Amor sincero.

Capítulo 2: El sufrimiento de Andrea.

Andrea

Sintiéndome culpable por todo lo que comí hace cinco minutos atrás, corro hasta el baño y me provocó el vómito como lo vengo haciendo hace años, odio no poder controlarme a la hora de comer, soy una maldita gorda que es la vergüenza de esta familia por eso nadie me quiere... Mis dedos entran en contacto con mi garganta para ayudarme a expulsar lo que he ingerido, y así sucede, las arcadas se hacen presentes y comienzo a devolver como es habitual en mí.

Una vez, me aseguro de que es suficiente me levanto para comenzar mi camino hacia el lavado en dónde me enjuago la boca, mi mirada se dirige al espejo que me muestra el asco de persona que soy, cada día me odio más y más... Sé que la doctora que me atendió hace dos años, cuando cumplí los 15 años, me dijo que necesitaba la ayuda de un nutricionista y la de un psicólogo, porque estoy enferma... ¿Pero para que quiero un psicólogo si no estoy loca? Es simple, estoy gorda y por eso nadie me acepta... "Tienes Bulimia nerviosa y sino comienzas con un tratamiento terminaras mal", fueron sus palabras... Las cuales no le importo a mi madre, ya que solo dijo que estaba intentando llamar su atención y que la solución era que dejara de comer como una cerda, así que aquí estamos dos años más tarde, intentando sobrevivir, viendo cuánto más aguantaré en este mundo.

Mi vida social es una mierda, no tengo amigos porque soy la rara de la secundaria, la gorda, la que no encaja en ninguna parte que vaya... Bueno, ese café el cual visito desde hace meses se ha convertido en mi lugar para escapar de mi realidad, es donde me pierdo por horas intentando fingir que todo está bien, mis letras me transportan a un mundo ideal, mis ropas me hacen ocultarme de las miradas y los reproches de los demás.

Ese chico que me habló en el café, me asustó, y es que nunca nadie se ha acercado a mí sí no es para burlarse de mi aspecto, pero el parecía tan honesto y me miraba de una forma tan extraña, ¿qué querrá de mí? ¿Acaso alguien lo mando para que me moleste?

No voy a negar que me pareció muy guapo, pero no estoy a su altura, además no se fijaría en mí... Nunca nadie sentirá algo por mi más que odio, lastima y asco.

Decido dejar de hacerme la cabeza y salgo del baño, necesito ir al instituto, al menos Lorenza salió de viaje con su amante, y podré descansar un poco de su presencia.

Cuando llego a la punta de mi cama me agachó para agarrar mi mochila y seguidamente colgarla en mi hombro derecho, para comenzar a caminar hasta la salida.

Una vez, estoy en la entrada agachó la mirada evitando el contacto visual con las empleadas, ellas al ver que ni mi propia madre me respeta, cada vez que tienen oportunidad me insultan e incluso hace tres semanas atrás, una de ellas me ha empujado cuando estaba bajando los últimos escalones, y esto evito a que me lastimará de gravedad, solo unos raspones, aunque hubiese preferido que todo acabará en aquel momento, pero parece que Dios me quiere en la tierra.

—¿Quieres una torta, gorda? —pregunta Ana; una de las muchachas del servicio remarcando el "gorda".

Me trago mis palabras para evitar un enfrentamiento y salgo con pasos apresurados afuera de esa mansión que trata de mostrar la perfecta familia de los Lombardi. Me apuro a subirme al vehículo, y el chófer comienza a manejar de inmediato, me observa unos segundos por el reflejo del espejo por lo que agachó mi cabeza apenada.

—Señorita, el mundo no merece a alguien tan buena como usted —dice el señor Pablo, quién es la única persona que me respeta en esta casa, y es quien muchas veces intento defenderme, pero termino siendo amenazado por mi madre, si se volvía a meter en sus asuntos se encargaría de destruir a su familia... Lo veo como un abuelo, muchas veces me ha consolado.

—No me llames así, solo Andrea... Y con respecto a lo otro, creo que todos harían una fiesta si desapareciera —digo en broma, pero esto duele peor que un balazo, duele saber que no eres importante para tus padres, que nadie se da cuenta de que necesito ayuda, de que necesito que alguien me salve de este infierno y me diga que todo estará bien.

—No diga eso, señorita... Tiene a su hermano y a su esposa, también a su padre... Sé que está enojada con él, pero él no sabe que usted lo necesita —habla mientras estaciona frente al colegio más caro de todo Italia ¿Pero de qué sirve si no soy feliz? ¿De qué me sirve el maldito dinero?

—No, no tengo a nadie... Mi supuesto padre no se ha detenido a pensar que es lo que yo quería, él se separó de mi madre no de mí, pero bueno así son las cosas y todos buscan solo su bienestar... —comento tragando el nudo que se ha formado en mi garganta —. Nos vemos, abuelito —me despido con una sonrisa para seguidamente bajarme del vehículo.

—Adiós, mi niña... cuídate —me pide a lo que asiento para comenzar a caminar hacia las instalaciones del instituto.

Cada paso que doy se siente como si tuviera una carga sobre mis hombros, los abucheos hacia mi persona hacen que camine más rápido, pero como siempre no puedo escapar, un pie se interpone en mi camino provocando que caiga de lleno al suelo.

—Ups, la gorda se ha caído... eres tan torpe —dice esa voz que me produce escalofríos, se trata de Zinerva, la popular y la que se encarga de hacerme un infierno mi estadía aquí.

Me levanto adolorida, y la ignoro mientras acomodo mi mochila para seguir mi camino, pero está claro que no me dejara ir tan fácilmente.

—¿Además de gorda eres sorda? —pregunta con enojo, y sé que he desatado su furia —. No te vas hasta que yo no lo diga —advierte al tiempo que dos chicos me agarran de mis brazos para que ella comience con su trabajo de golpearme, me retuerzo intentando huir de eso, pero no lo logro ya que son tres contra una, y las autoridades no hacen nada, no soy valiosa para nadie. Mi estómago duele horrores y creo que me han roto una costilla, los golpes siempre son ahí para no dejar evidencias.




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