haber almorzado, todos nos retiramos para descansar.
Yo me acosté y me dormí.
Horas después Dhina me dijo que todos irían a la playa, pero yo me negué.
Esperé algunos minutos y me dirigí a la habitación de Bernard. Entré y él no estaba allí.
¿Dónde estaba?
Vi su celular y no pude con la curiosidad, pero tenía la pantalla bloqueada.
Intenté adivinar la contraseña y no pude.
— Tonto enano ¿Por qué tenía que colocarle contraseña? —susurré.
— Chiquilla inmadura.
Miré hacia la puerta y lo vi… y mi traicionero corazón aumentó sus pulsaciones.
Él caminó hacia mí y tomó su celular de mis manos. Me hizo sentar y se sentó a mi lado.
Vi cuando introdujo la contraseña: 'chiquilla inmadura' y la pantalla se desbloqueó.
«Mi enano tierno, cada vez te introduces mucho más en mi corazón».
— Yo no tengo nada que ocultarte —dijo.
Miré sus preciosos ojos y supe que me decía la verdad… y no pude resistirme a sus labios.
— Te eché de menos, chiquilla inmadura —susurró sobre mis labios.
— Y yo a ti —dije cuando nos separamos.
— ¿Vamos a la playa? —preguntó.
— No, quiero quedarme aquí contigo —respondí y volví a besarlo.
Pero como si el destino nos envidiara envió a alguien para que nos interrumpiera.
— Lamento mi interrupción, pero vine por ustedes.
— Piérdete Luisa —dijo Bernard.
— No puedo cumplir tus deseos. Vine porque quiero una fotografía para el recuerdo.
— Vamos Bernard, yo también quiero una fotografía donde estemos todos.
— Pero dijiste que querías quedarte —susurró en mi oído para que su hermana no escuchara.
Sonreí y Luisa me miró.
— No puedo con ustedes y sus perversiones —expresó y dando media vuelta se marchó.
— Vamos o tu hermana vendrá a buscarnos.
— ¿Quieres cenar conmigo esta noche?
— ¿Solos?
— Sí.
— Está bien.
Caminamos hasta la playa y vimos a nuestros familiares y amigos a orillas del mar.
— ¿Dónde estabas?
— Fui a retirar algo de dinero; yo contraté a un guía.
— ¿Almorzaste?
— Sí.
— Bernard…
— ¿Sí?
— Tú tienes…
— ¿Qué?
— Protección.
— ¿Te refieres a un seguro de vida?
— No, yo…
Él me miró intrigado
— Preservativos.
— ¿Hablas de condones?
— Eh… sí —dije y estaba segura de que me había sonrojado.
Él sonrió y yo quise dar media vuelta y huir.
— Me encanta cuando te sonrojas —dijo y dejó un beso fugaz en mis labios.
— Hablo de verdad. Yo no quiero hijos aún.
— Yo sí.
Me detuve y me separé de él.
— ¿Tú quieres hijos?
Su mirada me hizo poner nerviosa.
— Solo bromeaba Hemit. Yo no quiero hijos por ahora.
— ¿Y si llegara a estar embarazada? —pregunté.
— ¿Estás embarazada?
— ¡No!
— Pues entonces no hagas comentarios al respecto.
Sus palabras debieron calmarme, pero en vez de sentirme tranquila, sentí cierta tristeza.
¿Quién me entendía?
— Ven, vamos con los demás —dijo y tomó mi mano.
Llegamos a la orilla de la playa y todos estaban listos para la foto. Luisa no mentía cuando dijo que solo faltábamos nosotros.
Por petición de todos nos ubicamos al frente.
— ¿Quién se supone que tomará la fotografía? —pregunté.