Amor sincero.

Capítulo 6: Aceptando su ayuda.

Dante

 

   Mi hermano me mira como si hubiese perdido la cabeza, y no está lejos de la verdad, pero en mi defensa esa rubia me trae loco, desde que la vi en la cafetería supe que marcaría un antes y un después en mi vida, y vaya que no me equivoque. El Dante desconfiado no deja que nadie entre a su casa y tenga trato con mis hermanos, pero con ella es diferente, su aura me da confianza y seguridad. Es un alma pura en este cruel mundo, un ángel, mi ángel.

 

—¿Me dirás qué significa esto? —pregunta Donato regresándome a la realidad.

¿Acaso le debo una explicación? Pues no, no tengo que darle cuentas a nadie de lo que hago con mi vida.

—Nada que te incumba, es una amiga, tuvo un problema y le ofrecí quedarse, ¿algún problema con eso? —respondo con serenidad, si algo aprendí durante estos años es a controlarme, y como no hacerlo, y por mi culpa todo se acabó.

—¿Desde cuándo acá traes a desconocidos a nuestra casa? —contrataca mientras me lanza una carpeta que reconozco de inmediato, la agarro entre mis manos enojado —. ¿Qué pretendes? —pregunta serio.

—¿Que mierda haces revisando mis cosas? ¿Acaso alguna vez me metí en tu vida privada? —hablo enojado con la idea de que haya estado metiendo sus manos en mis cosas.

—Es menor de edad, puede traernos problemas, ¿ya la llevaste a la cama? —pregunta logrando que me enfurezca, ahí sí que no, nadie le faltará el respeto a mi stellina.

—En tu maldita vida vuelvas a hablar así de ella —le grito al tiempo que lo acorralo contra la pared —. Si vuelves a pasarte me olvidaré que eres mi hermano, y espero que te vayas haciendo la idea, porque no pienso alejarme de ella ni por ti ni por nadie —le aseguro para seguidamente soltarlo, si no lo he golpeado es por no defraudar a mis padres, mi promesa es lo único que me detuvo —. Ella es importante para mí, y sabes que cuando alguien lo es, lo convierte en intocable —declaro con seguridad.

Salgo de allí, antes de hacer algo de lo que me pueda arrepentir, nadie volverá a lastimarla de eso me encargaré.

Cuando estoy un poco más tranquilo vuelvo a dirigirme hacia el comedor, necesito comprobar que no ha escapado, sé que debe volver a su casa, y es algo que me tiene impotente, pero ya veré como la saco de ahí.

—¿Cómo te sientes? —pregunto en cuanto entro al lugar, ella está recostada por la mesa y en cuanto oye mi voz se sobresalta —. No quería asustarte, stellina —digo apenado por haberla asustado.

—No, no hay problema solo estaba pensando —explica regalándome una de sus hermosas sonrisas, esa que hace que mi corazón salte de la emoción —. Creo que debería volver a casa —susurra haciendo que el ambiente se vuelva tenso.

—Yo no llamaría casa a eso, pero también soy consciente de que no puedo sacarte de ahí, al menos no hasta que arreglemos unas cosas, porque al ser menor de edad tu madre puede decir que eres una niña rebelde y terminaría ganando el caso, si solo tuviéramos alguna prueba —digo analizando las situaciones.

—No hace falta que intervengas, no es tu asunto, y no quiero que por mi culpa tengas problemas —susurra inquieta.

—Ya estoy hasta el fondo en esto, y seré quien tome el riesgo, no es tu responsabilidad —aseguro.

—¿Por qué haces esto? ¿por qué no solo fingiste que no pasaba nada y me dejaste sola? —pregunta cómo no creyendo lo que le digo.

—Ya te lo he dicho, Andrea. Para mí esto va muy enserio, y no pienso permitir que te vuelvan a lastimar, antes tendrán que pasar sobre mí, y créeme es algo que no permitiré —le explico y puedo darme cuenta que la he puesto nerviosa.

—Es tan pronto, nos acabamos de conocer, pero siento como si lo hiciéramos hace años —dice frunciendo su ceño en confusión.

—Me alegra escuchar eso, ya que no quieres dormir veremos una película, y cuando amanezca te llevaré a la clínica para que te hagan los estudios,... ya más tarde te dejaré en tu casa, cosa que dé ya te digo no me agrada en lo absoluto —aviso al tiempo que agarro su mano para comenzar a caminar hacia el living, por un momento, siento como se tensa, pero segundos más tarde se relaja dejándome conducirla por la casa, ese simple toque mueve cada fibra de mi interior.

—Puedes sentarte aquí, stellina —le digo mostrándole el sofá, ella asiente nerviosa, y se sienta luego de mirarme por lo que pareció una eternidad, sus ojos lucen tristes, sé que ellos tienen una historia que contar, todos la tenemos, una que nos hizo lo que hoy en día somos.

—¿Tú... te sentaras? —pregunta con sus mejillas encendidas.

 ¿Acaso puede ser más tierna?

—Claro, solo estoy buscando el control —le explico mientras rebuscó las cosas buscando, los intensos lo abran dejado por alguna parte, ... aquí está, justo al borde de la mesa. Una vez, lo agarro me acomodo en el sofá dejándole su espacio para no incomodarla.

Durante lo que resta de la madruga nos mantenemos mirando películas, y en algún momento de la noche mi ángel se recuesta en mi hombro, cosa que disfruto.

—¿No han dormido? ——pregunta la vocecilla de mi hermana haciendo que Andrea se separe de mí y si no fuera porque la agarre de su pequeña cintura hubiese caído de lleno al suelo —. Upss, no quería asustarte amiga de Dante, también puedes ser mi amiga, ¿verdad? —habla con su carita de ángel cuando se para al frente de nosotros.

—Yo, ... Claro, jamás he tenido amigos —dice con melancolía. ¿Será posible?

—¿Nunca, nunca? —pregunta Pía.

—Nunca, así que no sé cómo es tenerlos —susurra avergonzada.

—Pues de ahora en adelante nos tienes a nosotros, amiga —le digo sonriente y es que con ella todo es tan natural.

—Gracias, no saben lo que significa para mí —habla al tiempo que se pone de pie —. Creo que deberíamos irnos.

—Sí lo haremos, pero primero comerá algo, señorita —digo e inmediatamente sus ojos se abren como plato.




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