Dante
El día de la fiesta
Sonrío mientras observo la invitación entre mis manos, volveré a ver a la pequeña Andrea. Creo que no debí acercarme porque desde que lo hice no ha vuelto a la cafetería, y de eso ya hace dos semanas.
Los golpes en la puerta me traen de vuelta a la realidad, guardo la tarjeta en uno de los cajones para decirle que pase.
—Buenos días, ¿cómo está mi hermano preferido? —habla Pía apenas entra a mi oficina.
—¿Qué quieres? —pregunto queriendo que vaya al grano, no es normal que tú hermana que está enojada contigo venga con su carita de ángel y me hable amigablemente.
—¡Que amargado, solo quería visitarte! —exclama con indignación al tiempo que se sienta en una de las sillas que están frente a mí.
—Aja, ¿dime qué sucede? —insisto mientras comienzo a revisar unos documentos.
—Yo... pues, en el nuevo instituto conocimos a una chica...y —habla apresuradamente hasta que se queda muda, y eso capta mi atención.
—¿Acaso los molesto? —pregunto a la defensiva, de solo pensar que alguien se meta con mis hermanos me hierve la sangre.
—No, no, no es eso... ese día, con Donato habíamos llegado tarde, y cuando íbamos pasando por uno de los pasillos vimos a una chica tirada en el suelo, así que me acerque y por el susto que vi en su mirada que no estaba bien, por lo que llame a Donato que se había entretenido mirando el lugar... ambos la ayudamos a llegar hasta la enfermería, y lo que me llamo la atención fue cuando dijo que no nos convenía acercarnos a ella, porque tendrían problemas con los populares y que no creía que estuviéramos interesados en una gorda como ella —me cuenta, y no sé porque esa chica ha llamado mi atención si ni siquiera la conozco.
—¿Y qué es lo raro? ¿O cuál es el problema? —pregunto pensativo.
—Pues... que cuando la agarramos para ayudarla a caminar podía sentir sus costillas, y no es por exagerar ella realmente es muy delgada ¿Pero por qué dice que está gorda? —luce confundida.
—Tal vez tenga algún problema con la comida o solo es una de esas chicas que hacen mil dietas para verse bien, pero si la viste mal puedes acercarte y mostrarle tu apoyo, nadie debe pasar por esto, solo ten cuidado hermanita —le pido ¿Si es tan delgada como me asegura Pía, por qué nadie se da cuenta? —, y respecto a lo otro, ¿dijiste que estaba golpeada? —pregunto intrigado.
—Sí, ella se levantó de un salto y al hacerlo grito de dolor, lo hizo porque sugerí hablar con la directora, todo es muy raro... y desde que pasó no la he vuelto a ver, ¿le habrá sucedido algo? —habla angustiada.
—No, a lo mejor se escondió porque estaba avergonzada, solo... si, vuelve a suceder algo así habla con los directivos y si no hacen nada llámame —le pido preocupado de que pasen esas cosas en un colegio —. Y otras cosa, ¿sabes cómo se llama esa chica? —pregunto con curiosidad.
—Sí, me dijo que se llama Andrea —dice sonriente, Andrea, no, no debe ser la misma persona, eso es imposible.
—Bien, si era todo puedes irte a casa, tengo trabajo que hacer —le digo a lo que ella rueda los ojos con exasperación.
—Ya, me voy, pero porque así lo quiero —asegura para seguidamente salir del lugar.
¿Y si es ella? No, no puede ser.
Cuando veo que el reloj marca las siete de la tarde, decido dejar mi trabajo para mañana y salir de allí, debo ir a la casa a darme un baño y estar listo para la cena, hoy es mi día de suerte, la veré, tengo el presentimiento de que así será.
Camino hacia la salida, no sin antes despedirme de los empleados, me encamino hacia afuera del edificio para después entrar en el estacionamiento, y en cuanto llego a mi auto me subo y comienzo a manejar con destino a mi casa.
Recientemente nos cambiamos de un pequeño departamento a una casa que mandé a construir para que los tres tengamos una mejor comodidad, y por lo mismo tuve que cambiarlos de instituto.
Después, de unos minutos llego a la casa, estaciono enfrente y me bajo, para dirigirme a la entrada, abro la puerta con mis llaves que siempre llevo conmigo. Una vez, adentro camino directo a mi habitación, mis hermanos deben estar en sus dormitorios o en la sala de juegos, así que no me preocupo.
⭐️⭐️⭐️
—De ninguna manera —declaro ante la locura de mi hermano.
Acabo de bajar al comedor después de una refrescante ducha, para encontrarme con estos insoportables, pero adorables hermanos míos, quieren ir a una fiesta, y puede que ya estén grandes, pero ese maldito miedo que se apodera de mí no me deja tranquilo.
—Soy mayor de edad, y puedo hacer lo que se me venga en ganas, solo preguntaba por Pia —asegura haciendo que mi cuerpo se tense por completo.
—Sí, puede que seas mayor de edad, pero soy responsable de ustedes hasta que cumplan los veinte años, así que no, sé muy bien como son esas fiestas. Además, la última vez que les dejé ir a una perdiste a Pía de vista, y por tu culpa casi me vuelvo loco —contraataco.
—¡Entiende que no puedes protegernos por siempre, no puedes evitar el destino! ¡Deja de vivir en el pasado, no había forma de que evitarás que nuestros padres murieran! —me grita, grave error, no puede sacar ese tema justo ahora.
—¡Cállate, tú no sabes nada! —grito acercándome peligrosamente, pero mi hermana se interpone en mi camino.
—Basta los dos, no se peleen... me están asustando —susurra con la voz rota logrando que ambos la miremos preocupados.
—¿Te sientes mal? ¡Dios, perdón, cielo! —le digo atrayéndola a mí para abrazarla.
—Estoy bien, solo no peleen, los quiero a los dos conmigo, por favor —pide sollozando —. Ven, Doni —le suplica y sé que lo ha conseguido, ella es nuestra debilidad, es nuestra princesa.
Los tres hemos sufrido, cada uno llevo el dolor cómo pudo.
Nos abrazamos como lo hacíamos cuando éramos niños, cuando escucho los sollozos de ambos el corazón se me parte, y solo puedo abrazarlos más fuerte para demostrarle que estoy para ellos. Son sangre de mi sangre, y me duele verlos así, pero hasta yo me derrumbó muchas veces y más en estas fechas.