Hemit.
La noche llegó y yo me dirigí a casa de mi novio. Encontré allí a Luisa.
— ¿A dónde irás? —pregunté pues la vi muy bien arreglada.
Ella me miró y sonrió.
— Creo que la respuesta ya la sabes —respondió.
Ella caminó hacia la salida y yo no pude evitar darle una recomendación.
— Espero que no quedes embarazada como pasó conmigo, usa protección.
— ¿Qué dijiste? —preguntó al girarse.
— Yo… ¿Lo dije en voz alta? ¡Ay no! Luisa, por favor no se lo digas a tu hermano.
— ¿Por qué no?
— Porque él no quiere hijos.
— Pues es muy tarde para eso.
Me volví y lo vi… y obviamente tuve miedo al sentir su penetrante mirada sobre mí.
— Bernard, yo…
— ¿Es verdad?
— Juro que no fue planeado. Yo te dije que no podíamos porque no tenías preservativo.
Él se acercó y yo retrocedí.
— Por favor no te enojes —expresé y lo vi fruncir el ceño.
— ¿Por qué estaría enojado?
— Tú dijiste que no querías hijo.
— Dije eso porque vi tu miedo a quedar embarazada. Por favor dime que lo quieres conservar.
— ¿Por qué no lo conservaría?
— Tus estudios.
— ¡Estás loco! Desde que lo supe lo amé.
— ¿Cuándo lo supiste?
— Lo sospechaba, pero ayer me hice una prueba y Nat me hizo un examen de sangre que confirmó mi embarazo.
— ¡Voy a ser tía! —exclamó Luisa.
— No quiero que Andy lo sepa —expresé.
— Hemit, tu hermano Andy es un sabueso —comentó mi cuñada.
— ¿Por qué no quieres que tu familia lo sepa? —preguntó Bernard.
— Papá y Dhina ya lo saben. Mi mamá y Natanael también.
— ¿Quién es Natanael?
— El médico que me hizo el examen de sangre.
— ¿De dónde lo conoces?
Sentí los celos de mi enano y quise molestarlo.
— Desde hace año. Mi mamá lo ama.
— ¿Qué quiere decir? ¿Es algún ex novio?
— Ya escuché lo suficiente y no quiero ver los ataques de celos de mi hermano. Me voy.
— Luisa, no lo olvides.
— Sí, sí. Tranquila, Andy no lo sabrá por mi boca.
Luisa salió y yo volví a fijarme en el enano.
— ¿Quieres quedarte con nosotros? —pregunté.
Él se acercó y me besó, era un beso distinto, un beso de agradecimiento.
— ¿Acaso lo dudas? Me has hecho el hombre más feliz del mundo —expresó y se inclinó para depositar un beso en mi vientre.
— No sabes el peso que has quitado de mis hombros. Incluso pensé en huir.
Él frunció el ceño.
— No podrás escapar de mí y si algún día lo intentas, ten por seguro que te encontraré.
— ¿Cómo se lo diremos a mis hermanos?
— Prepararé una cena y se lo diremos.
— ¿Crees que la comida los ablande?
— Sí.
— Mi querido enano, definitivamente aún no conoces a los trillizos.
— ¿Qué quieres decir?
— Nada. Ahora ven, vayamos por comida.
Salimos de la casa de mi novio y le pedí que me llevara al mejor restaurante de la ciudad.
Bernard se detuvo frente a un restaurante que estaba al norte de la ciudad. Él me comentó que solía ir a dicho lugar con su hermana para celebrar algún momento especial.
Entramos y me tomé un momento para admirar el lugar. El restaurante era elegante, el más elegante que había visto en mi vida. Las paredes eran doradas, el techo era plateado, las mesas eran de cristal y estaban cubiertas por finos manteles. Incluso había un cantante en vivo. Seguramente todo allí era muy costoso.
— No lo olvides enano, yo pagaré hoy.
— ¿Estás segura? No quiero que gastes tu dinero. Los platos aquí, son muy costosos.
— No quiero discutir al respecto.
Un hombre vestido con un traje de color negro, se acercó a nosotros.